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Viernes, 13 de agosto de 2004

PERSONAJES

Milonguera

Bailarina profesional formada en la danza
clásica y contemporánea, Milena Plebs una noche le entregó el alma al tango. Eso sí, se reservó el derecho de estampar su apellido en un mundo en el que ésa era una prerrogativa exclusivamente masculina.

Por Noemi Ciollaro

Cuando Milena Plebs y Ezequiel Farfaro bailan tango es posible recordar una frase de la escritora Alicia Dujovne Ortiz sobre esta danza, “es un monstruo de dos cabezas, una bestia de cuatro patas, lánguida o vivaz, que vive lo que dura una canción y muere, asesinada, por el último compás”. Absortos, hipnotizados por la música, los cuerpos de la mujer y el hombre dibujan arabescos infinitos, al unísono, espejados, desplegando pasión, misterio y una honda pureza de movimientos.
Milena Plebs es un capítulo aparte en la historia del tango. Hija de extranjeros, criada en la danza clásica, integrada a los diecisiete años como profesional en el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín dirigido por Oscar Araiz, permaneció allí hasta los veinticuatro. Una noche, Ana María Stekelman, una de sus maestras, la invitó al ensayo de su espectáculo, Jazmines, donde bailaba en pareja con un joven milonguero, Miguel Angel Zotto, puro tango. Corría 1984 y esa noche a Milena Plebs le cambió la vida para siempre.
–Era la primera vez que veía bailar tango, nunca había reparado en esta danza, cuando vi ese baile dije ¡qué están haciendo!; siendo bailarina no podía entender ese código. Me preguntaba cómo puede ser que no se pateen, que no choquen, así abrazados. Me deslumbró el romanticismo de la pareja; me sedujo descifrar la complejidad del baile abrazado que para mí era como un ideal romántico, creo que eso es lo que transmite el tango. Lo ves y decís qué lindo, yo también quiero.
A partir de esa noche Milena no se perdió ni ensayos ni estreno. Tampoco pudo sustraerse a la seducción de Miguel Angel Zotto, a su energía desplegada en cada paso, a su cuerpo sabio que inducía a su pareja de baile a seguirlo como una poseída y a redoblar la apuesta en sensualidad y destreza.
–Comenzó a llamarme más la atención Miguel que el espectáculo y el baile. Justo terminaba la temporada y empezó a dar clases de tango, varios bailarines del Contemporáneo fuimos a aprender con él. Yo empecé casi como un hobby, pero es terrible lo que pasa con el tango, te empezás a meter y no podés zafar. Paralelamente comencé a salir con Miguel, a los cuatro meses vivíamos juntos y bueno, ahí, sin saberlo, ya estaba embarcada.
Se dice que los amores del tango son tremendos, a veces fugaces, siempre intensos. Se dice que si mueren se llevan pedazos del alma y en ocasiones no se reemplazan ni con otro amor; pero mientras duran todo es pasión. Milena y Miguel vivieron y bailaron juntos diez años.
–En febrero del ‘86 a Miguel lo convocaron los directores de Tango Argentino (la compañía que resucitó el tango en el extranjero) que ya lo conocían como bailarín. El me dijo: “Yo me voy de gira, si vos querés vení”; tuve claro que él no podía perder esa oportunidad. Para mí fue un dilema muy fuerte, tenía que dejar el Ballet que crecía y evolucionaba mucho. Era una gira de ocho meses en Estados Unidos, con el mejor espectáculo de tango que salía al mundo. Y me fui con él, yo era una bailarina de contemporáneo con un entrenamiento muy fuerte en la danza, pero nueva en el tango, así que seguí aprendiendo en la gira, trabajando. Fue un gran privilegio para mí, lo hice junto a Juan Carlos Copes y María Nieves, Virulazo, Gloria y Eduardo, los Dinzel, Nélida y Nelson, Mayoral y Elsa María, Mónica y Luciano, los Rivarola, fue una experiencia extraordinaria. También tuvo aspectos difíciles para mí, me fui con pareja nueva, a un ambiente nuevo y a un baile nuevo, fue entrar de golpe al mundo de los adultos y de adultos bravos, todos milongueros. En el escenario eran ocho parejas de baile que habían sido rivales durante toda su carrera, en Michelángelo, en el Viejo Almacén, en Casablanca, en La Ventana, y de repente teníamos que estar todos juntos compartiendo escenarios, aeropuertos, hoteles, me costó cuatro meses adaptarme. Pero nos trataron muy bien, éramos nuevitos, Miguel tenía veintisiete y yo cumplía veinticinco, todos nos querían enseñar, éramos los benjamines.
Las voces calificadas resaltan que Milena Plebs le aportó al tango no sólo la calidad de su baile enriquecido por su origen académico, sus conocimientos sobre coreografía y teatro, sino un rol diferente en cuanto al lugar de la mujer.
–Yo seguí un poco la posta de María Nieves y Copes que fueron maestros míos, para ellos el baile es cincuenta por ciento la mujer y cincuenta por ciento el hombre. Cuando bailaban “Quejas de bandoneón” se veía una cosa compacta, él se lucía con sus pasos y ella hacía sus figuras con esas piernas increíbles; tomé ese modelo para seguir desarrollando el baile e incorporé elementos de la danza contemporánea. Creo que mi tema de mayor peso, además del aporte a la danza, fue ser la primera bailarina de tango que usó su nombre y apellido. Fue por consejo de mi mamá, yo en la danza moderna era Milena Plebs, por qué en el tango iba a ser sólo Milena. Por qué, si yo y todas las mujeres tenemos nombre y apellido. A partir de allí las bailarinas de tango empezaron a usar sus apellidos. Cuando Miguel y yo armamos nuestra propia compañía, Tango X 2, éramos en todo dos, los dos hacíamos todo.
Milena y Miguel Angel estrenaron en abril de 1990 Tango X 2, un espectáculo integral que fue el resultado de años de investigaciones documentales, rescatando la memoria y el estilo vivo de los viejos milongueros. La puesta brindó a los argentinos la posibilidad de acceder, en teatros como el San Martín y el Alvear, a bajo precio, a escenografías, coreografías, música y vestuarios de cuidada elaboración y estilo y significó el resurgimiento del tango en su país de origen. Milena y Zotto resultaron aclamados y reconocidos por el público argentino y extranjero, ya que lograron amalgamar en su creación el popular estilo milonguero con la sutileza de la danza contemporánea. En 1991 los premió el Consejo Argentino de la Danza, primera oportunidad en la que la entidad distinguió a bailarines de tango.
–En los últimos quince años los milongueros y sus códigos han ido cambiando. Al principio eran recelosos de los profesionales, pero como el baile de escenario se empezó a enriquecer con el baile de la milonga y muchos bailarines jóvenes comenzaron a tomar clases con los milongueros, a escucharlos, a bailar con ellos, se fueron sintiendo valorizados. Lamentablemente quedan muy pocos, hay que cuidarlos, ellos aprendieron su baile en las calles, en las milongas, en la familia; es un tango puro, absolutamente verdadero. Los jóvenes tuvimos que reconstruir algo que estaba medio perdido, codificarlo un poco, es más de academia nuestro baile, no tiene ese mismo saborcito, pero hay que destacar que lo que sucedió es muy importante, se recuperó una cultura. Creo que el tango es el gran acontecimiento a nivel global, retorna a lo sensorial, a encontrarte con el otro, a jugar el rol hombre-mujer que está desdibujado; el hombre es el que lleva, guía, y la mujer es la que sigue, se deja llevar, se deja proteger, eso provoca sentimientos muy especiales. Por algo los extranjeros se sienten fuertemente atraídos y nosotros somos la cuna de esa maravilla. Quisiera que fuera más accesible al pueblo, porque es del pueblo, su origen es popular. La milonga no es cara, pero los espectáculos sí, y en esto tienen que incidir los entes oficiales. Sería bueno que el dinero no lo hagan los extranjeros que se lo llevan a otros países, es deseable que lo que genera regrese a su cuna.
A fines del ‘97 Milena se separó de Miguel y por un tiempo dejó de bailar. En 2000 regresó junto a otro bailarín profesional, Ezequiel Farfaro, con quien hizo espectáculos en el exterior hasta el año pasado, cuando la convocaron para realizar la coreografía y bailar en el centro de artes y espectáculos “Piazzolla Tango”. En junio pasado realizaron una exhibición en el Salón Canning, y tienen comprometidas presentaciones en Cerdeña y Suiza para lo que resta del año; a la vez está a punto de salir a la venta, en DVD y video, el documental Milena baila el tango con Ezequiel, que muestra el proceso creativo del baile, improvisación, backstage y coreografía terminada.
–Tuve una carrera de bailarina intensísima, no me quedaron asignaturas pendientes. Con Tango X 2 bailábamos seis noches a la semana, más la coreografía y la producción; logramos un producto inédito que le abrió la puerta a gente nueva y joven, fuimos el modelo de una nueva generación de tango que retomó la posta que estaba algo abandonada. Pero es muy difícil mantener una pareja de vida y de tango, hay una época de éxtasis total que es estar con la persona que amás, bailar, trabajar, viajar y ganar dinero. Pero cuando una empieza a querer individualizarse se vuelve difícil, se forma una simbiosis, algo apretado y cerrado que lleva a la saturación. El contacto cuerpo a cuerpo es muy determinante, si peleás no podés tomar un poco de distancia, hay que seguir bailando, abrazarte al otro aunque tengas ganas de matarlo; eso genera una contradicción emocional tan fuerte que se torna insoportable. Después de semejante intensidad, ahora quiero que el tango me ocupe el cincuenta por ciento de la vida, no el cien, quiero tiempo para mí y para armar una puesta en escena nueva, con la estructura de un espectáculo de danza y no de revista. Yo entro al tango pero periódicamente necesito salir, siento que me absorbe toda la energía, es muy atractivo, muy envolvente y embriagador, pero hay un punto donde parece que te vas a perder. Por eso entro, juego ese juego y cada tanto salgo para recuperar mis límites, centrarme y... después volver a jugar porque es maravilloso.

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