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Jueves, 4 de enero de 2007

CINE › “EL LABERINTO DEL FAUNO”

Una pesadilla con monstruos reales

Guillermo del Toro derrocha imaginación visual, en un cruce de fantasía y política.

 Por Horacio Bernades

Si El espinazo del diablo se animaba a cruzar la típica película-de-Guerra-Civil-Española con el film de fantasmas, ahora El laberinto del fauno se instala en un cuartel militar franquista, con combatientes republicanos en el bosque aledaño... y un fauno y otros seres fabulosos, apareciéndosele a una niña en el parque del destacamento. Una vez más el mexicano Guillermo del Toro se tira de cabeza a un pastiche aparentemente imposible y lo hace funcionar. Premio a la audacia de un director para quien un monstruo es tan real como una guerra y no hay nada tan parecido al ogro de los cuentos infantiles como un capitán falangista.

Una de las puntas de lanza de la reciente avanzada mexicana, que se completa con Niños del hombre (dirigida por Alfonso Cuarón en Londres) y las inminentes Babel (opus tres de Alejandro González Iñárritu, el de Amores perros y 21 gramos) y Batalla en el cielo (de Carlos Reygadas, el de Japón), la sexta película de Del Toro se ha posicionado como una verdadera niña mimada en el mundo entero, tras su presentación en Cannes a mediados del año pasado. Candidata por México al Oscar al Mejor Film en Lengua No Inglesa y nominada al Goya en 13 rubros, el estreno de Pan’s Labyrinth (título de la película en inglés) acaba de ser unánimemente saludado por la crítica estadounidense, rumoreándose que la película de Del Toro podría llegar a figurar en otros rubros para el Oscar. Tal vez no sea para tanto (El laberinto... hace agua en su propio centro) y podrá argumentarse que Hellboy (2004) y quizás Cronos (1993) son películas más redondas. Pero no hay duda de que con su nuevo film Del Toro apuesta fuerte, derrocha imaginación visual, propone cruces impensados entre fantasía y política y construye escenas de pesadilla, de esas que el cine no entrega todos los días.

Escrita por el propio Del Toro, rodada en España y hablada en castellano, El laberinto... empieza de modo muy parecido a El viaje de Chihiro, de Hayao Miyazaki. Esta vez son una mujer embarazada y su hija los que llegan en auto a una zona boscosa, y una libélula la que funciona como puente entre este mundo y el de más allá. Como su prima nipona, Ofelia (la debutante Ivana Baquero, magnífica) no parece muy feliz del viaje junto a mamá Carmen (Ariadna Gil). No más bajar del auto y encontrarse con el capitán Vidal (Sergi López), padrastro de la niña y jefe de la guarnición a la que han venido a alojarse, para darle la razón a Ofelia. Dado que el engominado sujeto las trata como a subordinados, se comprende que la niña esté más pendiente del vuelo de la libélula que extrañamente los viene siguiendo, asomándose a espiar detrás de los árboles casi como una persona. Si las hadas lo son, entonces ese insecto también. Al menos a los ojos de Ofelia, que, habituada a los cuentos de princesas, ogros y reinos encantados, no tardará en transmutar lo que la rodea en uno de esos cuentos.

Como en El espinazo del diablo, en la que un aparecido aterrorizaba a los miembros de un orfanato durante la guerra civil, Del Toro narra aquí en paralelo la coexistencia de un mundo en el que irregulares combaten al ejército franquista, con otro en el que Ofelia se abre –como Chihiro– a un verdadero Libro de los Seres Imaginarios. Si la mamá acepta con resignación el papel de mero recipiente para el hijo macho del repulsivo Vidal, la niña encontrará aliados en Mercedes, ama de llaves de la guarnición (esquelética Maribel Verdú) y el médico (Alex Angulo, el cura de El día de la bestia), quienes no parecen estar tan de acuerdo con el fascista de Vidal. Este, a su vez, no conoce mayor goce que ejecutar sospechosos a sangre fría, o torturar sádicamente a los zaparrastrosos combatientes de las inmediaciones.

Narrar en paralelo es lo que permite establecer vinculaciones entre ambos mundos, con Mercedes corriendo a encontrarse con los guerrilleros del bosque al mismo tiempo que Ofelia hace lo propio con el fauno en su laberinto, y Vidal funcionando claramente como el Ogro de los cuentos de hadas. Ya se sabe que los relatos tradicionales para niños no ahorran sangre ni crueldades. Tampoco lo hace Del Toro, capaz de crear un memorable monstruo sin ojos y de convertir a Vidal en émulo sangriento del Guasón, sevillana mediante. Si la sensibilidad de Del Toro tiende a sintonizar a la perfección con monstruos, gore y grand guignol, no sucede lo mismo con la figura dominante de ese reino de hadas en el que Ofelia penetra. Expresándose en un español castizo y cortés, como de obra de Lope de Vega, el Fauno, de máscara demasiado visible, parecería más un plomizo mimo de Plaza Francia que el Rey del Bosque Encantado que debió haber sido. Con lo cual su laberinto termina resultando menos intrincado y misterioso de lo que pudo ser.

7-EL LABERINTO DEL FAUNO

España/México, 2006.

Dirección y guión: Guillermo del Toro.

Fotografía: Guillermo Navarro.

Intérpretes: Ivana Baquero, Ariadna Gil, Sergi López, Maribel Verdú, Doug Jones, Alex Angulo y Federico Luppi.

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El laberinto..., un pastiche que funciona bien.
 
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