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Sábado, 13 de febrero de 2010

LITERATURA › OPINION

Prosa brillante y patinazos políticos

 Por Silvina Friera

El Mick Jagger de las letras inglesas es un flamante sexagenario seductor, ácido y soberanamente revulsivo, cuyas obras cambiaron de manera radical el paisaje literario británico. El celebrado y sarcástico ingenio de Martin Amis, y su infatigable ironía (a la que habría que adosarle una irritante arrogancia), están a la orden del día. Ha provocado mucho ruido y furia con su prosa quirúrgicamente incisiva, por momentos brillante, si convergen y se retuercen lo sublime y lo soez, lo “alto” y lo “bajo”. Pero cuando abre la boca y dispara a diestra y siniestra con la gruesa munición de sus opiniones políticas, el autor de Campos de Londres, La flecha del tiempo, Perro callejero y los agudísimos ensayos de La guerra contra el cliché, a veces trastabilla y cae mal parado en esa masa de sentido común que intenta combatir desde la escritura. Además de escuchar sus diatribas contra el fundamentalismo islámico, al que califica de “aburrido” (tampoco se salva del aburrimiento el multiculturalismo políticamente correcto), sus ocasionales interlocutores podrán apreciar su dentadura “perfecta”, que pagó con el dinero que recibió por su novela La información. No es el único del gremio que ha padecido la tiranía de la estética por el convulso y cambiante interior de su boca: Nabokov y Joyce también tuvieron problemas con los dientes (o la ausencia de ellos).

“La comunidad musulmana tendrá que sufrir hasta que ponga en orden su propia casa. ¿A qué sufrimientos me refiero? A no dejarlos viajar, limitar sus libertades, registrar a todos los que tengan aspecto de originarios de Oriente Medio o Pakistán...”, declaró Amis en agosto de 2006, en una entrevista con The Sunday Times. El crítico literario Terry Eagleton lo acusó por “perseguir y humillar” al conjunto de los musulmanes para que “vuelvan a casa y enseñen a sus hijos a ser obedientes al hombre blanco”. No era la primera vez que Eagleton lo atacaba. “Amis hijo ha aprendido de Kingsley, un racista y patán antisemita, borracho que vilipendia a las mujeres, los homosexuales y los liberales, algo más que hacer una frase bonita”, escribió en la introducción a su Ideología. “El tipo que me atacó es de la vieja izquierda –se defendió Amis sin nombrarlo–. Es marxista. Y mi padre perseguía ese tipo de cosas. El tipo que yo trato de perseguir es también de izquierda blanda, es un apologista. Tiene una postura ‘moralmente superior’. Yo me considero de izquierda, pero de izquierda racional, de izquierda realista.”

Con su esposa Isabel Fonseca vivió un tiempo en San Ignacio, Punta del Este, y prometió hace un tiempo visitar Buenos Aires para la Feria del Libro. Fanático de Borges, con su amigo Ian McEwan leyó extractos de “Las ruinas circulares” y de “Funes, el memorioso” en un homenaje que le hicieron al escritor argentino en la Biblioteca de Londres. “La droga ideal para un escritor es la marihuana, es lo mejor para atrapar las ideas que flotan a tu alrededor, pero tenés que fumarla cuando tomás notas, no durante la redacción definitiva del texto –ha dicho el escritor–. En todos mis libros he utilizado la marihuana porque deja volar el inconsciente. El inconsciente es muy importante para escribir.” No faltarán quienes le pidan, íntimamente, que recurra a su costumbre y se fume un buen porro para que su pensamiento vuele un poco más alto cada vez que opine sobre política.

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