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Martes, 27 de agosto de 2013

PLASTICA › MUESTRA SOBRE LA CIUDAD EN LA FUNDACIóN PROA

Buenos Aires, el amor y el espanto

Una exposición de arte, cine, fotografía, literatura, arquitectura y diseño ofrece, con documentación e imaginación, distintas miradas e interpretaciones sobre las transformaciones de la ciudad moderna.

 Por Fabián Lebenglik

El sábado al mediodía la Fundación Proa inauguró la muestra Buenos Aires, en la que se ofrecen distintas miradas e interpretaciones sobre la ciudad desde diversos campos: arte, cine, fotografía, literatura, arquitectura y diseño. Se exhiben tanto obras originales como documentación de obras y archivos.

La exhibición, con curaduría e investigación de Cecilia Rabossi, incluye los capítulos En obra, instalación sonora de Daniel Link, Valentín Díaz, Elena Donato y Sebastián Freire, con voces de escritores argentinos, y En el cine, una selección de imágenes cinematográficas de Andrés Levinson, con fragmentos tomados del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken.

La muestra evoca también las transformaciones de la ciudad a través de múltiples miradas, gracias al rescate de material de archivo inteligentemente reunido y montado.

Según los organizadores, la exhibición “se propone reflexionar sobre el concepto de ciudad en el siglo XXI, revisando la noción de urbe que se consolidara en el siglo XX y rescatando a la ciudad actual como espacio para las diversas manifestaciones artísticas. La exhibición toma el concepto de fragmento como vivencia de la ciudad, el cambio permanente, el infinito caos y se organiza en un ir y venir en el tiempo, concentrada en el trabajo de diversos artistas que realizaron su obra con la experiencia de Buenos Aires. Organizada como una gran constelación, como una figura fragmentaria y a la vez unívoca, Buenos Aires reúne un sorprendente abanico de materiales que vuelve sobre los orígenes de la ciudad sin perder de vista el presente”.

El juego más productivo de la muestra es el que va del documento a la ficción, de la hechos a las artes visuales, del rumor ciudadano a la imaginación de sus artistas.

En la sala 3, específicamente dedicada a las artes visuales en relación con los márgenes sociales y la precariedad de la ciudad, se destacan las obras de Liliana Maresca, Sergio Avello, Ana Gallardo y Marcos López.

De Maresca (1951-1994) se exhiben dos piezas de 1990: el carro blanco y el carrito bañado en oro, que formaron parte (el primero es una reconstrucción de 2003). El carro blanco es una estilización en escala uno a uno de los carros que en aquella época arrastraban los (entonces tratados como) cirujas, luego llamados cartoneros y en los últimos años reconocidos como “recicladores”, de acuerdo con las sucesivas incorporaciones en el circuito económico.

El carro en miniatura –una fundición en bronce bañado en oro, de 17 x 32 x 18 cm– le da un bello e irónico lugar de “joya” al instrumento de trabajo de los cartoneros. Maresca fue una artista visionaria, que con la irrupción del menemato y la consiguiente exclusión social supo detectar antes que nadie que uno de los símbolos argentinos de los siguientes tres lustros sería el carro de los cartoneros. Su obra siempre señaló, contra las imposiciones del mercado, el lugar de los restos del consumo.

De Sergio Avello (1964-2010) se muestra la serie Flâneur, compuesta por 55 fotografías (de 9 x 15 cada una). En este conjunto de fotos exhibidas en una larga hilera, el artista actualiza la actitud flâneur, la de aquel que camina sin rumbo, para perderse, de quien se desplaza sin intenciones de aprovechamiento del tiempo, sin especulaciones, porque está fuera de toda economía, de toda planificación, de todo sistema. El que, cada tanto, en ese recorrido incierto, se encuentra con algo que lo sorprende, magnífico o insignificante. Ese, según Baudelaire, era el modo más preciso de definir la percepción, entre despreocupada, caprichosa e imaginativa, del artista moderno en el siglo XIX. Esa es también la idea de “El hombre en la multitud”, el cuento que Poe escribió en 1837 –y que Baudelaire tradujo al francés–, cuyo protagonista, recién recuperado de una enfermedad, se entretiene mirando, desde la ventana de un café londinense, la marea humana que pasa ante él. La ciudad es un espectáculo y el flâneur un espectador que se mete en los recovecos ciudadanos mientras sigue su derrotero anárquico. La ciudad, para el flâneur, es un objeto iridiscente, una máquina polifacética, una suma de imágenes y textos que de pronto se adhieren al ojo y pasan a ser parte de una experiencia errática y sensorial. Y si bien en la serie de Avello hay mucho de esto último, las imágenes que registró con su cámara tienen la marca indeleble de la Buenos Aires que se caía a pedazos en 2002. Avello puso su mirada, la del paseante sin rumbo, en busca de los signos visibles de una sociedad que también había perdido el rumbo.

La obra de Ana Gallardo –una instalación y un video– consiste en una particular casa rodante (sus pocas cosas, reunidas y remolcadas por una bicicleta), como resultado de que ella (junto con su hija) estuvo sin casa durante 2007. Se trata de una casa en tránsito, debido a las mudanzas mensuales y a la espera de un lugar prometido que nunca llegó.

La instalación de Marcos López muestra una pared de ladrillos sin revocar, con dos ventanas, que tiene en su límite superior fragmentos de vidrios a modo de sistema de seguridad. Las dos ventanas son dos pantallas de video en las que se ven sendas secuencias continuas, a modo de travelling perpetuo, que recorren in extenso la Villa 31. Buenos Aires vista desde una perspectiva muy real, que no siempre se quiere ver, expuesta en uno de los museos más exclusivos de la ciudad.

La instalación sonora En obra, de Link y otros, consiste en un recinto semicerrado y en penumbra, acústicamente aislado, en el que se escucha una secuencia de lecturas de escritores sobre Buenos Aires: Gabriela Bejerman, Jorge Luis Borges, Gabriela Cabezón Cámara, Arturo Carrera, Copi, Julio Cortázar, Edgardo Cozarinsky, Washington Cucurto, Fogwill, Raúl González Tuñón, Isol, Tamara Kamenszain, Martín Kohan, Leónidas Lamborghini, Osvaldo Lamborghini, Daniel Link, Gabriela Massuh, Sylvia Molloy, María Moreno, Manuel Mujica Lainez, Alan Pauls, Silvina Ocampo, Néstor Perlongher, Ricardo Piglia, Manuel Puig, Ernesto Sabato, Matilde Sánchez, Ariel Schettini, Rafael Spregelburd y Rodolfo Walsh. Como dicen los curadores: “La experiencia de la ciudad se deja leer en las palabras, pero también en las entonaciones, en los énfasis, en el grano y la textura de la voz”.

Una secuencia curiosa es cómo imaginaban Buenos Aires, un siglo después, las publicaciones que, como Caras y caretas (ver ilustración), entre otras, proyectaban alrededor de 1910 la utopía moderna de 2010.

La muestra también presenta trabajos, documentos y fotos de Alberto Prebisch, Horacio Coppola, Juan Di Sandro, Sara Facio, Grete Stern, Annemarie Heinrich, Alicia D’Amico, Anatole Saderman, Facundo de Zuviría, Antonio Seguí, Leandro Erlich, Marta Minujin, Leandro Katz, Graciela Hasper, Edgardo Giménez, Oscar Bony, Estanislao Florido, Gian Paolo Minelli y Juan Travnik, entre otros.

Paralelamente, Proa exhibe otras dos muestras: Queremos ver, curada por Rosario Güiraldes, con obras de Nicolás Bacal, Eduardo Basualdo, Carlos Huffmann y Mariana Tellería, y Sillas, de Martha Levisman, que presenta dieciséis diseños de sillas realizados durante el período de sustitución de importaciones.

* En la Fundación Proa, avenida Pedro de Mendoza 1929 –La Boca–, hasta el 27 de octubre.

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