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Jueves, 12 de marzo de 2015

DANZA

Otras voces

Carlos Casella: “La ley de la danza trae abrochada la idea de formar un sindicato que nos proteja. El proyecto habla de la gestión creativa y la producción, pero lleva a pensar en los derechos laborales. Es muy importante este punto, porque, en muchos ámbitos, el bailarín está reconocido por la Asociación Argentina de Actores, pero en otros no. Es un paria. Hay situaciones de trabajo muy precarias. Esto daría una forma más estable al trabajo del bailarín, que se manifiesta de muchas maneras. Ojalá el gremio por un lado, proteja, y por el otro, no bloquee la actividad que funciona de un modo precario”.

Eleonora Cassano: “Nosotros siempre estamos de prestado en todos lados, estamos parias. Si no nos meten en Actores, nos meten en el sindicato de músicos. No hay nada que realmente nos cuide. No tenemos los derechos que tenemos que tener: por ejemplo, no contamos con una mutual médica, que debería ser bien distinta a la de un actor. Necesitamos tanto el sindicato como la ley nacional de danza”.

Juan Carlos Copes: “Soy de una generación que tuvo un sindicato, el de Variedades. Hasta teníamos un hospital. Pero no era especialmente para bailarines, sino también para cómicos y mimos, para los trabajadores del circo. No podemos depender del sindicato de músicos o de la AAA. Decir que yo soy zorro viejo: estoy cubierto por Sadaic, por Argentores... pero me parece bien que los bailarines tengamos una representación. Necesitamos una mutual, también un lugar donde poder decir qué pensamos, no sólo los veteranos sino también los que recién empiezan”.

Mora Godoy: “Los bailarines no somos actores ni músicos. Ellos siempre tuvieron sindicatos, que fijan tarifas y donde se puede consultar todo. Al trabajar con el cuerpo, tenemos otras necesidades. Algunas pueden coincidir, otras no. Por un lado, es muy importante conservar la fuente laboral. Si tenemos entidades que ponen precios excesivos o un montón de limitaciones al que contrata, el que contrata se va a retirar. Y por otro lado, el bailarín necesita sentirse amparado: tiene que tener una obra social, una posible jubilación, un apoyo de un lugar que conoce su problemática”.

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