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Viernes, 2 de enero de 2009

CINE › BEN X, DEL DIRECTOR BELGA NIC BALTHAZAR

Angustia teen en tamaño XL

La película pone el foco en un adolescente aislado del mundo exterior, que apenas se relaciona con sus congéneres pero cobra vuelo a través de un juego de computadora. El planteo es interesante, pero la resolución no ahorra golpes bajos.

 Por Horacio Bernades

“Genuina y shockeante”, dirán algunos. “Falsa y manipuladora”, contestarán otros. Lo más posible es que, aunque suene imposible, ambos tengan razón. Basada en el caso real de un adolescente al que su autismo y la intolerancia ajena pusieron al borde mismo del suicidio, la ópera prima del belga Nic Balthazar (versión fílmica de su propia novela y obra de teatro, inspiradas en ese caso) logra poner al espectador en el traumático, casi irrespirable lugar del protagonista. Ciertas decisiones narrativas, sin embargo, hacen sospechar que a Balthazar lo mueve tanto una genuina voluntad de empatía como la de manipular sin reservas al espectador. Hasta que en el último tercio de película se termina echando mano de uno de esos golpes bajos que, de tan ostentosos, pueden resultar casi descalificatorios.

“Síndrome de Asperger”, dictamina uno de los médicos y psicólogos que atienden a Ben, antes y después de un desfile de profesionales que nunca da en el clavo. Adolescente en los últimos años del secundario, Ben cumple una mínima actividad social (desayuna con la mamá y el hermano, anda por la calle, va al colegio), pero sufre de un retraimiento patológico que lo lleva a un mutismo total. Ben no reacciona cuando la mamá le da los buenos días, ni cuando en plena clase, uno de los dos o tres pesados del cole le tira algo por la cabeza (tampoco las autoridades parecen reaccionar ante esto, pero ése es otro tema). Aun cuando el mundo exterior no se muestre hostil (algún profesor comprensivo, algún compañero leal, la acosadora solidaridad de la madre), en su fuga desesperada de lo real Ben no parece en condiciones de diferenciar amigos de enemigos.

La fuga de Ben tiene nombre: Archlord, juego de compu en el que el muchacho, de tanta frecuentación, ha llegado a niveles altísimos. En el reino de Silancium Ben se ve a sí mismo como príncipe a caballo, sublimando, entre corazas y espadas, las derrotas que el mundo le inflige. En esa fantasía medieval cuenta con su único aliado: la princesa Scarlite, con quien se comunica vía chat. Para narrar el mundo interior del protagonista, que permanece opaco ante los demás, Balthazar recurre a todos los medios. Desde largos soliloquios hasta las imágenes del videogame, pasando por el tecno que el muchacho oye en su iPod (gentileza del músico belga cuyo nombre artístico es Praga Khan). Que la película esté narrada desde una primera persona absoluta tal vez legitime la hostilidad paranoide en la que el film se va adentrando. Y que incluye una cuasi vejación escolar (filmada por celular, por supuesto) y el ataque del par de pesados, que le harán tragar por la fuerza una pastilla de éxtasis. Unico momento en que Ben habla, compulsivamente y entre escupitajos de baba.

¿Es Ben X un film sensacionalista? Seguramente, y mucho más al final, cuando induce la idea del suicidio, sin reparar en el cómo ni en el cuánto. Antes de llegar a ese extremo ya se habían registrado alarmas. La primera es el recurso al falso documental, cuya única justificación parecería ser la de servir como herramienta de suspenso. La segunda, las referencias religiosas, que van desde un arma–crucifijo hasta una clase de teología en la que se asocia a Ben con Cristo, sin sutileza de por medio. Esas referencias se consuman en la secuencia culminante, cuando alrededor del protagonista un contraluz lumínico dibuja alas de ángel. Finalmente, la aparición de una salvadora (¿habrá que escribirlo con mayúscula?), que, como indican las más trajinadas convenciones hollywoodenses, para ser creíble deberá ser hermosa.

¿Es entonces Ben X una película descartable? No, porque ni el mundo ni el cine suelen dar muchas oportunidades de ser parte de la subjetividad ajena. Esta película lo busca y lo logra, apelando a herramientas genuinas. Poder meterse, aunque sea por un rato, en la cabeza de un chico que vive la angustia adolescente en versión XL no es algo para despreciar. Aunque el contexto mueva a hacerlo con pies de plomo. No sea cosa que a uno lo quieran volver cristiano sin haberlo pedido, o, al peor estilo Disney, le vendan una muerte que al final resulta que no es.

6-BEN X

Bélgica, 2007.

Dirección y guión: Nic Balthazar, sobre su propia novela y posterior obra de teatro.

Fotografía: Lou Berghmans.

Música: Praga Khan.

Intérpretes: Greg Timmermans, Laura Verlinden, Marijke Pinoy, Pol Goossen, Titus De Voogdt y Maarten Claeyssens.

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Ben X es un film sensacionalista, pero no tanto como para considerarlo descartable.
 
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