“¿Nos preguntás cómo armamos nuestros objetivos? Bueno, sabiendo que queremos salir del tango como mercancía, que es herramienta de trabajo, pero no mercancía”, plantea Ildefonso Pereyra cuando contrapone el Festival de Tango Independiente con su par oficial. “Es una pelea continua porque el Gobierno de la Ciudad sí tiene todas las herramientas y las desperdicia, porque su gestión se va a terminar y no va a dejar nada en la Ciudad: no genera identidad, no hay tango en las escuelas, no trae nuevo público”.

La principal crítica que hace el FTI a la gestión oficial del tango es concentrar toda política de Estado en la línea estética “de postal”. Sin embargo, también denuncian desmanejos en el festival oficial y “emprendimientos vacíos” como el Polo Bandoneón. “En el último festival de tango de la Ciudad hubo dos sedes que eran emprendimientos privados recién abiertos, que vaya uno a saber cómo llegaron a ser parte de una política de Estado –critica Germán Marcos–; ni siquiera eran lugares con tradición, eso es servirse del aparato del Estado de modo prebendario.” Además, Marcos señala las consecuencias del cierre continuo de centros culturales de todo tipo. “Los bares notables tienen el entramado que antes tenían los centros culturales; como el macrismo los desmanteló, sólo quedan estos espacios privados”, apunta.

El Polo Bandoneón lo enoja particularmente. Primero porque fue “inaugurado” tres veces. Pero además, reclama, porque tras años sin que se produjeran bandoneones en el país, cuando finalmente se puso en marcha el Bandoneón Nacional Fischer, presentado a fines de 2013 en Tecnópolis, el gobierno porteño “armó un Polo alrededor de él, dejándolo afuera”. Marcos se permite la ironía: “Ni siquiera es algo negativo, porque lo cierto es que no pasa nada, hacen un concierto al mes con un jetón para la foto y dicen ‘acá hay un polo bandoneón’, ¿en qué consiste? En nada”.

Desde el FTI tampoco olvidan la declaración del tango como patrimonio de la humanidad. Según explican, el documento para ello incluía un acuerdo de cooperación con Montevideo, por el cual cada ciudad se comprometía a aportar cada una suma idéntica en dólares. “Pero la orquesta conjunta funcionó muy poco. Quizás esa plata va al Festival de la Ciudad, pero pedís la información pública y no te la dan. Entonces no se sabe cuánto se gasta en el festival. Sólo te dan el número general de los festivales oficiales.”