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Jueves, 27 de abril de 2006

CINE › ENTREVISTA CON Q’ORIANKA KILCHER, PROTAGONISTA DE “EL NUEVO MUNDO”

“Hay que asumir responsabilidades”

Declarada “Joven Embajadora Global” de Amnesty International, Kilcher encara un futuro auspicioso después de su trabajo en la película de Terrence Malick, pero cuando habla de lo que vendrá no quiere idealizar.

Hay que haber estado frente a Q’orianka Kilcher, esa chica cuya belleza no puede adivinarse en las fotografías, para saber lo que genera a su alrededor la actriz que protagoniza El nuevo mundo, el film de Terrence Malick que se estrena hoy en Buenos Aires. En ese momento queda claro por qué el obsesivo director Terrence Malick eligió a “Aguila de fuego” (tal el significado del nombre Q’orianka en lengua quichua) para protagonizar su cuarto largometraje en treinta y cuatro años.

Sencillamente, Kilcher tenía rasgos fuertes y un par de ojos como cuchillos de oro negro que la perfilaron, después de más de quince audiciones, como la candidata más firme para componer junto a Colin Farrell la pareja estelar de un film concentrado en el cruce de culturas posterior al establecimiento, en 1607, de la primera colonia inglesa en América. “Iba a las audiciones sin saber lo que me iban a pedir”, recuerda Q’orianka, en una charla con Página/12, durante el último Festival de Mar del Plata. Y enumera: “Un día me decían que cantara, otro que tocara instrumentos autóctonos, otro que bailara, mil cosas”.

–Malick había soñado durante dos décadas con llevar adelante esta producción y encaró una investigación minuciosa de cada detalle antes del rodaje. ¿Cómo hizo para convencer a un director tan exigente?

–Como al momento del casting tenía catorce años, cada vez que iba me decían: “Sos muy joven, pero queremos verte de nuevo la próxima”. No creían que pudiera ponerme a tono con la segunda parte de la película, en la que Pocahontas tiene hijos y es más adulta. Hasta que en una de las pruebas me animé a cantar una canción muy triste y convencí al director. Canto desde chica y ahora estoy por sacar mi primer disco, así que no era algo desconocido para mí.

–Sin embargo, la primera hora de El nuevo mundo le dio la oportunidad de demostrar que mantiene muy viva su niña interior. ¿Cómo fue su infancia, tan presente en el film?

–Fue una niñez repleta de viajes, clases de actuación y canciones. Nací en Alemania y crecí en Hawai, y desde los dos años anduve de un lado a otro. Siempre buscaba la manera de contactarme con la naturaleza. Recuerdo que salía a caminar junto a mis hermanos temprano en la mañana, a la hora en que cae el rocío, y a la noche jugábamos a las escondidas. Aunque parecen experiencias simples, fueron determinantes para mí durante el rodaje y me ayudaron a entender la forma de vivir que tenía Pocahontas, que era una princesa de la tribu Powhatan, muy comunicada con su entorno natural. También colaboró en la composición del personaje el estar viviendo en Estados Unidos, porque la historia rescata algunos aspectos muy interesantes de lo que significa ser norteamericano.

El nuevo mundo parece hecha a la medida de los intereses de su protagonista. Largos planos paisajísticos, imágenes de pueblos aborígenes conviviendo en armonía con la naturaleza y un retrato de las contradicciones que engendra la violencia atraviesan todo el relato, que corre con la ventaja de tener a Emmanuel “Chivo” Lubezki (director de fotografía en Como agua para el chocolate, Y tu mamá también, El jinete sin cabeza, entre otras).

–Su padre es un aborigen quechua-huachapaeri peruano que le legó rasgos distintos a los estereotipos dominantes de belleza. ¿Siente que carga con alguna responsabilidad “social” por estar en esa situación?

–No soy la típica rubiecita que se pone a hacer dietas locas y tampoco me gusta usar vestidos de 10.000 dólares. Nunca pensé demasiado en el tema. Mi actitud respecto de esas cosas es simple: diseño mi propia ropa cada vez que tengo un evento, porque antes de usar un vestido caro prefiero invertir esa plata en algo que tenga que ver con la defensa de la ecología o los derechos humanos. Cada uno tiene que encontrar su propia belleza y yo trato de transmitir eso en cada cosa que hago.

Declarada “Joven Embajadora Global” de Amnesty International, Kilcher encara un futuro auspicioso después de su trabajo en la película de Malick. Cuando habla de lo que vendrá, sin embargo, no idealiza. “Siento que, como jóvenes artistas que somos, los que nos integramos al medio tenemos cierta responsabilidad que hay que asumir. No deberíamos meternos en el sistema del cine automáticamente.” Q’orianka ha estado asistiendo a todos los eventos públicos a los que es invitada en un coche especial que no contamina y funciona a agua. “Cuando estás en una vidriera tan grande como ésta, está bueno aprovechar la visibilidad que tenés para promocionar ese tipo de cosas”, estima.

Dueña de un discurso cauteloso, Kilcher evita prolijamente hablar de la distancia que media entre los momentos que la película retrata como fundantes de la americanidad y la realidad que encarna la administración actual. Finalmente asume: “Yo no votaría a Bush ni en un millón de años. Lo que pasa es que si dijera esto en Los Angeles sería tapa de todos los diarios y tendría que pedir disculpas públicamente”.

Informe: Facundo García

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“Yo no votaría a Bush ni en un millón de años”, se confiesa Kilcher, lejos de los Estados Unidos.
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