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Domingo, 16 de diciembre de 2007

TEXTUAL

El arte, entonces, ya no se caracteriza por una hegemonía sobre otros campos. Belleza y verdad ya no son exclusividad del arte. No son las cualidades de las obras de arte en sí las que hacen que algo aparezca como una obra de arte en un determinado momento sino, más bien, ciertas condiciones y mecanismos. Pero aunque éste sea efectivamente el estado de las cosas, al arte todavía le queda suficiente. Le queda un campo en el que pueden hacerse visibles determinadas circunstancias, cualidades y deseos. Le queda la posibilidad de referirse a un vocabulario, una serie de motivos, gestos, conceptos y reflexiones específicos de ese campo.... Este cambio inmanente dentro del campo del arte colaboró, también, para que sus fronteras se hayan vuleto porosas. Cada vez hay más elementos artísticos que son discutidos fuera del campo de las artes visuales. Es como si la autonomía del arte se hubiera hecho añicos y estos añicos hubieran sido distribuidos, ya que los elementos que alguna vez conformaron, todos juntos, el arte, se encuentran hoy dispersos en todos los campos imaginables. “Nuevas rutinas visuales”, llama Diedrich Diederichsen a ese proceso. La mirada se amplía. La falta de propósito del arte, que fue uno de los elementos constituyentes de su libertad, esa libertad con la que, desde Kant, se justifica el hecho de que el arte se dé sus propias reglas, ya no se encuentra en las artes visuales. En cierto modo, la palabra arte vuelve a corresponderse con su definición original, que abarcaba muchos más campos que el de las artes visuales.

Fragmento de “Cruzar las fronteras en lugar de importar y exportar” en La utopía de la copia (Interzona).

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