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Jueves, 6 de diciembre de 2012

CINE › ALBERTO PONCE Y BLACKIE, UNA VIDA EN BLANCO Y NEGRO

“Estrenar esto en su centenario es un regalo”

 Por Ana Bianco

Paloma Efron, Blackie, hizo historia en la TV argentina. Con Blackie, una vida en blanco y negro, el director Alberto Ponce da cuenta de su singularidad: “Blackie fue una de las personas más conocidas del país, tanto o más que hoy Tinelli. Pero si uno pregunta quién era a alguien menor de 40 años, no lo sabe. Estrenar la película en el centenario de su nacimiento es hacerle un regalo”. Hablaba varios idiomas, se había codeado con figuras del jazz y del cine en EE.UU. y Europa. Fue cantante de jazz, actriz, periodista gráfica, conductora de radio y TV, productora de ciclos tan disímiles como Odol pregunta y Titanes en el ring. Pionera en entrevistar a políticos en vivo, sacaba rédito con su sagacidad como entrevistadora. Ponce, montajista de Leonardo Favio y Pino Solanas, entre otros, debuta en el largo con este documental que se estrena hoy en Arte Cinema de Constitución y se verá en el Malba a partir del 16.

–¿Qué lo motivó a filmar esta película?

–Mi hermana Stella Maris me insistía con que filmara una película sobre Blackie. Se sentía atraída por su figura porque ambas eran amantes del jazz y porque llegó a hacer lo que no se esperaba de una mujer. Durante la investigación me enamoré de su historia y de su personalidad. Blackie no sólo tuvo la suerte de estar en el lugar y en el momento oportuno, que desarrolló una capacidad increíble de superarse a sí misma. Siempre estuvo buscando algo nuevo, pero sin alejarse de lo popular. De a poco hice mía la necesidad de contar su historia hasta su muerte en el ’77.

–¿Cuál era su impronta?

–No detenerse ante nada. En los ’30, cuando las mujeres apenas si podían trabajar en las fábricas o de secretarias, se independizó económicamente y trabajó en la biblioteca de Icana (Instituto Cultural Argentino Norteamericano). Fue la primera en cantar negro spirituals. Actuaba en el Maipo y en vez de mostrar las piernas, abría el espectáculo con un largo vestido de gasa e interpretaba a Chopin. Cada vez que le decían que algo no se podía o se debía hacer, ella rompía los moldes. Yo respeto su necesidad, casi vital, de hacer las cosas lo mejor posible. Eso sumado a una ética y a una apertura mental que hoy se extrañan. En sus programas de radio invitaba a un cura católico, a un rabino y a un imán. En sus especiales de música convocaba a figuras como Nat King Cole, Louis Armstrong o Ella Fitzgerald, y con el tango hacía lo mismo con Horacio Salgán, Troilo o Piazzolla. Entrevistaba a figuras del ballet como Maia Plissetskaia o Rudolf Nureyev, pero también difundía a Ariel Ramírez, Mercedes Sosa o Atahualpa Yupanqui. Jamás aceptó presiones políticas, ni siquiera bajo dictaduras: seguía convocando a gente que consideraba importante para nuestra cultura, como a Hugo del Carril.

–¿Cómo pensó el armado de la producción?

–Casi todo el archivo fílmico sobre Paloma ha desaparecido. Lo poco que se conserva está en la película. Conseguí una cantidad increíble de fotografías nunca vistas, y que pertenecen a Héctor Ghiggeri y a Ricardo Horvath, autor del libro Recuerdos y memorias de Blackie. En ese libro nos basamos con Diego Sabanés para escribir el guión, con la colaboración de Matilde Michanié. La búsqueda del archivo es lo que más tiempo, esfuerzo y dinero nos llevó. Debo agradecer al Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, a Fernando Martín Peña y al Archivo General de la Nación... Otra complicación fue la autorización de las discográficas por los derechos de canciones que Blackie grabó entre 1935 y 1936. Si no fuera por la gente maravillosa que aportó su trabajo, la película no se habría podido filmar.

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Blackie, una imagen inédita.
 
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