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Viernes, 18 de septiembre de 2015

MUSICA › CARLOS CUTAIA TOCA GRATIS EN LA BIBLIOTECA NACIONAL

Sumergido en la sonoridad del piano

 Por Cristian Vitale

No está de más pero queda corto ya, a esta altura de los tiempos, focalizar –restringir– las teclas de Carlos Cutaia en sus pasados por Pescado Rabioso y La Máquina de Hacer Pájaros, los dos tremendos grupos del rock argentino que integró durante buena parte de los 70. Era joven (20, 25 años) y tenía el mundo por delante. Un mundo que, una década más tarde, le depararía tempranos discos solistas y entre ellos uno clave: Carlos Cutaia Orquesta, publicado en 1985. Tras él, el pianista y tecladista compondría la ópera rock Romeo y Julieta, se dedicaría a vender jingles y volvería en sí mediante personales discos de tangos en alquimia con otros géneros (Para la guerra del tango, Sensación melancólica, BA Ensimismado), pero aquel trabajo de mediados de los 80 fue medular. Y en buena parte, porque representó el comienzo de una simbiosis que, treinta años después, le rendiría un Gardel al mejor álbum de música electrónica, junto a su socio de aquel entonces y de hoy: Daniel Melero. “La verdad es que mi reencuentro con Melero fue muy nutriente en el plano intelectual y musical. Fue un contacto poderoso porque, desde la realización de aquel Carlos Cutaia Orquesta, no fue alterado por el tiempo. El Gardel por Cutaia/Melero significó para mí como un reconocimiento a ese reencuentro y al haber producido música nuevamente”, dice el hombre que alguna vez compuso parte de la música de “Amame Peteribí”, gema del doble de Pescado, y que hoy brindará un nuevo concierto –esta vez como solista– a las 19.30, con entrada gratuita, en el Auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional (Agüero 2502).

Será un concierto al piano, en el que Cutaia mostrará piezas de su nueva experiencia estética, y en el que Melero estará presente a través de la pluma de una canción: “No lo pude evitar”, pieza nodal de una saga que completan “Espacio profundo”, “Evidencia”, “Espectros”, “Rutas antiguas”, “Cuatro piezas para piano” y “El arpegiador”. “Ese tema lo compuse a mediados de los 90 y es sobre la historia de un personaje que vivía en las fronteras de la tonalidad y se proponía descubrir el misterio de las ‘Tres piezas en forma de pera’ de Erik Satie... Un delirio de aquéllos”, explica el músico a Página/12, sobre otro de los anclajes sonoros que se deslinda de una propuesta concebida como la trama de una historia de ficción, que enraíza con el repertorio. “La historia de ficción es un pretexto estructural del concierto y una manera de ordenar una narración musical, pero lo más importante es que se trata de un antiguo deseo que tengo: realizar un concierto sólo de piano. Sumergirme en su sonoridad, sin amplificar, y producir música”, explica el experimentado y experimental músico nacido en 1952. “Otro aspecto es que utilizo los temas como capítulos de una historia, sabiendo que también el concierto es un hecho teatral. El texto de Melero es la letra del tema ‘No lo pude evitar’, que en la proyección aparece como si fueran subtítulos de un film sin imágenes, y está bueno remarcar esto porque las visuales del concierto refuerzan la narración sugerida por el título de los temas.”

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