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Martes, 21 de octubre de 2008

CINE › DANIEL HENDLER Y SU ENTUSIASMO CON LOS PARANOICOS, DE GABRIEL MEDINA

“No retrata a un perdedor”

El actor señala que componer a Gauna significó “conectar con mi parte más fóbica y resentida” y analiza la manera en que el director, que lo enamoró desde la misma lectura del guión, fue construyendo el universo en el que se mueve.

 Por Oscar Ranzani

Después de un largo trayecto por el universo Burman y de su debut como protagonista en la TV con Aquí no hay quien viva, Daniel Hendler trabajó a las órdenes del debutante Gabriel Medina en Los paranoicos, uno de los films más comentados en el último Bafici, que se estrena este jueves. Allí, el actor de El abrazo partido compone a un personaje depresivo, inseguro, fóbico, poco afecto a las relaciones sociales, pero no por eso poco ambicioso. Podría decirse que Luciano Gauna es un exponente de una generación treintañera en crisis. Además, es un guionista frustrado. Difícil de clasificar en un género estricto –lo más cercano sería una especie de “comedia melancólica”, pero la trama es lábil–, Los paranoicos muestra a Luciano Gauna ganándose la vida de algo que no le gusta y con el que tiene poco feeling: se calza un traje de muñeco en fiestas infantiles. Hasta que entra en escena un guionista exitoso: Manuel (Walter Jakob), amigo de Gauna, que triunfó en España gracias a la serie Los paranoicos, donde uno de los personajes está inspirado nada menos que en Gauna. Pero Manuel no llega solo a Buenos Aires, sino con su novia Sofía (Jazmín Stuart), que establecerá un sutil juego de seducción con el depresivo, amante de la marihuana. Otra de las características de Gauna es su personalidad indecisa pero, en determinado momento, deberá elegir y jugarse por algo que no conviene revelar.

Hendler cuenta que cuando le llegó el guión le “encantó” y le dieron muchas ganar de participar en el proyecto. “Me reuní con Medina y entendí que él tenía sus dudas sobre mis posibilidades para hacer el personaje. Después de esa reunión, le pregunté qué canción era la que bailaba mi personaje. Me dijo ‘El féretro’, de Todos Tus Muertos. Me la bajé y me hice un autocasting: me grabé bailando y se lo mandé. Una hora después de la reunión, él tenía como una pruebita que me hice. Me parece que lo conmoví por mi evidente interés más que por mi destreza, porque la verdad es que me gustó mucho el guión y me daba mucha confianza Medina”, señala el actor.

–¿Los paranoicos es como una especie de fresco de la gente de treinta y pico, representantes de ciertos modelos de vida urbana?

–Puede ser. Creo que también lo urbano es quizá como una casa muy grande para el universo de estos personajes. Pertenecen a un sector sociocultural que me parece que es mirado sin miramientos. En ese sentido, Medina es muy realista con un entorno que él conoce y también tiene una mirada romántica pero, a veces, cuenta cosas con una crudeza o con una manera tan directa, concreta y específica que nos descoloca. Es como que nos mete en un clima y, por otro lado, muestra una realidad de una manera muy natural y directa. En eso también radica un poco el encanto de la película. Por un lado es un fresco sobre algo muy concreto y, por otro, te mete por momentos en una cosa hasta onírica. A veces la trata de manera hiperrealista y, de golpe, juega con ciertos géneros. La película tiene a veces climas de thriller y pasajes de comedia romántica. Sin embargo, constantemente vuelve a contar cosas de una manera muy concreta y cruda sobre un entorno específico.

–¿Es una película que apunta a una generación específica o puede llegar a público de edades muy diversas?

–Bueno, sin duda el productor pretende llegar a un público de edades muy diversas (risas). Creo que todos los que participamos también creemos en esta película más allá de la identificación con los personajes. Digo, cuando una película está bien contada y es una historia interesante, rompe las fronteras de lo generacional para transformarse en una historia universal o al menos abierta a todo tipo de público. Yo sé que hay gente a la que no se la recomendaría. Pero también sé que es una película de la que me siento orgulloso y que puede ir a verla cualquiera: aunque le guste mucho o no le guste, considero que es interesante y honesta. En lo personal, la encuentro también divertida: me causa gracia y me emociona.

–Medina sostuvo que el personaje y ciertas situaciones tienen rasgos autobiográficos. ¿Qué le solicitó, entonces? ¿Le aportó una mirada propia?

–En ese sentido es muy generoso, es un tipo que expone todo. Ya el hecho de que admita que es algo autobiográfico habla un poco de eso. El trató siempre de explicar con todos sus recursos qué es lo que él creía que le pasaba al personaje y, más allá de lo que él intentara explicar, se expresaba de todas las maneras posibles, por los poros. Durante el rodaje estuvo en un estado hiperexpresivo y muy contenedor con todos los actores y el equipo.

–¿Y cómo trabajó la psicología del personaje?

–En lo que es la psicología en términos más técnicos, tuve una reunión con un psicólogo. Ya que uno hace una película que se llama Los paranoicos, ¿por qué no adentrarse un poco en el tema de qué es ser un paranoico? No sé de cuánto me sirvió, pero siempre viene bien saber dónde uno está metido. Y después, bueno, como siempre hay una parte que es de observación. Ahí aparece también, a veces, una parte de imitación con referentes concretos. Uno de ellos era Gabriel Medina. Está bueno no tener un único referente porque eso te limita mucho y porque hay escenas en las que el referente no te alcanza como motor o no te arroja las respuestas necesarias para atravesar una escena. Hay que tener distintos referentes. Pero, sin dudas, el más claro era Medina. Y después, hay una parte que tiene que ver con dónde uno conecta más con el personaje y por dónde uno se identifica más con él. Yo, probablemente, conecté con mi parte más fóbica y resentida. Son dos características del personaje que intenté entender también como punto de partida para acercarme a él.

–Y artísticamente, ¿cómo es el proceso de construcción?

–Eso depende un poco del director y del momento que uno esté pasando y de lo que se le ocurra para cada caso. Siempre son motores que uno se pone como punto de partida. En este caso, fueron referentes musicales. Por ejemplo, canciones que yo sabía que el personaje escuchaba y que, de repente, estaba bueno entrar en contacto con esas canciones, tratar de familiarizarme. Después hubo lectura de guión, de textos, encuentros con Medina. También nos juntamos bastante a ensayar con Jazmín y con Walter algunas escenas, improvisamos algunas situaciones. No hay un momento en que uno diga: Bueno, esto está ya construido, pero uno se empieza a acercar. Y después está el momento en que uno llega al set, se viste como el personaje y mira la locación donde vive ese personaje, y todo lo que uno estuvo pensando, de golpe, se vuelve algo concreto. Por lo tanto, también todo se transforma un poquito. Incluso, cuando te cortan el pelo. De a poco te empezás a acercar a algo, y en el momento en que se prendió la cámara por primera vez y se imprimió el primer plano, se dice Bueno, ahora hay una parte del personaje ya en el celuloide. O sea, lo que viene a partir de entonces es ir a completar y a profundizar sobre eso. Estamos saludablemente atados a ese primer plano que se dio por hecho.

–¿Por qué Gauna es un guionista frustrado?

–Creo que también es un tipo con bastantes ambiciones y pretensiones y un poco obsesivo. A veces, a estos personajes les cuesta dar el primer paso porque tienen muchas expectativas de sí mismos. Muchas veces también tienen un alto grado de narcisismo, aunque parezcan súper apocados y tímidos. Entonces, no se ha animado a dar el primer paso porque el primer paso significa para él un gran salto. Se va poniendo trabas de distinto tipo para no darlo. La película cuenta un poco cómo el primer paso es un gran salto para este personaje. Es frustrado porque él mismo se va impidiendo dar ese primer paso.

–¿Considera que Gauna es lo que se denomina “un perdedor”?

–No. Creo que la película, en todo caso, inicialmente puede ser que lo tome como un perdedor y lo mire desde ese lugar, pero también lo va transformando en un ganador. No es la película sobre un perdedor ni sobre un ganador. En todo caso, trata sobre esa transformación, sobre ese cambio en el personaje.

–Teniendo en cuenta que Manuel es exitoso en lo que hace, ¿se lo puede ver como la contracara de Gauna o aun así tienen cosas en común?

–Sí, tienen muchas cosas en común. Si bien, en principio, Manuel puede ser visto como el villano de la película, también yo le reconozco a él cierta transparencia en aspectos que Gauna esconde. Por ejemplo, ambos son ambiciosos, cosa que no es una mala palabra, pero en Gauna está completamente reprimido. Y ambos son muy narcisistas y competitivos. En Gauna no sólo está reprimido, sino que, quizá, también está manifestado en resentimiento.

–¿Y en el caso de Manuel?

–Es todo más transparente. Es un tipo que se anima a transitar un camino de liderazgo y a portar la etiqueta de exitoso, con todo lo que eso implica. Hay cierto coraje y generosidad en Manuel, aunque, por supuesto, por cuestiones de género cinematográfico, la película lo ubica con cierto humor en el lugar del villano.

–¿Qué despierta en Gauna el hecho de que Manuel se haya basado en su personalidad para construir un personaje de similares características en la serie que escribió?

–Bronca. Pero como decía al principio: Gauna se prepara para el gran salto, y cualquier elemento de su vida que haya sido usado antes que él se decida a pulirlo cual piedra preciosa, es visto por él como un hurto a su intimidad. Pero en realidad lo que se cuenta de él en esa serie ni siquiera es algo que sea muy íntimo ni muy real tampoco. Es una simple mirada graciosa sobre un aspecto del personaje, pero él considera tener un potencial de piedras preciosas y se siente ultrajado.

–¿Qué es lo que le atrae a Sofía de Gauna que se presenta como un tipo que le resulta difícil relacionarse con otras personas, muy cerrado, con poco diálogo...?

–Eso yo no lo entiendo tanto y le preguntaba eso mismo a Medina y a Jazmín. Ellos decían que no me preocupara, que sí había motivos (risas). Son dos almas que se encuentran, que necesitan algo en común, que están un poco opacadas por algún motivo y en la mirada del otro encuentran ese brillo que le falta. Hay algo de eso. Se pueden provocar el uno al otro cosas que otros no les pueden provocar. Y se atraen en ese sentido.

–¿Gauna expone una personalidad en su intimidad que censura en su vida social?

–Sí. Al menos lo que el espectador tiene acceso a ver en la película como un voyeur es la fantasía de este Gauna que se muestra tan tímido y tan poco abarcativo, expansivo. Accedemos sí a esa fantasía de ser un rock star, por ejemplo. Y a esa bronca que, a veces, explota por otros lados y que él se encarga de ocultar.

–A pesar de todo eso, ¿Gauna es un tipo que tiene sueños?

–Sí. Todos tenemos deseos. El tema es qué nivel de conciencia hay sobre esos deseos. Este es un personaje que yo creo que tiene plena conciencia sobre sus deseos que, en un punto, es también un estratega reprimido. Tiene deseos bastante claros que, como decía al principio, no se anima a perseguir o a dar el primer paso para conquistarlos. Y la película cuenta un momento que lo obliga o lo impulsa a dar ese paso.

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“Me parece que conmoví a Medina por mi evidente interés más que por mi destreza. La verdad es que me gustó mucho el guión.”
Imagen: Pablo Piovano
 
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