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Viernes, 11 de septiembre de 2015

MUSICA › CAETANO VELOSO Y GILBERTO GIL EN EL LUNA PARK

Una historia en común

En Dos amigos, un siglo de música los cantautores propusieron, con guitarra y voz, un itinerario que atravesó sus respectivas carreras. Fueron dos horas de clásicos y algunas perlitas.

 Por Karina Micheletto

Caetano y Gilberto en un show que sólo tuvo como factor negativo la acústica del Luna.
Imagen: Julio Martín Mancini.

Dos amigos, un siglo de música. Así presentado, el concierto que protagonizaron Caetano Veloso y Gilberto Gil, el miércoles en el Luna Park (agregaron una función anoche) cumplió con ambas partes de la oración, de uno y otro lado de la coma: la de la intimidad y cercanía que proponen dos que, ante todo, se asumen como amigos, y la de un encuentro que representa, en más de un sentido y por más de un motivo, una épica y una historia fundadora. Solo ellos dos –y nada menos que ellos dos– con sus voces y sus guitarras, propusieron un repertorio que fue dibujando un mapa tangible de esa historia, con muchas de las canciones más significativas de uno y otro –también algunas de ambos–, en un formato al que solo le jugó en contra el estadio escogido para el acontecimiento, un Luna Park siempre complicado para el sonido.

“Back in Bahia”, aquel tema en el que Gilberto Gil habla de un exilio que es parte de la historia que compartieron los dos protagonistas, fue el punto de partida para un concierto que abarcó literalmente toda la historia de los emblemáticos integrantes del Tropicalismo: sonó una de las primeras canciones que Veloso compuso en su vida –”E de manhá”, grabada por su hermana María Bethania en 1964– y sonó también la más nueva que surgió de esa historia común: “As camelias do Quilombo do Leblon”, que ambos compusieron, según contó Veloso, solo un par de semanas atrás, durante esta gira que comenzó por Europa y sigue por Argentina, Estados Unidos y Asia.

La cercanía e intimidad propuesta volvió aun más especial y único el concierto de Caetano Veloso y Gilberto Gil, que por momentos devino en una suerte de guitarreada a la que se invitaba al público a participar –con bailoteo de Veloso incluido– y en otros pasajes mostró la gracia de los arreglos que pensaron para la ocasión, junto a las sutilezas que sabe arrancar Gil a su guitarra.

La increíble voz que conserva Caetano a los 73 años se lució también en este formato, tan opuesto al que lo trajo en sus últimos conciertos, con su eléctrica BandaCê. Como en “Coracao vagabundo”, o en aquella “Tonada de la luna llena” (“Yo vide una garzamora, dándole combate a un río...”), con la que alguna vez trajo para su terreno a Simón Díaz, y a Venezuela, y a su música llanera. Desde aquel Tropicália del 68, tan fundador de la antropofagia que el Tropicalismo levantó como bandera, o aquel “Marginália 2” de Gil, pasando por el Tropicália 2, con el que Veloso y Gil emprendieron la última gira conjunta, en 1994, todo pareció caber en el universo que abrieron los dos cantautores durante unas dos horas de concierto.

Fue un show cargado de mística y de un clima de “único” marcado por el peso específico de las figuras reunidas. Fue redondo ya desde la previa, con la acertada elección de Seba Dorso y Marcos Monk –destacados exponentes de la canción popular argentina actual– como teloneros. Solo una sala poco adecuada para un formato íntimo y acústico, que parece no encontrarle nunca la vuelta al sonido, atentó contra la redondez de la propuesta.

En el repertorio y en los bises que se repitieron hubo inclusiones que sonaron a licencias, como la italiana “Come prima”, que Veloso ya había versionado. Hubo lugar para “Nine out of ten”, para “Expresso 2222”, para la hermosa canción en la que Gil canta “No tengo miedo a la muerte”, para ir hacia las raíces con “Sao Joao, Xango Menino” y hacia el coro compartido con “Odelio voce”, y festivo con “Avisa lá”. Y hubo también lugar para esa versión que llevó al recuerdo de la última vez que Veloso y Gil giraron juntos, veinte años atrás. Ese final de Tropicália 2 en el que también cantan juntos, solo con sus guitarras. “A tristeza é senhora, desde que o samba é samba e asim...”. Esa siempre bella síntesis de lo que significa la música popular brasileña, y el ser brasilero, y buena parte de todo aquello que estos dos señores han venido a romper, y al mismo tiempo a levantar.

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