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Domingo, 14 de octubre de 2007

TEXTUAL

Pedro y Marta me cuentan la historia de un coreano al que llaman Pepsi, con el que no se puede hablar porque es parco y brusco pero que, me revelan, participó en la guerra de Vietnam. Así me entero de que todos los meses, un pequeño grupo de ex combatientes coreanos de la guerra de Vietnam se reúne en algún lugar de la calle Cobo.

La papa, descubro, es soberana en la cocina peruana. Para el plato principal quiero bajar los decibeles de pesadez. No lo consigo: me pido un “cangrejo reventado” sin consultarlos y resulta un “sopón” de cangrejo, caliente y espeso, con la recompensa de verdadera carne de cangrejo flotando en el caldo. Dieciocho pesos no está mal para comer cangrejo en Buenos Aires... Creo que el Once no sólo los ha traído a la Argentina, les digo manteniendo mi ya repetida metáfora del centrifugador, sino que también los ha disparado a Corea y a Israel. ¿De qué otro barrio podrían haber zarpado hacia esas tierras? Yo no tengo la menor idea de cuándo voy a poder visitar Corea... Francisca me recuerda que los ex combatientes de Corea eran adultos en los ’50, y que ahora son personas ya muy mayores o están muertos. Mientras que los ex combatientes de Vietnam todavía tienen edad para reunirse. Y algunos de ellos, efectivamente, trabajan hoy en el Once. Las memorias que cobija este barrio son más vastas que mi imaginación.

Fragmento de El Once de Marcelo Birmajer.

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