Definida por su hermano como la mejor actriz “para mostrarse a sí mismo”, Rosario Shanly carga sobre sus pequeños hombros la totalidad del relato, moviendo su espectral presencia del colegio a casa, y de casa al colegio. “Tenemos una dinámica de trabajo muy buena y compartimos un lenguaje. Yo la filmo prácticamente desde que nació, siempre fue parte de mis trabajos prácticos para la universidad y creo que es una muy buena actriz. Como es algo que ya habíamos hecho antes, cuando le pedía algo ella ya sabía las diez cosas que venían después. Una corrección era suficiente para que dijera ‘sí, ya entendí’. Además, la película muestra lugares que en cierta forma nos pertenecen a los dos, entonces yo sabía qué podía pedirle, qué podía representar y qué no. No era necesario ir a buscar a alguien afuera”, afirma el director, quien reconoce que el proyecto original estaba centrado en un nene y no en una nena. “No hubo grandes cambios por eso ni creo que ella le aporte algún gramaje extra, pero para algunas personas sí. Algunos me han hablado mucho del universo femenino y cosas así que yo la verdad no entiendo qué son. No pienso que las mujeres sean de otro planeta”, explica.

–Esa fue una decisión muy difícil que tomamos más adelante, cuando estaba empezado el proyecto. Ella no quería saber nada con actuar ni tenía experiencia en eso, pero después de decidir que la protagonista fuera mi hermana y que filmaríamos en el colegio real al que fui, poner una actriz para hacer de ella me parecía un poco raro. Al mismo tiempo sentía que ese personaje generaba un gran peligro de gravitar hacia la parodia, entonces me servía más que fuera una persona haciendo más o menos de sí misma que alguien queriendo representarla. Si bien estaba reacio a trabajar con ella porque me incomodaba la idea, al final me di cuenta de que era la mejor forma.