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Jueves, 29 de marzo de 2007

CINE › “LA FAMILIA DEL FUTURO”, UN CICLOTRON GIRATORIO A VELOCIDAD WARP

Cuando Walt Disney se reinventa a sí mismo

Felicidad, libertad y espíritu de invención son algunas de las virtudes de la película de animación con la cual la factoría del Tío Walt deja atrás su tradición más conservadora.

 Por Horacio Bernades

“Aquí caminamos hacia el futuro y premiamos la invención”, dice el cartel con que se cierra La familia del futuro, y después de unos segundos de suspenso aparece la firma del autor de la cita: Walt Disney. No sólo es apropiadísima la cita, cierre de una película que transcurre en buena medida en el futuro y está llena de invenciones, sino que permite entroncar a esta producción Disney con un espíritu que no es el que normalmente se asocia con las producciones de la firma, ni con su propio fundador. Como Lilo & Stitch hace unos años, La familia del futuro mueve a vincular el nombre de Disney no con lo cursi, conservador y apolillado, sino con lo inteligente, renovador y visionario. Es una de esas películas-Disney con la que esa casa cada tanto parecería tirarse a sí misma por la ventana, aunque más no sea para recordar que puede haber en Disney otros Disneys que no son el Disney que todos conocen.

Lo que esta nueva producción del sello mantiene, sí, es el Primer Mandamiento dictado por el Dios Walt a sus criaturas animadas: “Perderás a tu mamá”. Fijando un punto de partida desde el cual dispararse hasta más lejos, La familia del futuro (dirigida por el debutante Stephen J. Anderson y con guión de Jon Bernstein y otros seis autores) empieza como un cuento de Dickens: con una madre encapuchada dejando a su bebé a las puertas de un orfanato, en una noche de los mil demonios. Doce años más tarde, Lewis, además de parecerse enormemente a Jonathan Lipnicki (el pibe de Jerry Maguire y Stuart Little) es ya el típico geniecito-inventor. De esos que se la pasan construyendo dispositivos imposibles con partes de relojes, licuadoras y aspiradoras. Tal vez se deba a las frecuentes explosiones y chamuscones que todos los candidatos a adoptarlo que desfilan por el orfanato terminan renunciando. En medio de una feria de ciencias se le aparece un chico con una historia rarísima, sobre un tipo que presuntamente viene del futuro, a bordo de una nave del tiempo y con la intención de joderle a Lewis su invento más colosal: un casco que permitiría remontar el río de la memoria. No, no es que Lewis haya leído demasiadas novelas de Philip K. Dick: es sólo que quiere reunirse con la mamá.

Es allí, en el encuentro de Lewis con Wilbur y El Hombre del Sombrero (el villano, parecidísimo al Pierre Nodoyuna de Los autos locos, dueño de un sombrero-autómata que es en realidad su dueño), que La familia del futuro se dispara, zarpando hacia el futuro y zarpándose hacia el delirio, el disparate, la más absoluta locura creativa. Lewis irá a parar a un mundo del mañana en el que la gente anda en burbujas y los edificios se autoconstruyen en micronésimas de segundo. Un mundo en el que en lugar del rat pack de Sinatra, Dean Martin & Co. hay frog packs, con sapos-crooners al frente de big bands integradas por ranas (en la versión original, Jamie Cullum le pone voz a Frankie el Sapo). Un mundo en el que, sobre todo, viven los Robinson, la familia de Wilbur, integrada entre otros por un abuelo que usa la ropa para atrás, una abuela fan de la música disco, un tío que reparte pizzas a toda la galaxia y un primo que pinta cuadros famosos mientras vuela con un casco a hélices. Tienen un robot que recuerda enormemente a R2D2, un mayordomo educadísimo que es un pulpo de peluche color fucsia y peleas familiares que consisten en maratónicas guerras de albóndigas y salchichas a la hora del almuerzo.

Desde el momento en que Lewis pone el pie en casa de los Robinson, La familia del futuro deviene una suerte de ciclotrón giratorio, en el que ocho millones de cosas suceden en cada plano y otras ocho millones pueden suceder en el plano siguiente. Chupando en su movimiento toda clase de citas y referencias (desde Los Supersónicos hasta La familia Robinson, pasando por el animé y Robots), este ciclotrón gira a velocidades warp, imposibles de seguir para el ojo y la mente humana. De pronto se detiene y el espectador se topa con un dinosaurio que parece el T-Rex de Jurassic Park, pero que tras un infructuoso intento de masacre familiar (tiene los brazos demasiado cortos) termina convertido en mascota de los Robinson. En esa familia falta el padre, que es el más genial inventor de la ciudad, y esa ausencia dará pie a una suerte de reversión de Volver al futuro. Antes de descubrir que El Hombre del Sombrero resulta ser en verdad... pero, bueno, cualquier cosa puede suceder aquí y todas son bienvenidas.

Y lo mejor de todo es que a la larga, la obsesión de Lewis con la mamá también se resuelve transgrediendo lo que la tradición manda. Con lo cual el Segundo Mandamiento del Dios Walt (“Reencontrarás a tu mamá, en medio de un mar de lágrimas y violines”) queda anulado, con la misma felicidad, libertad y espíritu de invención con que la película se permite reinventar hasta el propio espíritu Disney.

8-LA FAMILIA DEL FUTURO

(Meet the Robinsons) EE.UU., 2007

Dirección: Stephen J. Anderson.

Guión: Jon Bernstein y otros.

Música: Danny Elfman y Rufus Wainwright.

Dirección de arte: Robh Ruppel.

Se exhibe sólo en copias dobladas al castellano.

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Como Lilo & Stitch hace unos años, La familia... vuelve a vincular a Disney con lo renovador y visionario.
 
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