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Miércoles, 20 de mayo de 2009

CINE › GUSTAVO POSTIGLIONE Y SU PELíCULA DíAS DE MAYO

Otras imágenes del Rosariazo

El director ubicó en el contexto histórico del ’69 una historia de amor entre dos manifestantes que se conocen en medio de la represión policial a la revuelta de estudiantes y obreros. “Está reflejado algo de la juventud de aquel momento”, dice.

 Por Oscar Ranzani

Si bien la historia no le guardó un lugar de privilegio, como sí ocurrió con el Cordobazo, en mayo de 1969 se produjo el Rosariazo, una serie de manifestaciones y revueltas políticas que marcaron a fuego aquellos días convulsionados en la ciudad donde se levantó el Monumento a la Bandera. Ocurrió durante la dictadura de Juan Carlos Onganía y participaron estudiantes y obreros. El cineasta Gustavo Postiglione eligió para su nuevo largometraje, Días de mayo, ese contexto histórico y político como trasfondo para contar una historia de amor entre dos jóvenes que se conocen en medio de la represión policial: Laura, una militante universitaria, estudiante de Letras y con intenciones de ser actriz, y Pablo, un fotógrafo independiente que realiza documentales. El director de El asadito señala que no quería centrarse “en la cronología del acontecimiento porque para eso era mejor hacer un documental”, sino que le parecía más interesante “que la historia grande fuera el trasfondo de la pequeña historia y, a partir de lo individual, conectar con lo colectivo”.

En Días de mayo –que se estrena este jueves coincidiendo prácticamente con los cuarenta años del Rosariazo–, Postiglione trabajó con imágenes en blanco y negro y convocó, en su mayoría, a un grupo de actores provenientes de escuelas rosarinas, y a dos figuras nacionales como Darío Grandinetti y Antonio Birabent. Si hubiera que sintetizar a través de la combinación de dos palabras el espíritu de Días de mayo, el resumen sería “amor más ideales”. “Está el tema de los ideales puesto en la generación pero también el romanticismo o el amor que se traduce de ahí. Por un lado, un amor a las ideas y también el del enamoramiento. En algún momento, entra en contradicción en la película esa cuestión: ¿con qué amor me quedo? ¿Cuál es el amor que me conviene? ¿Cuál es el amor que debo seguir? El conflicto de Días de mayo pasa por ahí”, asegura el realizador.

–¿Se propuso reflejar también cómo era la juventud en aquella época?

–No sé si la juventud en términos generales. Una parcela o algo de la juventud de aquel momento está reflejado. Quizá, por la característica del momento podríamos decir que lo representativo era la juventud que se movilizaba y de la que forman parte estos personajes. Hay un retrato sin querer ser muy preciso.

–El film parece expresar hasta qué punto el contexto político incide no solamente en los grandes cambios en la sociedad, sino también en lo cotidiano. ¿Es así?

–Eso era algo que me interesaba en relación al relato: de qué forma el entorno modificaba las relaciones personales. Algo que quizás era más común en ese momento que hoy, donde si bien el contexto político-social influye, no condiciona una relación de pareja o una amistad. En ese momento, los ideales estaban tan puestos por delante que me parece que el contexto cuestionaba permanentememte tu cotidianidad. Intervenía. Entonces, de alguna forma, tenías que reaccionar ante ese entorno.

–Teniendo en cuenta que el lugar es determinante para la historia, ¿hasta qué punto la película logra trascender la identidad local?

–Eso depende de las miradas. La identidad local está muy marcada pero también el conflicto es, en cierta medida, universal. Y universal no solo en términos de historia de amor entre una chica y un chico sino también en relación con el conflicto generacional. Hay un traslado que se puede hacer: años antes o después pasaban cosas similares en Francia, Estados Unidos, México, como las revueltas o todo lo que fueron los acontecimientos sociales de rebeliones que, en aquel momento en el mundo, coincidieron.

–¿Por qué cree que el Rosariazo no llegó a ser tan conocido, a diferencia de otros acontecimientos políticos que tuvieron un lugar de privilegio en los libros de historia?

–El Rosariazo fue anterior al Cordobazo. Y el Cordobazo es lo que ha quedado más grabado en la memoria colectiva. Pero también hay una cuestión que tiene el Rosariazo que es una de las características por las cuales quizá quedó más relegado en la historia: fue una manifestación espontánea de características anónimas, en el sentido de que no había líderes muy reconocibles sino que fueron los estudiantes, los laburantes, la clase media. Fue una cosa que salió de la gente y explotó. No estuvo organizada en términos políticos partidarios o gremiales. El Cordobazo tuvo una organización mucho más planificada. Había figuras como la de Tosco u otros dirigentes gremiales que eran referentes sociales importantes. No es que en Rosario no los hubiera sino que, a lo mejor, no tenían ese reconocimiento en términos nacionales.

–¿Por qué decidió trabajar prácticamente con actores locales para los personajes principales?

–Tenía la alternativa de trabajar con actores conocidos, pero me parecía que, por el tipo de película, de protagonismo que tenía que tener, y por el hecho de que transcurriera en una ciudad que no era Buenos Aires, los protagonistas tenían que ser lo más creíbles posible. Por lo tanto, las caras tampoco tenían que ser conocidas. La idea es que se identifique al personaje en el cuerpo del actor y no que el actor esté por delante del personaje, como sí hubiera ocurrido con una cara conocida. Por otra parte, también tenía ganas de trabajar con suficiente tiempo con los actores, con mucho ensayo, con mucho laburo, cosa que se hace difícil trayendo actores de Buenos Aires para Rosario por los tiempos y las agendas que tienen.

–¿En Días de mayo hay menos marcas vinculadas a su historia personal que en el resto de sus películas?

–De por sí transcurre en una época en la que yo era chico. Si bien siempre están las marcas de uno por todos lados, al no ser tan reconocibles me permiten también trabajar con otra distancia.

–¿Cómo cree que puede apreciar esta película alguien que vivió aquella época y alguien que no la vivió?

–Es un interrogante que tengo. Me gustaría que el que la vivió se identifique. Sería bueno para saber que uno trató de acercarse lo más posible a aquel momento, pero no tengo idea. Con respecto a quienes no vivieron en aquella época me gustaría que se interesen por investigar, por indagar.

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Gustavo Postiglione se ocupa de las tensiones entre amar una causa y el romanticismo.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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