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Miércoles, 18 de febrero de 2015

DISCOS › VIVA LA PATRIA, DEL URUGUAYO FERNANDO CABRERA

En complicidad con el silencio

Tras un álbum de versiones de autores de su tierra natal, el cantautor regresa con quince canciones propias que refuerzan su particular estilo: tal vez, sólo están construidas con pocas notas y palabras apenas pronunciadas, complejas y a la vez sencillas.

 Por Sergio Sánchez

En los últimos años, el uruguayo Fernando Cabrera parece haber sellado un vínculo profundo con el público argentino. Tuvieron que pasar al menos diez discos solistas y más de veinte años de trayectoria para que el cantautor se animara a desembarcar con su música en la Argentina. No fue fácil descifrar el código Cabrera, pero hoy su música abraza fuerte a las nuevas generaciones. Si en Canciones propias (2011) había hecho versiones de autores indiscutibles de la música popular uruguaya –como Alfredo Zitarrosa, Eduardo Mateo y El Sabalero–, el cantautor entrega en Viva la patria (2014), su último disco, quince canciones nuevas y originales que refuerzan su particular estilo. Un cruce casi indisociable entre poesía y música; un modo de cantar y tocar en complicidad con el silencio; canciones complejas en composición y arreglos, pero a la vez sencillas y amplias. Canciones que, tal vez, sólo están construidas con pocas notas y palabras apenas pronunciadas. Y en donde lo rural y lo urbano no son antagonistas.

Acompañado por un quinteto –Juan Pablo Chapital (guitarra), Hernan Klang (piano), Federico Righi (bajo), Ricardo Gómez (batería)–, Cabrera llena el disco de guiños a su país de origen (por ejemplo, en canciones como “Canelones”, “Viva la patria” o “La huella de Montevideo”). Sin embargo, el músico ha dicho que el título del disco no tiene un “sentido nacionalista”: “‘Viva la patria’, que da nombre al disco, es una humorada, una canción autobiográfica”. De hecho, la autorreferencia es una constante en su obra, tal vez un sello distintivo. Ya se podía ver esa particularidad en clásicos como “Críticas”, “Mudanza” o “Lisa se casó”, todos de Viveza (2002). Las canciones de Cabrera, al igual que las de muchos autores, dialogan entre sí disco a disco. La desoladora “Nunca te dije te amo” –una de las más hermosas, que cierra el disco– linkea con “Te abracé en la noche”, una vieja canción de amor (y de despedida).

Los climas musicales son variados. El disco abre con “Canelones”, con arreglos de jazz; pasa por la folk rock “Hijos de la abundancia”; hace una parada en la tropical-candombera “Futura cumbia”; saca a relucir la faceta de poeta de Cabrera en el recitado “Mercadería fresca”; llega a su costado más minimalista en “Cine y religión”; pero luego sube el volumen en “Después del muelle”. En “Caminos de flor”, otra de las que se destacan, Cabrera ensaya aquello que llaman el oficio del cantor: “Las palmas desde el inicio/ Todas ansiosas por aplaudir/ Contento quedaba el pueblo/ satisfecho el promotor”, entona, con esa voz rasposa, siempre emocional y sincera, nunca impostada. La música de Cabrera enseña que lo simple y lo valioso, a veces, hay que salir a buscarlo. No todo suena por la radio o se ve en televisión.

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Lo de Fernando Cabrera es un cruce casi indisociable entre poesía y música.
Imagen: Pablo Piovano
 
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