Viernes, 29 de enero de 2016 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Tres postales en modo random y con los bellos filtros de Instagram se reprodujeron miles de veces aludiendo a la nueva semana de alta costura que acontece en París. Por un lado la toma de una muralla de espejos dispuestos cual laberintos para engalanar los jardines del Museo Rodin. Allí aconteció la presentación de la firma Christian Dior, acéfala luego de la renuncia del belga Raf Simons. Mientras los CEO’s aún negocian el nombre del sucesor de Simons, los responsables de la colección fueron los jóvenes integrantes del staff de colaboradores de diseño. Y sus preceptos para la pasarela fueron la exaltación de clásicas chaquetas del archivo del creador del New Look junto con largas faldas con tajos, vestidos con hombros al descubierto, la exaltación de vestidos con transparencias cuasi punk y maquillajes con brillo en los escotes no pronunciados.
Por otro lado, una casa de madera con apariencia de jardín zen, donde las modelos de alta costura pasearon los nuevos y fabulosos trajes tailleur de Chanel regidos por la ecuación faldas largas y levemente globo, la celebración del vestidito negro y sí, algunas estampas florales. Musicalizada por el experto Michele Gaubert, la puesta fue levantada en el Grand Palais (el parque de atracciones que Karl Lagerfeld renueva una temporada tras otra). Los hashtags aludieron a eco-villas y a jardines zen, pero el saludo final de las elegantes modelos remitió también a una casita de muñecas para Karl y sus musas.
La postal número tres tiene matices surrealistas y kitsch: estampas de vajillas, platos, frutos y flores exóticas que intentan rescatar el legado de Elsa Schiaparelli, en un decorado con fondo de platos y alfombras con estampas gastronómicas; estrategia para comunicar el estilo del nuevo diseñador de la firma, Bertrand Guyon. Las faldas de los vestidos sonaban a medida que se desplazaban, los vestidos largos de cola se atiborraron de prints con langostas, legumbres y frutas. A modo de accesorios había broches en forma de corazón coronados por langostinos, candados sobre cáscaras de huevo y zapatos provistos de legumbres. Guyon comentó que se había inspirado en la máxima de Schiaparelli que indicó: “Comer no es simplemente un placer material. Comer bien aporta un sentido a la vida y contribuye inmensamente a la buena voluntad y a la felicidad”. La biografía de Elsa (quien nació en Roma en 1890 y murió en 1973) es rica en anecdotario extravagante: indica que estuvo casada con un conde, que el célebre modisto Paul Poiret le regaló un abrigo largo de terciopelo y a rayas que ella no podía pagar y que Man Ray la retrató en una toma que devino una de sus fotografías más difundidas (vestida con una túnica de seda plisada plus una capita con plumas y el pelo corto). Sus primeros diseños remiten a la innovación en tricots con lazos cuya primer usuaria fue Anita Loos, la autora de Los caballeros las prefieren rubias y tales suéters devinieron su prenda más democrática y campo para la experimentación, ya que sumaron cierres a la vista y en colores fuertes. En 1935 se refirió a la indumentaria como “ropa de trabajo de calidad”, una categoría estética y ética, mientras que en colecciones posteriores homenajeó al circo y trazó mariposas para la colección “Música”. Fueron célebres sus colaboraciones con Dalí: el mítico sombrero zapato del cual ella fue la principal usuaria, las ironías alrededor del tailleur mediante el “traje escritorio” con profusión de bolsillos y de herrajes que simulaban cajoncitos. Como detestaba los botones tradicionales ideó parafernalia para sustituírlos. Como provocación a las perlas de Chanel, propuso collares de plástico que admitieron insectos de colores y los llamó modelo “Bug”.
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