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Jueves, 29 de noviembre de 2012

CINE › PREMIO DEL PúBLICO EN EL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA

Columbo en el monte paraguayo

El film de Incalcaterra y Quattrini es un diario de viaje, un thriller, una de aventuras, un film político, un cuento de Kafka en Paraguay, un drama de familia disfuncional, una comedia de equivocaciones y una versión del Quijote, entre muchas otras cosas.

 Por Horacio Bernades

El documental contemporáneo se expande y diversifica hasta tal punto que obliga a una permanente red de redefiniciones. Hasta hace poco, la categoría “documentales en primera persona” permitía definir más o menos claramente de qué se hablaba. Pero en algunos de ellos la primera persona del narrador se limita al off, mientras que en otros el realizador interviene de cuerpo presente. Podría darse entonces el nombre de “documentales de cuerpo presente” a los de Michael Moore, Andrés Di Tella, Yo no sé qué me han hecho tus ojos, en cierta medida M, de Nicolás Prividera, y la recién estrenada El rascacielos latino. A ellas se les suma ahora El Impenetrable, de Daniele Incalcaterra y Fausta Quatrini, que el sábado pasado ganó el Premio del Público en la última edición del Festival de Mar del Plata. Premio rarísimo si los hay: casi no hay antecedentes de que un documental (género que la mayor parte del público sigue suponiendo aburrido, escolar, meramente informativo) gane esa clase de tributo. Pero claro: como casi todos los documentales que importan, El Impenetrable es mucho más que un documental.

El film del romano Daniele Incalcaterra y la suiza Fausta Quattrini (radicados medio año en Buenos Aires y el otro medio en París) es un diario de viaje, un thriller, una de aventuras, un film político, un cuento de Kafka en Paraguay, un drama de familia disfuncional, una comedia de equivocaciones y una versión del Quijote, entre muchas otras cosas que seguramente será y al crítico se le escapan. Si el título es el mejor posible (no cualquier título puede leerse al mismo tiempo de modo literal y metafórico, con semejante poder de síntesis), lo primero que se oye en El Impenetrable es para una antología de la destilación de bilis cinematográfica. “Hace veinte años mi padre envenenó mi vida por última vez”, dice Incalcaterra en off, mientras conduce su camioneta rumbo a la frontera argentino-paraguaya.

El último veneno inoculado por il signore Incalcaterra mide 5000 hectáreas y está ubicado en pleno Chaco paraguayo. El monte al que llaman Impenetrable, y que tal vez lo sea no sólo por su abigarrada, espinosa flora. Funcionario de la Embajada de Italia en Paraguay, en los ’80 Incalcaterra padre resultó beneficiado, como tantos, por su buena relación con el dictador Stroessner, comprando por dos pesos un terreno que hoy vale millones de dólares. Cuando les legó el terreno a los hijos, Daniele le quitó el saludo: no quería ni oír hablar de ese negocito. Ahora lo pensó mejor y decidió tomar posesión, junto a su hermano, para devolvérselo a los propietarios originales: los indios guaraníes de la tribu de los ñandevas. Piensa ponerle de nombre Reserva Arcadia y dárselo a quienes aún resisten, en puñados, la completa deforestación de una reserva natural cuyo valor se estima en 600 mil millones de dólares.

Para poder tomar posesión de su franja de tierra, Daniele Incalcaterra deberá vérselas primero con el llamado Rey del Ganado (ex Rey de la Soja), además de afrontar la corrupción y desidia oficiales, los propietarios armados, los laberintos burocráticos, los rumores de ejecuciones sumarias. La ley de la selva, en suma. Cultivando un personaje que tiene algo de Columbo, Incalcaterra irá sorteando esa maraña Impenetrable con gesto de buen chico y ayuda de ambientalistas y militantes de ONG, hasta lograr una reunión con el mismísimo presidente de la nación. Con el presidente Lugo, claro, que tal vez haya sido destituido justamente por prestarle oídos a gente como Incalcaterra. Cine directo en estado puro, El Impenetrable –producida por la compañía francesa Les Films d’Ici, la más consecuente sostenedora del documental de creación en el mundo entero– es un film en presente, en el que daría la sensación (la sensación es lo que importa en cine, esa verdad que la película construye, en paralelo con la “verdad verdadera”) de que todo lo que sucede tiene lugar ante los ojos del espectador.

Un señor muy amable, pero que calza sobaquera; un cuidador que invita a derribar una tranquera, por cuenta y riesgo de los forasteros; las maratónicas consultas a funcionarios; los encuentros con propietarios, abogados, jueces y agrimensores; las propias dificultades del terreno: un árbol caído que impide el paso, caminos enlodados o un GPS que desorienta. El tereré que convida un ornitólogo que lo sabe todo sobre la fauna local, la clase magistral sobre apropiación de la tierra que da un ambientalista peruano. Fotografiado en parte por Cobi Migliora, DF de confianza de Lisandro Alonso, como todo gran documental El Impenetrable se interesa tanto por el gran cuadro de situación como por el detalle aparentemente insignificante. La línea del relato y sus digresiones, el dato duro y la nota al pie, la elocuencia y duración del plano antes que la bajada de línea en off.

9-EL IMPENETRABLE

Argentina/Francia, 2012.

Dirección y guión: Daniele Incalcaterra y Fausta Quattrini.

Fotografía: F. Quattrini, Cobi Migliora y D. Incalcaterra.

Montaje: Catherine Rascon.

Música: Pablo Gignoli.

Estreno en el cine Gaumont, y a partir del 15 de diciembre en malba.cine, sábados a las 18 y jueves a las 20.

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Incalcaterra piensa nombrar a sus tierras Reserva Arcadia y dárselas a quienes aún resisten.
 
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