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Viernes, 14 de diciembre de 2007

CINE › “CRIMENES OSCUROS”, DEL JAPONES KIYOSHI KUROSAWA

Los fantasmas del pasado

Mezcla de policial y “J-horror”, el film de este director sin relación alguna con el gran Akira plantea una metáfora sobre los desórdenes individuales y colectivos del Japón contemporáneo.

 Por Luciano Monteagudo

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CRIMENES OSCUROS
(Sakebi) Japón, 2006

Dirección y guión: Kiyoshi Kurosawa.
Fotografía: Akiko Ashizawa.
Música: Kuniaki Haishima.
Intérpretes: Koyi Yakusho, Riona Hazuki.

Desconocido hasta ahora en las salas de estreno de Buenos Aires, el cine del excelente director japonés Kiyoshi Kurosawa –sin relación alguna con el gran Akira– tuvo su primera aproximación al público porteño en una retrospectiva organizada en el 2000 por la Sala Lugones y luego en una actualización de aquella muestra que llevó a cabo el Bafici 2004, en la cual el propio Kurosawa presentó personalmente sus films. En ambas ocasiones se pudo constatar que se trataba de un cineasta fuera de norma, que venía a reactualizar la vieja teoría del cine de autor: Kurosawa probaba ser capaz de moverse dentro de las estructuras del cine industrial de bajo presupuesto –en su caso, las películas de la yakuza y del llamado “J-horror”– para reformular esos clisés en función de su visión personal, hasta configurar un mundo propio, de un profundo pesimismo, cuando no directamente apocalíptico.

Es el caso ahora de Crímenes oscuros, su película más reciente, presentada el año pasado en la Mostra de Venecia, que comienza como un thriller policial, sigue como film de fantasmas (un género por otra parte muy respetado y con mucha tradición dentro del cine japonés, como lo prueba el solo recuerdo de Kwaidan) y termina siendo, como la mayoría de los films de Kiyoshi, una metáfora sobre los desórdenes individuales y colectivos del Japón contemporáneo.

No es casual que las primeras imágenes –en donde el perfil de la ciudad de Tokio se ve bajo una luz espectral– registren un crimen aparentemente pasional, al que le sigue el sordo trepidar de un terremoto, en el cual se puede intuir el temblor metafísico que sacude a los personajes. El veterano inspector Yo-shioka está a cargo de la investigación de ese crimen, en el que una mujer joven, vestida de un rojo impactante, muere ahogada en un charco de agua salitrosa de un suburbio costero de la capital japonesa, donde se está desarrollando una poderosa expansión inmobiliaria.

Como ya sucedía en Cure (1997) y luego en Charisma (1999), aquí vuelve a aparecer la misma figura del detective solitario, de riguroso impermeable oscuro y abrumado por un pasado traumático. Con lo cual Crímenes oscuros viene a cerrar una trilogía –protagonizada en todos los casos por Koji Yakusho, actor fetiche de Kurosawa– sobre las inquietantes fracturas de la realidad. Porque esos detectives de Kurosawa parten de la iconografía del film noir y de la serie B para ir internándose poco a poco en unas zonas de ambigüedad donde el pasado y el presente dan la impresión de confundirse hasta borronear todas sus fronteras. Los fantasmas, parece decir el director, no son tanto los de nuestra conciencia sino aquellas materializaciones del pasado que el progreso y la tecnología no alcanzan a enterrar.

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Un clásico detective solitario de Perramus se enfrenta a las fracturas de la realidad.
 
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