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Viernes, 27 de febrero de 2009

LA VISION DEL DIBUJANTE GABRIEL IPPOLITI

Naves espaciales atadas con alambre

La postal incluye un cigarrillo apoyado sobre la mesa de trabajo, la pava, el mate y un trapo viejo engrasado. También un camión que refunfuña bajo los reproches entre tiernos y malhumorados de un tipo duro que le pide a su hijo mayor una herramienta. Es el paisaje natural de los talleres suburbanos. La clase de imagen que inspiró a Gabriel Ippóliti para la estética del guión de Diego Agrimbau en Planeta Extra. El conoce ese paisaje, y otros similares, al dedillo: vive y conserva amistades y familia en Funes, a 30 kilómetros de esa ciudad de leprosos y canallas. Desde allí atiende el teléfono cuando Página/12 lo llama para preguntarle por un premio que aún no puede “dimensionar”.

“Soy de esos dibujantes que viven dentro de un mundo de dibujo, un termo, y no estaba al tanto de la importancia del premio”, confiesa, y reconoce que empezó a caer “recién cuando lo vi a Diego tan contento”. En los dibujos de Planeta Extra hay 44 años de vida volcados. “Es una estética basada en los años ’50, aunque mezclada con edificios modernos, porque son cosas que aunque no soy de esa época, son las que tenía mi familia”, explica. “Si dibujo una licuadora, es la que mi abuela compró en esa época.” Además, el camión de mudanzas que vuela “es un Bedford, como el que tiene la empresa de mudanzas de acá”.

La ambientación que plasmó es muy cercana para él y calzó justo con la idea de la historia. “Había que dar la idea de Tercer Mundo donde ese camión fue reciclado muchas veces y le metieron un sistema de propulsión ultramoderno, pero adaptado y atado con alambre.” La viveza criolla y las mañas del que menos tiene, “porque capaz no podían tener un camión o una nave de última generación para hacer los fletes, entonces la búsqueda estética fue por ese lado, adaptar lo viejo”. ¿Y ese cielo tan extraño? “Es que había que dar la idea de que estaba todo enrarecido por la polución y es un cielo medio extraño, no se sabe qué hay en esa atmósfera. Entonces uso unas texturas que hago y escaneo, y queda así con esa cosa medio de mundo aparte”, explica Ippóliti. Y de paso, revela su método: primero dibuja a lápiz y le da color a computadora “por una cuestión de tiempo”.

Formado primero por el mundo de la publicidad y luego como plástico autodidacta, la practicidad de lo digital le vino al pelo. La historieta llegó más tarde. “Empecé con Diego en el 2003, así que sus códigos son nuevos para mí, en cada libro que hago descubro cosas.” O gana premios.

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