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Sábado, 26 de septiembre de 2015

MUSICA › VITOR RAMIL PRESENTARA FOI NO MÊS QUE VEM EN LA BALLENA AZUL DEL C. C. KIRCHNER

Una musicalidad para el sur de Brasil

El cantautor grabó un disco doble en el que repasa canciones de todo su repertorio y en el que logró reunir a referentes musicales de Brasil, la Argentina y Uruguay: Fito Páez, Jorge Drexler, Pedro Aznar, Milton Nascimento y Ney Matogrosso, entre otros.

 Por Sergio Sánchez

Buenos Aires amaneció fría y lluviosa. La primavera llegó en el almanaque, pero el clima cálido se hace rogar. Junto con la nueva estación, también llegó Vitor Ramil. Pero a él, el frío no parece sorprenderlo. “En Pelotas también está lloviendo mucho y hace frío”, cuenta el compositor brasileño. En el sur de Brasil, de donde es oriundo, la temperatura es similar a la de Buenos Aires. Ramil –y su música– no coincide con el estereotipo del ser brasileño. Camina sin apuro, reflexiona cada palabra y con la mirada investiga todo a su paso. “Es muy linda la redacción, acá se trabaja como antes”, desliza con un español perfecto, pero con acento portugués, mientras camina por Página/12. El compositor y escritor gaúcho vino al país a presentar su último disco, Foi no mês que vem, un disco doble en el que repasa canciones de todo su repertorio. No se trata de un trabajo más. Ramil logró reunir –”no fue una cosa consciente”, dirá– a referentes musicales de Brasil, la Argentina y Uruguay, y así tendió un puente entre el Río de la Plata y Rio Grande do Sul. Fito Páez, Jorge Drexler, Pedro Aznar, Franco Luciani, Santiago Vázquez, Carlos Moscardini, Milton Nascimento, Ney Matogrosso y el percusionista Marcos Suzano son los invitados que sobresalen. La presentación será mañana a las 21 en La Ballena Azul del CCK (Sarmiento 151). Luciani, Vázquez y Moscardini serán de la partida.

En Brasil, Ramil lanzó un songbook y el propósito era que el disco saliera en simultáneo, para acompañar las partituras. “La idea original era hacer un disco de guitarra y voz para poner en evidencia las melodías, armonías y arpegios. Pero estuve tocando con Moscardini en Portugal y después del concierto le dije: ‘Tienes que grabar conmigo esto, porque está muy hermoso lo que estás haciendo’. No podía hacer un disco de guitarra y voz sin Moscardini. Ahí fue que se me ocurrió invitar a otros músicos, pero no sabía cuántos. No fue una cosa consciente. Después me di cuenta de que había uruguayos, argentinos y brasileños. Pero fue todo muy natural, nunca fuerzo nada. No me preocupo por seguir esa idea del sur, las cosas tienen más fuerza cuando son naturales. Todos los que participaron son muy creativos, tienen lenguajes muy desarrollados. Es una compilación de temas que funciona como si fuera mi propia radio; muchos pueden descubrir con este disco varios temas míos”, explica Ramil, quien editó su primer trabajo en 1981. “Mi música no suena en la radio, no estoy en la tele, entonces es como un flashback de mi propio trabajo. Fue un desafío volver a grabar los temas. Es como una síntesis más amplia que la idea original de guitarra y voz”, sostiene el músico de 53 años.

“Milton es un ídolo de mi adolescencia, es un músico muy importante en mi formación. Prácticamente aprendí a cantar escuchándolo”, cuenta Ramil y dice que tampoco había grabado con Luciani y Fito. También participan en el disco su hija Isabel Ramil (en “Noa noa”), su hijo Ian (en “Passageiro”), y sus hermanos Kleiton y Kledir (“Noite de Sao Joao”). No faltan en el álbum piezas que evidencian su enorme sensibilidad y capacidad creativa: “Estrela, estrela”, “Viajei” (con Drexler), la milonga “Deixando o pago”, “Satolep”, “Foi no mês que vem”, “Loucos de cara”, “A Beça” (Con Aznar), “Invento” y la contundente “Ramilonga” (“Chove na tarde fria de Porto Alegre”, canta Ramil), entre otras. Incansable, prepara dos discos para 2016: uno con la poeta Angélica Freitas y otro con canciones propias.

–¿El hecho de tocar milongas y música del sur de Brasil le hizo el camino más difícil?

–No, al contrario. Yo componía milongas desde muy joven. La primera fue con 17, el tema que grabó Mercedes Sosa, “Siembra”. Después empecé a musicalizar los poemas de Borges y a componer milongas. Pero en un momento me di cuenta de que las milongas estaban como en un mundo aparte para mi mundo de música brasileña, y sentí que había toda una indefinición mía del estilo, de qué hacer. Me pareció que no podía ser así, que esas cosas tenían que dialogar, que una tenía que influir a la otra, y de ahí tenía que salir un lenguaje. Entonces, hice el disco Ramilonga, donde grabé varias milongas, pero le sumé la formación de música brasileña, la manera de cantar, todo eso. Intenté sacar a la milonga del lugar del folklore, de un lugar solemne. Cuando empecé a hacer eso, empecé a fusionar las cosas en esencia. Intenté encontrar un lenguaje de síntesis. Mucha gente me entendió a partir de eso, sobre todo en el norte de Brasil. La gente pudo hacer un recorte de esa parte de Brasil; es un lugar en el que tenemos más fronteras con los países latinos que con Brasil. Más del 50 por ciento del estado está ligado a la Argentina y a Uruguay. Eso es muy fuerte, esa condición de frontera siempre habló mucho de nosotros.

–Es una parte de Brasil menos conocida en el mundo, menos transitada musicalmente.

–Para la gente en general, en Brasil cuando miraban al sur lo que veían era la música más folklórica. Era como si en el sur de Brasil sólo hubiera folklore, no hubiera una música urbana, contemporánea, como si fuera una cosa aparte. La generación de mis hermanos ya venía trabajando ritmos de la región, con el rock y hacer fusiones. Soy parte de un proceso. La generación de mi hijo ya no se preocupa mucho por eso, es un piano que ya fue cargado. La generación anterior pudo trabajar con eso, distensionar, porque un género si está preso del folklore desaparece, deja de ser. Pero si sigue vivo, si emociona, si conmueve a la gente, se mantiene por si mismo, la gente lo vuelve a hacer de otra manera. Es muy curioso porque muchos jóvenes acompañan mi música y hacen las canciones entre el mundo de la milonga y otros mundos, desde los Beatles hasta Radiohead. O el de la música erudita. Entonces, en un momento Bach se conecta con Yupanqui, que se conecta con Radiohead: es interesante jugar con todo eso. Pero no mezclar cosas puramente; hay que hacer todo un trabajo riguroso, conocer los lenguajes.

–Su libro Estética del frío ya tiene una década de existencia. ¿Qué sentido toma en la actualidad?

–No dejo de sorprenderme con ese concepto, con la fuerza de la expresión. Me surgió en un momento, cuando vivía en Río de Janeiro, que me di cuenta la imagen que el mundo tenía de Brasil: la de un país tropical. Esa imagen hablaba muy poco de nosotros en el sur de Brasil, y nosotros contribuimos muy poco para que esa imagen no fuera así. Entonces, me di cuenta de que no teníamos una estética del frío que hablara de nosotros. Y después empecé a preguntarme cómo sería esa estética, cómo encontrarla. Sigo en ese proceso de búsqueda, es una pregunta que está volando. La gente entiende inmediatamente qué es la estética del frío. Muchos empezaron a reflexionar sobre eso, a escribir y componer. En primera instancia, quise mirar a mi lugar desde Río, donde vivía:, entendernos, intentar entenderme, luchar contra el estereotipo de ser brasileño, de ser gaúcho; en qué medida esos estereotipos limitan. Me di cuenta de los preconceptos que tenía, no me permitía componer bossa nova o samba. Empezó un proceso de liberación. Borges decía que los argentinos tenían derecho a Shakespeare, a la tradición occidental. Entonces yo pensaba que tenía derecho a la tradición brasileña, ya que me formé escuchando a Caetano y a otros músicos tropicalistas. Pero también me di cuenta de que había una particularidad en el sur y de que eso tenía que aparecer en mi música de una manera más evidente. Uso la milonga como un filtro para las informaciones, empiezo a buscar un lenguaje síntesis; es todo un trabajo que empiezo a hacer conmigo mismo, con mi música, sin pretender imponer nada a la gente. Lo interesante es que apareció una mirada para el sur de Brasil. Una vez un periodista me preguntó cómo me sentía trabajando al margen del centro, haciendo una música marginada. Y eso no me gustó. Le respondí que no estaba al margen de un centro, sino que estaba en el centro de otra historia. Entonces, me pareció que era un movimiento de afirmación importante: nosotros aquí, en este canto de Brasil, en este rincón del país, con estas características fronterizas, con este mundo de informaciones que vienen de Uruguay, la Argentina y Brasil. Un lugar hecho de guerras, de disputa colonial. Sigo buscando esa musicalidad.

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“Intenté sacar la milonga del lugar del folklore, de un lugar solemne”, afirma Vitor Ramil.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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