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Miércoles, 9 de junio de 2010

DISCOS › ANDRéS CALAMARO VUELVE A HABLAR LA LENGUA POPULAR EN ON THE ROCK

Animal rockero de raza

Detrás del chiste del título aparece la mirada del cantante acerca de todo lo que cabe en la cultura rock, esa de la que aprendió y a la que sigue haciendo aportes. Entre los invitados están Vicentico, Calle 13, Enrique Bunbury y Diego “El Cigala”.

 Por Roque Casciero

La humorada del título es algo más que eso: una declaración de principios, una visión del artista sobre el amplio margen de lo que entiende como cultura rockera. Pero, claro, sin tomarse las cosas tan en serio, de ahí el juego de palabras. Andrés Calamaro acaba de publicar On the rock, un álbum que puede ser escuchado como un colorido calidoscopio de sus influencias, intenciones, gustos y derroteros, o tal vez como un resumen del tiempo transcurrido en el que se cuela el que está por venir. Amores, desamores, soledad, “rock Rodríguez”, estado social, intimidad y canto de masas, calle y elegancia, referencias a la historia de la música, una ranchera clásica y un futuro clásico de su repertorio, invitados con peso propio, política, flamenco: la lengua popular de Calamaro ataca de nuevo, y esta vez está muy afilada. Canciones le sobran, como casi siempre, y se lo nota suelto, sin esforzarse por hacer que se mezclen el agua y el aceite, aunque logre algunos cruces interesantes. Y cuenta con una banda solidísima y aventurera, que puede acompañarlo en todas sus excursiones, desde la grooveada con corbata de seda de “Insoportablemente cruel” hasta el cuero negro de “Flor de samurai”.

“Barcos”, que abre el disco, lo encuentra navegando aguas flamencas, con Diego “El Cigala” y Niño Josele asistiéndolo al timón, hasta que en la mitad se cuela un ritmo que transforma (léase mejora) la canción. El rapero español El Langui se cuela con total naturalidad en “Te extraño”, en la cual Calamaro se reconoce inevitablemente débil ante la ausencia de su amada: es una de esas declaraciones que le mueven el piso hasta a la dama más dura. Recién en “El pasodoble de los amigos ausentes” las guitarras distorsionadas copan el ambiente (salmonesco), con citas líricas a “La balsa”, “Hoochie-Coochie Man” y “Cambalache”; justo antes del doblete “veraniego” en el que Calamaro parece ver desde la ventana cómo “Todos se van” (elegantísima power ballad) y cómo “la ciudad se queda sola y nadie me da bola” (“Los divinos”). Más rapeo: los Calle 13 irrumpen en “Insoportablemente cruel”, con un Residente más enojado con la destinataria que Paquita La Del Barrio con la “Rata de dos patas”. Pero ni eso puede bajarle los kilates a esta joyita, con la trompeta asordinada de Jerry González dibujando filigranas y PG-13 aportando una bella coda (“Los árboles se secan/ las flores se amargan/ las copas se ahogan/ por tu sobrecarga/ tortura china pa’ti”).

Luego, el Calamaro “cumbianchero” aparece en “Tres Marías”, con Vicentico en “absolut coro”, más un toque de intimidad en la conversación entre Charo y su papá Andrés. La versión de “Te solté la rienda” junto a Enrique Bunbury no aporta demasiado, más allá del gusto de los cantantes por abordar el temazo de José Alfredo Jiménez, pero justo después viene “esa” canción, la que tiene destino de multitudes coreando: “Me envenenaste”, que podría haber sido uno de los hits de Sin documentos y que lo será de On the rock. El final es de dientes apretados, guitarras al palo y dardos políticos, tanto en “Gomontonera” como en “El perro” (un viejo tema a dos biromes con el Cuino Scornik). Hay una versión de dos CD, con varias remezclas y un par de temas inéditos, pero eso es para completistas: mejor quedarse con esa última mirada de Calamaro, “on the rock” incluso para los más pappistas que Pappo. Y con un presente (y un pasado:”ayer fue hoy ayer”) indiscutible en su condición de creador de canciones populares y de animal rockero de raza.

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