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Domingo, 2 de mayo de 2010

MUSICA › DIEGO EL CIGALA GRABO SU PROXIMO ALBUM EN VIVO EN EL GRAN REX

El flamenco y el tango se dieron la mano

 Por Karina Micheletto

8

RECITAL DE DIEGO EL CIGALA
Grabación del CD y DVD Tango

Músicos: Diego del Morao (guitarra), Jaime “Jumitus” Calabuch (piano), Yelsy Heredia (contrabajo), Sabú Porrina (percusión).
Invitados: Juanjo Domínguez, Néstor Marconi, Pablo Agri, Diego Sánchez, Andrés Calamaro.
Lugar: Teatro Gran Rex, jueves 29 de abril.
Público: 3300 personas.
Duración: 2 horas.

El desafío propuesto era grande, y con sus más y sus menos El Cigala cumplió con oficio y estilo. La idea de llevar el tango al universo del flamenco, en el mismo esquema de mixtura ya probado con el bolero y la música del Caribe, funcionó como un disparador que hace imaginar otro éxito de alcance mundial, acaso similar al de aquel Lágrimas negras. Para hacer completa la apuesta, el cantaor eligió grabarlo en vivo y, por supuesto, en la tierra del tango. El jueves pasado conmovió a un Gran Rex repleto, como ya lo había hecho en Córdoba, La Plata y Montevideo. Y si en su primer éxito de la world music sumó su cante al piano del genial Bebo Valdés, esta vez se juntó con maestros como el guitarrista Juanjo Domínguez y el bandoneonista Néstor Marconi. También sumó a Andrés Calamaro en un par de temas, una buena idea en términos de la industria, un lastre en el contexto de este trabajo, que reclamó el retoque de estudio para la edición final del disco planeado.

Con la base del sólido cuarteto que habitualmente lo acompaña –guitarra y percusión flamencas, piano y contrabajo que introducen los sabores del Caribe y el jazz latino–, El Cigala arrancó con “Garganta con arena” y siguió con una versión tal vez demasiado veloz de “Las cuarenta”. La llegada de Juanjo Domínguez, para reunir su guitarra criolla con el contrabajo, la percusión y el cante gitanos en “El día que me quieras”, marcó la primera ovación de la noche. A este formato se sumó, promediando el concierto, Néstor Marconi con dos músicos de su grupo: el violinista Pablo Agri y el violoncellista Diego Sánchez. En un repertorio que recaló en lo más universal de lo local (“Alfonsina y el mar”, el tema traducido a más idiomas entre todos los del folklore argentino) y en tangazos como “Tomo y obligo”, “En esta tarde gris”, “Sus ojos se cerraron”, Diego El Cigala puso en juego la intención y la fuerza dramática de su voz –esa contundencia que no pasa por ninguna técnica aprendida– para revelar todo lo que tienen en común tango y flamenco. Uno de los momentos más altos de la apuesta fue la versión de “Nostalgias”, que, cuadrada rítmicamente en tiempo de bulería, se ajusta perfecto a la intersección de estos universos. En esa zona común explorada, la voz del gitano se descubre como un potente vehículo de expresión para los versos de Enrique Cadícamo.

Con más sabor a flamenco o a tango, con más o menos instrumentos, con espacio para lucimientos personales de un talentoso grupo de músicos de diversas latitudes, el material tiene todo para seguir el éxito de Lágrimas negras: la fuerza del tango revelado como un “palo” trágico posible, tan portador del desconsuelo humano como otros del flamenco, melodías universales (“Alfonsina y el mar”, “El día que me quieras”), un poco de Piazzolla (“Libertango” fundido con “Youkali”, un tango habanera de Kurt Weill). Y también –ay– la figura de Calamaro, que primero en la versión de “Los hermanos” de Yupanqui, luego en “Obsesión”, del portorriqueño Pedro Flores (ya grabada por esta dupla), y finalmente en los bises, con “Niebla del Riachuelo”, mostró algo así como una caricatura de sí mismo, puesto en un contexto en el que no lograba encajar.

Un detalle que no opacó el resto del espectáculo, donde también hubo lugar para el cante flamenco en estado puro de El Cigala –cómo no– y para una memorable versión del bolero “Dos gardenias” (el hit del disco Dos lágrimas). Sólo restó lamentar la ausencia del músico con quien El Cigala comenzó a planear esta aventura: Rubén Juárez, un animal de la misma especie que el gitano, que también canta y toca con la contundente inmediatez que esquiva el artificio. En el Gran Rex volvió a resonar el olé, olé, olé, Diego, Diego, con que los porteños ya habían ungido a El Cigala en presentaciones anteriores. Todo hace suponer que el homenaje volverá a retumbar pronto en Buenos Aires, tan pronto como haya llegado este disco de flamenco que se titulará Tango.

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