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Martes, 27 de agosto de 2013

CULTURA › EL GOGA, EN EL BOLSóN, NECESITA APORTE ESTATAL PARA PODER CONCLUIR LA OBRA

Notable complejo de arte en problemas

Ralph Rothschild, quien fuera editor de Expreso Imaginario y La Mano, decidió crear un centro de artes con el dinero recibido de una herencia, pero no alcanzó y ahora se puede perder un proyecto que apoyan León Gieco, Víctor Hugo Morales y Alfredo Casero.

 Por Cristian Vitale

Es preciso hacerse una idea visual del lugar. A un kilómetro y medio del casco urbano de El Bolsón, sobre la Ruta 40, y con el imponente cerro Piltriquitrón –colgado de las nubes– como testigo permanente. Es una bella comarca del paralelo 42, que tampoco le es ajena a esa gigante serpiente andina llamada cordillera de Los Andes. Fue tal paisaje el que contempló Ralph Rothschild, un día de hace seis años, para pensar un sitio lleno de arte. Y, como marcan sus arriesgados antecedentes en tanto motor de La Mano y el Expreso Imaginario –entre varios emprendimientos–, puso manos a la obra. “La propuesta surgió de ver que estaban cambiando los conceptos de la industria cultural. Que ya no era necesario estar en el ‘centro del universo’ (Buenos Aires) para ser productor de hechos culturales. Ligué una herencia y dije: desde un lugar como el Bolsón se pueden producir hechos artísticos universales. El paisaje da, lo que falta es un teatro de última generación que pueda demostrar eso”, evoca él. “Hace años se cayó la industria discográfica, la caída de Blockbuster fue más grande que las Torres Gemelas, los diarios están pasando a formato digital... Lo que no se cayó fue la magia que se produce en el encuentro entre el artista y el público”, determina.

Así lo pensó, espacial, cultural y temporalmente, y así arriesgó la puesta en marcha de un complejo de arte tan intenso como el paisaje: 1200 metros de espacio cubierto, una sala de cine y teatro para 300 personas, un SUM para otras 80 integrado a una confitería con vistas a la cordillera y el Piltriquitrón, dos estudios de radio, dos camarines con baño privado para los artistas, y sala para proyección en 3D y 35 mm. Un paquete al que llamó, en total, Goga. “El proyecto es en realidad más amplio. Es poder crear una red de Gogas primero cubriendo el circuito federal y luego Mercosur. ¿Qué posibilita esto? Que un artista pueda despegar de Buenos Aires y en teatros ultradignos, con organización y tecnología de última, y pueda recorrer en cinco días salas de un país que no es solo Baires”, manifiesta el militante cultural, bajo una mirada bien federal, bien de patria grande.

El problema es que el primer paso pudo darse sólo a medias y cuando se habla hoy del Goga, un centro mimado por artistas, políticos y referentes culturales de todo el país, tiene que hablarse de un proyecto inconcluso. “Hace año y medio la obra esta paralizada y pudriéndose”, denuncia Ralph. “Desgraciadamente, en la intención de hacer algo ‘artesanal’ en el sentido de que participen los habitantes de El Bolsón (arquitectos, mano de obra, etc), hubo que lidiar con muchas inexperiencias que desembocaron en la falta de fondos”, se explaya. En números, la crisis del proyecto se explica en un faltante de 300 mil dólares, tras una inversión gruesa de dos millones. “No alcanzó el dinero. Durante la construcción, además, hubo inflación en pesos y el dinero se acabó cuando sólo faltaba un 30 por ciento para terminarla en su totalidad. Por gestiones de Víctor Hugo Morales pude llegar al senador Miguel Angel Pichetto, que se comprometió a finalizar la obra, así como otros políticos nacionales y provinciales, como el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, pero pareciera que esa promesa queda siempre en segundo plano”, dispara Rothschild, que se define como “kanarkista”.

“Mi estado psíquico no es el mejor y estoy sin un mango, en serio. La verdad es que, si bien Goga es de un privado, es un aporte que un privado puede hacerle al Estado. Existió una inversión de dos millones de dólares en un edificio que en estos momentos una ruina. ¿Qué hay que hacer con él? ¿Implosionarlo? ¿Venderlo a una iglesia, a un supermercado o negociar para que lo poco que falta pueda tener una función social? ¿No hay que abrir la cultura a todas las iniciativas, hasta a la de locos como yo? He hasta solicitado que el Gobierno se haga cargo, conmigo o sinmigo, de algo que se está derruyendo y es hermoso”, implora.

Del Goga saben –y lo apoyan– tipos como Sergio Dawi, ex saxofonista de Los Redondos, que tocó allí y quedó maravillado con el lugar; Alfredo Casero, que asegura no haber visto un espacio así ni en Japón ni en Europa; León Gieco, que también dio un concierto y donó un disco para Discos Goga –otra de las aristas del proyecto–, Messi, Fito Páez o el mismo Víctor Hugo Morales, que medió, generoso y consciente, por apoyo económico. “Soy un personaje de segunda línea del rock, jefe de redacción del Expreso, Zaff, Pan Caliente. Editor de Un Caño y La Mano, pero sigo en la búsqueda que me lleva, en este caso, a la locura. Tuve una época exitosa cuando fui informático e inventé Disco Virtual, con cuya guita hice esas locuras editoriales y venir a El Bolsón”, se explica Rothschild.

De dos años y medio a hoy, el funcionamiento del Goga se limitó a la puesta en el aire de su radio con programas referidos a la murga, el teatro, el cine, la música y la cultura cannábica; al sello Discos Goga, que edita discos de músicos de la comarca y ofrece material inédito y gratis por Internet -–arte de tapa incluido– “cedido especialmente” por los músicos, y cuenta con un catálogo virtual poblado por una grabación de Miguel Abuelo, que Ralph y Jorge Pistocchi –otro de su estirpe– registraron en forma casera, con otra de Gieco, y temas de Mike Cook, una gloria rockera de la región, entre otros músicos. El emprendimiento también activó haceres mediante la organización de festivales y la proyección de cine al aire libre en HD. “Debo reconocer todos mis errores: el de no haber sido un empresario, el de haber cagado alto, pero el proyecto tiene validez y la de-sidia de si es privado o público ya me excede”, determina el intrépido Rothschild, que invirtió, cual mecenas del arte, una herencia intensa para el proyecto y sigue esperando respuestas.

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Al Goga le falta un 30 por ciento de obra, después de dos millones de dólares de inversión.
 
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