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Lunes, 30 de diciembre de 2013

MUSICA › UN RECORRIDO POR LO QUE PRODUJO EL TERRENO DE LA MúSICA POPULAR 2013

Tareas pendientes en un año de pentagramas inspirados

La ley y el Instituto de la Música son evidentes buenas noticias, pero buena parte de lo que aquí se reseña con elogios estuvo lejos de obtener la difusión que merecía. En ese contexto, la música popular argentina exhibió un notable nivel creativo.

 Por Karina Micheletto

Sorprendentemente prolífica en cuanto a su producción y las búsquedas que generan sus artistas, en la gran mayoría de los casos en forma independiente y autogestiva, el amplio abanico de lo que se denomina música popular en la Argentina siguió dando muestras de una vitalidad contagiosa durante este año que se va. En los conciertos en vivo mostró, también, que existe un público –diferentes públicos, no segmentados por un a priori que muchas veces se demuestra artificial– para esa oferta amplia. Un eslabón no menor en la cadena que va desde la producción hasta la recepción por parte de ese público, sin embargo sigue sin activarse para estas músicas, y es el de los canales de comunicación y difusión. Materializada la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el espaldarazo de la Corte para su plena vigencia, la sanción de la Ley de la Música, la creación del Instituto Nacional de la Música, en lo concreto, sin embargo, siguen faltando medios para que esta música se haga escuchar.

La ley, el instituto, la música

La sanción de la Ley de la Música, tras una larga militancia asumida por artistas, productores y demás trabajadores relacionados con el quehacer musical, y con ella la creación del Instituto Nacional de la Música, en 2012, son logros importantes en el camino hacia esas necesarias instancias de difusión para estas músicas. Este año se avanzó en la designación del director del instituto, Diego Boris, de larga militancia en el tema, y en diferentes instancias de difusión y concientización, sobre todo entre los mismos músicos. Se trata de un organismo de fomento que tiene un financiamiento ya asignado en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que, si bien es escaso, abre en lo enunciativo un nuevo horizonte para la industria musical argentina.

En cuanto a la Ley de la Música, su enunciación también entusiasma: prevé la creación de circuitos estables de música en vivo en cada región cultural del país, estrategias que apuntan a la formación integral de los músicos y también a la difusión de la música nacional. El camino, en este sentido, ha demostrado ser de andar más lento que lo que el entusiasmo inicial hacía prever. Un artículo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual –el 65, que refiere a los “cupos de contenido” por parte de los licenciatarios–, por otra parte, indica expresamente que un 30 por ciento de la música que se emite en las radios debe ser de origen nacional, y que la mitad de ese porcentaje debe ser de producción independiente. Un cupo que ya debería ser aplicado por ley, y que actualmente no puede siquiera ser controlado. Uno de los temas que quedará pendiente de resolución para el año próximo, con la creación de un software para poder llevar este control.

Así las cosas, hay que decir que poco y nada de lo que se mencionará en esta nota como lo más destacado del año ha sonado en este año en las radios o en la televisión –y no es que la cronista se haya esforzado por poner el foco en tal sentido–. Sin embargo, estos artistas sí han convocado, en sus shows en vivo, en el boca en boca, en las redes sociales, a un público que sabe demostrar su avidez por estas músicas que reconoce como propias.

Discos notables

Fue un año notable en cuanto a producciones discográficas, tanto por la cantidad como por las marcas que dejaron algunos artistas. Es el caso de Liliana Herrero, que dio un paso más en la definición de su universo estético con la edición del excelente Maldigo, un disco en el que logra poner a prueba, tensar hasta volver particularmente propio, cada tema escogido, con un repertorio que va de Violeta Parra a Miguel Abuelo. En el tango, un exponente de la “guardia nueva”, el cantor Ariel Ardit, editó un disco que es toda una definición de época, de lugar y de principios. Con Yo lo canto hoy, Ardit vuelve a recurrir a la figura de la orquesta típica, creada especialmente para esta producción –con dirección de Andrés Linetzky, otro nombre destacado de esa guardia que, si bien ya no es estrictamente joven, marcó un momento bisagra en el género–. Con esta producción Ardit demuestra que no hace falta escamotear recursos, imaginación ni talento, para hacer un tango que siente propio en tiempo presente y con gran éxito, tanto aquí como en el exterior.

Florencia Bernales, con su apuesta a la canción criolla, entre el tango y el folklore, en su excelente Por la huella. Luciana Jury, cantante, guitarrista y compositora, otra de las voces importantes que marcaron la escena en el último tiempo, con la edición de otro disco que será de larga duración, En desmesura. Liliana Vitale, que volvió a sacar un disco que abre la escucha a la poesía, Al día. El año ha sido fértil en ediciones de mujeres que cantan, y las enumeraciones siempre son, además de caprichosas, incompletas. También se destacan los discos de figuras como Manolo Juárez, que sorprendió con la edición de un disco en formato cuarteto. Y, por otros motivos y en otra apuesta estética, la revalorización de la figura de Ramón Ayala, que este año hasta tuvo su documental, a cargo del reconocido fotógrafo Marcos López, y que en el disco apareció con Cosechero, editado por Los Años Luz, cuya producción logra sacar sus mejores posibilidades.

En el folklore –y siguiendo una enumeración que no puede sino ser incompleta– hay que destacar también una apuesta de producción del santiagueño Horacio Banegas, que editó una caja con un DVD y dos CD, mostrando la polenta de su música en vivo e inaugurando con esta ambiciosa producción su propio sello, Ciudad Desierta. Fue también el año del gran salto para un artista que comenzó su carrera haciendo folklore y que con su último disco, Abel, se instaló definitivamente en una línea pop melódica: Abel Pintos. Fue, de alguna manera, el año de su consagración en cuanto a popularidad, con la cantidad de discos vendidos y de estadios llenos en cada presentación que logró.

Momentos bisagra

Algunos momentos bisagra para el tango y el folklore: un momento de belleza, sin dudas, la actuación de Chango Spasiuk en el Teatro Colón, en octubre pasado. Un concierto trascendente, conmovedor, festivo (también por tratarse de una de las fechas gratuitas de ese teatro). No porque, siendo un artista que hace chamamé, Spasiuk haya “llegado” con este concierto a ningún lado. Sino porque mostró las posibilidades del género, desde el sexteto, que lo acompaña desde hace años, hasta un ensamble de cuerdas, con la dirección y los arreglos de Popi Spatocco y el violín solista de Rafael Gintoli.

Un momento de definiciones: a mediados de año, la Dirección General de Promoción Cultural del gobierno porteño había decidido quitarle el presupuesto a la Orquesta Escuela de Tango Emilio Balcarce, una formación que es todo un semillero de formación de músicos en los diferentes estilos de las orquestas históricas, y por la que ya han pasado, tras catorce años de labor pedagógica, más de 250 futuros tangueros. Ante la virtual desaparición de esta formación de prestigio ganado, fue tal el revuelo que se armó que finalmente el gobierno porteño tuvo que dar marcha atrás con su idea sobre la música y la educación. Una idea que, por otra parte, por estos días vuelve a ponerse en vigencia con el también repudiado despido de Claudio Espector como coordinador general del Programa Orquestas Infantiles y Juveniles, que depende del gobierno porteño. Espector fue el creador de este exitoso programa que suma educación, música e inclusión social –albergó a más de 15.000 alumnos a lo largo de 16 años, la mayoría provenientes de sectores vulnerables–, y que logró sobrevivir a diferentes gestiones. Hasta ahora.

Y, finalmente, un momento para celebrar: el folklore tuvo la continuidad de dos grandes festivales en la provincia y en la Ciudad de Buenos Aires. El primero, el Fifba, ya vuelto marca, en su quinta edición, organizado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires. Y en la ciudad, el Encuentro de Músicas de Provincia, que se realiza por segundo año consecutivo en el Espacio Cultural Nuestros Hijos, de Madres de Plaza de Mayo. Los organizadores lo catalogaron como “noveno” encuentro porque apareció como la continuidad natural de aquel que llevaba adelante la Ciudad de Buenos Aires, con este mismo nombre, y cuya suspensión fue una de las primeras medidas de gobierno en materia de cultura llevadas adelante por la gestión de Mauricio Macri. Tras el corte abrupto de años, la continuidad se evidenció en el entusiasmo y la concurrencia lograda en esta edición.

Aniversarios

Fue además un año de aniversarios de medio siglo, como los que celebraron dos agrupaciones emblemáticas, por diferentes motivos y en diferentes contextos. En octubre, Leopoldo Federico festejó los 55 años de su orquesta, una formación que el bandoneonista supo construir a modo de contención familiar, nutriéndola de diferentes generaciones de grandes músicos. Y que también supo sostener más allá de épocas y circunstancias (aun cuando el descenso del tango en los gustos y la moda del público propuso reducir las formaciones, achicando lo que pasó a ser un “gasto”). El maestro Federico celebró el aniversario con un concierto con invitados como Atilio Stampone, Horacio Ferrer, José Colángelo y Hugo Marcel, y el teatro Maipo terminó quedando chico ante el entusiasmo de sus muchos seguidores.

Otro que festejó fue el Tata Cedrón; en este caso, los 50 años de su cuarteto. Lo hizo con un paquete concierto en el teatro Cervantes, en el que repasó su colaboración con poetas como Raúl González Tuñón, Juan Gelman, Paco Urondo o Julio Cortázar, su partida y su regreso del exilio, aquel mítico Gotán. Además, se editó aquí un registro del Cuarteto Cedrón en vivo, grabado en el Olympia de París.

Por el medio siglo con la música también va Juan Falú, intérprete y compositor fundamental de la música argentina. El lo celebró con tres notables discos, todos editados por B&M, que pasan a formar parte de las mejores ediciones del año. El primero, doble, Zonco querido; de reciente edición le siguieron En vivo, con registros grabados entre 1995 y 2012, y Ronda de amigos, cuyo título alude a la música que en este caso comparte con colegas como Liliana Herrero, Florencia Bernales, Lucho Hoyos, Silvia Iriondo, Luna Monti y Juan Quintero. Estas ediciones tienen el valor de presentar la obra en tiempo presente de un referente contemporáneo, autor de algunas de las composiciones más bellas del cancionero, maestro también de guitarristas e incansable difusor del instrumento.

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Liliana Herrero, un paso más en la definición de su universo estético con el excelente Maldigo.
Imagen: Pablo Piovano
 
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