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Jueves, 20 de septiembre de 2007

MUSICA › EL DUO COPLANACU INAUGURA EN BUENOS AIRES SU LEGENDARIA PEÑA

La mística coscoína se muda a Pompeya

 Por Cristian Vitale

A Julio Paz se le cae de los ojos un gesto altivo, seguido de un santiagueñismo vocal y vital: “Ha visto, lo hicimos”. Al fin, luego de diez años de éxito ininterrumpido como peña ladera del Festival de Cosquín, el Dúo Coplanacu logró transplantarla donde dicen que atiende Dios. “Hemos estado años buscando lugar, es muy caro Buenos Aires. Complicado. Pero valió el esfuerzo”, dicen. La patriada será realidad mañana a las diez de la noche en el Salón Sur (Avenida Sáenz 459) y se proyecta como una reproducción bastante fiel de la coscoína: mismo presentador, misma escenografía y mismos artistas. “La idea es hacerla itinerante –informa Paz–. Pretendemos reinventar el clima, el espíritu festivo y el color que se da todos los años en Cosquín.” Para el primer convite en Capital, los Copla se aseguraron la presencia de tres números históricos: Gustavo Chazarreta (crédito cordobés), Emiliano Zerbini, un riojano que lleva la chaya inserta en la sangre, y el grupo jujeño Inti Huayra, que aquilata como un trofeo haber teloneado a Manu Chao en su última gira por Argentina. “La Capital tiene que generar un espacio para el folklore, y creo que se está dando solitariamente. Casi como una necesidad de la gente...”, señala Roberto Cantos, la otra pata del dúo.

–¿Piensan esta ciudad como un lugar ajeno al folklore?

Julio Paz: –No sé. Acá, a veces las propuestas mediáticas rigen un poco la comercialización. Capaz que ahora, ante tanta ausencia, se haya generado la necesidad de espacios folklóricos. Pero eso pasa en Capital nada más. Nosotros tocamos en González Catán, José C. Paz o Berisso para diez mil personas. Es un fenómeno ignorado, pero existe, ¿ha visto? Son fiestas que duran desde el mediodía hasta la noche y convocan familias santiagueñas, correntinas o tucumanas, que van a escuchar su música. A nosotros nos sorprende, porque siempre hemos ido trabajando para un público medio intelectual, clase media, universitario.

Roberto Cantos: La realidad cultural tiene diferentes capas y la más superficial es la de las publicidades. La empresarial y mediática. Pero en otra capa pasan un montón de cosas. Todo lo que ocurre en el interior pasa, y no repercute en los medios. ¿Alguien se entera de que el circuito folklórico del conurbano mete 30 mil personas por fin de semana?

Paz y Cantos parecen dos seres fundidos en uno. No sólo por la estética –pelos largos, canas raídas, barbas frondosas–, sino por una trayectoria, que ya lleva 22 años, con presencia en los festivales más importantes del país y siete discos grabados en forma independiente. “No nos gusta hacer discos a presión. Hay gente que se interna diez días, graba y listo. Nuestro proceso es más lento”, remarca Cantos, justificando las razones de una discografía poco prolífica.

–Alguna vez los identificaron como “los Redondos del folklore”. ¿Qué entidad le dan a la comparación?

J. P.: –La diferencia entre el rock y el folklore es estética, no ideológica. Ya no son géneros antagónicos. Yo toco folklore, pero me gustan tanto Los Redondos, Arbolito, Pedro Aznar, algunas cosas de Charly García, Divididos, Luca Prodan como Caetano Veloso, el hip-hop brasileño, el flamenco y tantísimos artistas de folklore.

R. C.: –La ortodoxia es mediocre. En la música vale todo, de ahí saldrán productos genuinos o no. No hay fusión, falta mucho para eso, pero sí una apertura mental importante en los músicos y en la gente.

–¿Cómo influye este gusto por otros géneros a la hora de componer?

J. P.: –Hay dos aspectos. Por un lado, el de la apertura mental. Nosotros estamos abiertos a cualquier género que nos sensibilice. El otro es que el folklore es lo que mejor nos sale, nuestra materia. Entonces, el resultado de nuestros discos siempre es ese, no nos cabe hacer otras músicas. Esto no niega que otros géneros te agranden la paleta. A mí, Pink Floyd me abre el mate para poder sensibilizarme con la parte más honda de una chacarera, una vidala o una zamba.

R. C.: –Igual, desde todo este eclecticismo, caer naturalmente en la ortodoxia puede llegar a ser superador. Nosotros hicimos un disco con guitarra, bombo y violín que, ante las propuestas que había con batería, bajo y qué sé yo, parecía moderno. Caetano mismo hizo un disco sólo con guitarra, y es una maravilla. Volver a la pureza puede ser superador.

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