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Viernes, 11 de septiembre de 2015

HISTORIETA  › UNA NUEVA EDICION DE LA REVISTA FIERRO, MAÑANA CON PAGINA/12

Viñetas con espíritu antifascista

Ya desde la tapa, en la que El Monga Sasturain descarga algunos de los principales iconos del universo del tatuaje, la publicación ratifica su vocación por las buenas historias. Un particular abordaje del Mein Kampf es otra joyita de esta Fierro.

 Por Andrés Valenzuela

En la historia, algunos datos se pasan por alto. Por ejemplo, suele insistirse en que Argentina albergó el mayor encuentro del nazismo fuera de su Alemania originaria. Lo que rara vez se menciona son los esfuerzos de resistencia a su expansión. Una de esas expresiones de resistencia se encontró en periódicos anarquistas, como Argentina Libre y Antinazi. El nuevo número de la revista Fierro, que mañana llega a todos los kioscos junto a Página/12, recupera en un suplemento especial parte de esa producción: las tiras paródicas del Mein Kampf que realizó el dibujante Clément Moreau en 1940 en la primera de esas publicaciones. “Este suple es importantísimo”, celebra el jefe de Redacción de la revista, Lautaro Ortiz. Además, destaca la tarea de restauración que realizó Diego Parés –habitual colaborador de la revista y uno de los principales humoristas gráficos del país– y señala con énfasis el trabajo que acompaña esas páginas, realizado por Horacio Tarcus, del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina (Cedinci). “Las tiras son una suerte de sátira que toma textos del libro”, advierte el editor y anticipa que para leerlas habrá que girar la revista. “Así aprovechamos todo el ancho”, confía.

Este suplemento excepcional forma parte de una publicación sólida que reúne a la mayoría de las series estables de los últimos meses y algunas páginas de humor. Participan, por ejemplo, Lucas Varela con El día más largo del futuro, Juan Sasturain y Juan Carlos Quattordio con Zenitram, Ignacio Minaverry y el propio Ortiz con Matar al tirano, Salvador Sanz con una nueva entrega de Esqueleto, y el humor del marplatense Gustavo Sala y del Niño Rodríguez. Además, regresa a la publicación después de una larga ausencia la notable María Alcobre. La tapa queda para el final del listado, pero no es el último orejón: se trata de una ilustración de un tatuador radicado en España: Pablo “El Monga” Sasturain.

Sobre el particular abordaje del Mein Kampf que encara esta Fierro, Tarcus señala que forma parte de una “profusión de gráfica antifascista”, aunque la producción de Moreau es la única que puede considerarse genuinamente historieta. Su autor fue un alemán exiliado en la Argentina y consideró que el mejor modo de advertir a sus contemporáneos sobre el peligro que significaba el ascenso de Adolf Hitler era, justamente, exponer sus ideas. Para ello Clément recurre a los orígenes del lenguaje y monta sus viñetas como didascalias, pero a diferencia de esas primeras producciones en las que el texto describía el dibujo (o el trazo ilustraba el escrito), aquí el autor lo contradice, lo vuelve paradojal, y así le reconstruye su sentido.

Tarcus cuenta que “las tiras de Mein Kampf aparecieron en el año 1937 en el Argentinisches Tageblatt, el diario de la comunidad alemana en la Argentina, y entre 1939 y 1940 fueron traducidas al castellano y reproducidas por Argentina Libre”. Y un dato llamativo, pero comprensible: uno de sus suscriptores era un tal don Ernesto Guevara Lynch. “Acaso no sea demasiado aventurado conjeturar que su hijo Ernestito haya sentido alguna curiosidad por estos combates antifascistas”, sugiere el investigador. Un dato, aportado por el guionista Diego Agrimbau en una entrevista reciente con Página/12 a propósito de Edén Hotel (también publicada oportunamente en la Fierro), indica que don Guevara Lynch formaba parte de un grupo dedicado a monitorear y mantener a raya la actividad nazi en Córdoba.

La otra pata sorprendente de esta edición de la revista es la portada, en la que El Monga descarga algunos de los principales íconos del universo del tatuaje: hay flores, teatro, demonios, tigres, dragones, una calavera y hasta se sugiere cierto ratón animado que creció hasta convertirse en uno de los grandes oligopolios mediáticos del mundo. “La ilustración estaba basada en un tatuaje de espalda entera que aún tengo en proceso”, confía el Monga. “Me gustó la idea de trabajar con iconografías tan opuestas y paradójicamente tan unidas como los diseños clásicos del tatuaje tradicional”, explica. “Convivieron en una época en la cual el Puto Ratón entretenía a todos esos soldaditos jóvenes y bien peinados que entre risas cavaban, sin saberlo, su propia tumba y la de otros tantos millones de personas”. Y amplía: “Me gustó la idea de poner al Orejudo del otro lado, solo frente al peligro real que habita en la carne, o piel que se achicharra, se quema, o sangra y se desgarra o simplemente desaparece en forma de crucecita blanca formando un infinito cuadro escheriano: me imagino a Mickey en una situación similar en la cual Anthony Burgess somete a nuestro viejo drugo Alex durante su rehabilitación forzosa en La Naranja Mecánica. ¡Enfréntate a tus propios demonios chiquilín!”

Por inevitable formación familiar, el Monga (hijo de Juan Sasturain) se reconoce criado con la historieta como parte de su vida. “Un legado natural familiar”, dice, aunque nunca lo haya ejercido. Tampoco está seguro de qué llevó del mundo de las viñetas al de la tinta y la piel, pero cuando enumera dibujantes, se intuye que puede ser bastante. “En una historieta tienes cierta cantidad de páginas para narrar una historia, tienes un guión al cual tienes que ceñirte, puedes crear diferentes ambientes y modificar el ritmo narrativo, pero en un tatuaje tienes que dejarlo todo muy claro y para toda la vida en lo que dura un solo de Dizzy Gillespie de cuatro compases”, compara. La conexión para quien lo recibe, advierte, debe ser “para siempre” y para quien lo vea “por unos segundos”. La dificultad radica en que “sobrevivan frescos al paso del tiempo”. Quizás no lo sabe, pero ese mismo desafío enfrenta ahora su portada.

“El comic es un bebé en pañales al lado del tatuaje, si lo introduces en un contexto histórico”, plantea el Monga. “Fue una manifestación natural del hombre desde tiempos muy antiguos, da para infinidad de tapas de revistas y creo que podría abordar una tapa de una revista de comics de muchas maneras distintas utilizando iconografía tradicional del tatuaje y contar una buena historia de un vistazo”, propone. De contar historias (buenas) se trata Fierro. Y lo hace desde la tapa.

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