futuro

Sábado, 22 de noviembre de 2003

¿UNA NUEVA FORMA DE VIDA?

Artificios

Por Federico Kukso

Hace aproximadamente 3,6 o 4 mil millones de años, en un lugar recóndito e ignoto sobre la faz de una joven Tierra, surgió la vida. El escenario era muy poco acogedor: los continentes recién se habían formado y en la atmósfera no había oxígeno. La superficie estaba cubierta por un antiguo y enorme océano, un estanque de compuestos químicos simples, en donde tal vez tras varios falsos arranques y callejones sin salida, en algún momento se armaron los primeros bloques químicos necesarios para la vida, que más tarde se ensamblarían en moléculas más complejas: ADN (ácido desoxirribonucleico) y ARN (ácido ribonucleico), que tienen la notable habilidad de fabricar réplicas de sí mismas a partir del medio circundante. Cómo surgieron, sigue siendo todo un misterio para biólogos y químicos. Lo que se sabe es que finalmente en esa sopa química apareció una anónima pero valiosísima célula que se dividió y dividió: primero en 2, luego en 4, 8, 16, 32, 64... y así sucesivamente, formando plantas y animales (que, al fin y al cabo, son todos parientes, al tener el mismo “ancestro” en común), los engranajes de la evolución.

En el principio
Cuatro mil millones de años después, en un laboratorio cerca de Washington (Estados Unidos), un grupo de científicos tiene ganas de despojar a la naturaleza de la exclusiva potestad de creación de vida. Y en cierto modo, lo consiguieron.
Los estadounidenses Hamilton Smith, Clyde Hutchison III y Cynthia Pfannkoch, capitaneados por el tan célebre como polémico Craig Venter (ex presidente de Celera Genomics, se hizo famoso en febrero de 2001 por dirigir el equipo que logró descifrar “privadamente” el genoma humano), lograron construir el primer organismo vivo de la historia fabricado de manera artificial.
El virus se llama Phi-X174 y es un bacteriófago que tiene las mismas capacidades infecciosas que su contraparte natural (ataca, infecta y destruye bacterias).
Los investigadores del Instituto para Alternativas de Energía Biológica (IBEA) adaptaron y perfeccionaron la técnica “de reacción en cadena por polimerasa” (PCR, polymerase chain reaction) para producir la doble hélice de ADN del Phi-X174 a partir de secuencias moleculares individuales.
Como si se tratara de un rompecabezas, los científicos ensamblaron los 5300 pares de bases que forman el genoma del Phi-X17 a partir de oligonucleótidos (pequeñísimas moléculas constituidas por cortas secuencias de ADN), que se venden sin restricción en el mercado. Y luego lo introdujeron en una bacteria Escherichia coli para lograr la expresión de las proteínas en la membrana. Así, la versión sintética (un parásito, como todos los virus) vive y se reproduce consumiendo muchas de las sustancias nutritivas producidas por la célula anfitriona.

Por las dudas
El equipo no tardó en salir a alertar que Phi-X174 no implica peligro alguno para la salud humana ya que es totalmente incapaz de atacar células humanas.
Por rimbombante que parezca, en verdad, no es la revolución genética hecha carne (o virus). Ocurre que desde hace años se aíslan genomas de virus y bacterias, se los modifica y se ve cómo se comportan. De hecho, ya se consiguió construir poliovirus artificiales. Lo que sí es novedoso es el tiempo en que se logró: sólo 14 días.

Avance o fiasco
En verdad, la bomba mediática no se disipa ahí: el objetivo primordial del controvertido Venter, según anunció el año pasado, es el de crear una célula artificial. A partir del Mycoplasma genitalium, un organismo muy sencillo que vive en el tracto genital humano, Venter tiene en vista “engendrar” un organismo unicelular artificial con el número de genes indispensable para sobrevivir. De sobrevivir, la nueva forma de vida sintética comenzaría a alimentarse y dividirse, para, con el tiempo, crear una población de células únicas y diferentes a todo lo conocido hasta ahora.
Avance crucial o invento intrascendente, lo cierto es que la creación de la versión artificial del virus Phi-X174 ahonda la discusión de hasta dónde se extienden los límites de lo que denominamos “vida”. Más allá del evento en particular, lo que sorprende es la velocidad de estos tiempos. No hay que olvidar que el ser humano recién hace unos 300 años aprendió algo sobre la circulación de la sangre y tan sólo en el curso de los últimos 50 años descubrió las funciones de muchos de sus órganos.
Sólo después que pase la euforia que obnubila el pensamiento, quedará en claro si la tecnología buena, bella y única, como se la quiere vender, no engendra otra cosa que monstruos y modernos prometeos, esclavos de la razón.

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