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Viernes, 13 de agosto de 2004

SEXUALIDADES

Espíritus de múltiples géneros

En un seminario sobre Religión, sexualidad y mitos, organizado en la Casa de Nazareth, la antropóloga brasileña Miriam Grossi revisó, desde la mitología, el poder de la maternidad, las supuestas sociedades matriarcales y el conocimiento espiritual al que habilita el tránsito entre los distintos géneros.

 Por Sandra Chaher

Puede sorprender que el nombre de un seminario organizado por una agrupación católica se llame Religión, sexualidad y mitos. Pero mucho más desconcertante es asistir, en el marco de ese encuentro, a una conferencia en una institución religiosa –con todas las cualidades de un convento o seminario– en la que una antropóloga brasileña reconstruye el concepto de género, se explaya sobre las teorías queer y feminista, y habla de la opresión de las tecnologías de fecundidad y de las familias homosexuales para un público que incluye desde católicas practicantes hasta parejas homosexuales.
La mixtura de protagonistas, y la osadía en los temas propuestos, ya es habitual en los seminarios convocados por Católicas por el Derecho a Decidir (CDD). Pero la formación analítica y científica de la antropóloga Miriam Grossi hicieron que los temas fueran tratados con la misma naturalidad con la que en ese espacio, la Casa de Nazareth –hermoso remanso verde y silencioso en pleno Once–, podría desgranarse la Biblia una tarde cualquiera.
Miriam Grossi es doctorada y posdoctorada en la Universidad París V, actualmente ejerce como profesora de la Universidad de Santa Catarina, en Brasil, donde dirige el Núcleo de Identidades de Género y Subjetividad, e investiga en paralelo en Brasil y Francia.
–¿Cuál sería una relación posible entre mito, sexualidad y religión?
–Uno de los aspectos del mito que yo trabajo es el del matriarcado en la actualidad, que hace referencia al poder de las mujeres. Está presente en la teoría y las prácticas feministas, lo mismo que en una parte de los trabajos religiosos. Se toma esta idea de que en una época antigua de la humanidad hubo mujeres poderosas que perdieron ese poder: la civilización de la diosa, muy presente en el ecofeminismo. Este mito intenta explicar por qué las mujeres son excluidas. Una de las razones es que engendran niños de ambos sexos y eso para los hombres es un poder exorbitante. Lo "normal", simbólicamente, sería que las mujeres reprodujeran mujeres y los hombres, varones. Lo que muchos autores piensan es que en todas las culturas los hombres tomaron el poder justamente para protegerse de este poder exorbitante de la reproducción.
–¿Cuál es la interpretación de este mito que hace el feminismo? Porque las teorías de la diosa son rechazadas por algunas corrientes.
–Yo pienso que es un mito. No lo acredito como verdadero, pero no podemos descartarlo por el valor simbólico que tiene. Lo que sí hubo fue una valorización de la fertilidad. Las representaciones que se han encontrado simbolizan este poder de reproducción de las mujeres. Pero incluso en las sociedades llamadas matriarcales podemos ver que las mujeres tenían poder en algunas instancias, aunque siempre tuvimos sociedades patriarcales.
–¿La revalorización actual sería desde la posición de poder de las mujeres en términos simbólicos pero no por su rol de reproductoras?
–Exactamente. Hay una gran tensión en el feminismo actualmente. Porque por un lado la maternidad continúa siendo un espacio de poder femenino, y no sólo de poder sino de construcción de la identidad femenina. Las nuevas tecnologías reproductivas fueron, al comienzo, para las feministas, una gran posibilidad –ellas pensaron: “Vamos a ser madres sólo si queremos”–. Pero lo que estamos viendo es que la maternidad, que podría ser una forma de liberación, está siendo una nueva forma de opresión. Se está obligando a las mujeres a ser madres. Si antes eras madre si querías, ahora debes serlo; y si no puedes, tienes que someterte a estas tecnologías que son bastante caras.
–¿Cuáles son los grandes mitos vinculados con sexualidad y religión que hay en el imaginario social en este momento?
–El que dice que los homosexuales no pueden construir una familia. Hubo un tiempo en el que ser homosexual era una determinación bíblica para la esterilidad, porque dos hombres o dos mujeres no pueden tener hijos "naturalmente". Pero hoy vemos que los homosexuales quieren tener hijos, y los tienen. De varias formas. La más común es de relaciones anteriores heterosexuales. Están también los que adoptan niños, pero tienen que hacerlo solos, no como pareja. Y también hay algunos que recurren a las nuevas tecnologías, al alquiler de vientres –en América latina son pocos–. También están los que los engendran con amigas lesbianas, que es la forma más habitual que se está dando en este momento en Francia. Aunque las lesbianas en Francia recurren más a los bancos de esperma de clínicas de otros países, como Bélgica. En este momento, en Francia hay más lesbianas que gays teniendo hijos. Hubo un baby boom de lesbianas muy fuerte en Estados Unidos hace unos años y creo que lo mismo va a suceder en Francia.
–¿Cómo se interpreta desde la teoría feminista y queer este deseo de los homosexuales de casarse y tener hijos, valores tradicionalmente burgueses?
–Hay dos grandes interpretaciones. Por un lado, los teóricos militantes dicen que los homosexuales se volvieron conservadores y están abandonando lo más interesante que tenían: la transgresión, el sexo, el placer. Dicen que Foucault debe estar removiéndose en la tumba con lo que está pasando (risas). Y por otra parte, los homosexuales dicen que lo que quieren es tener los mismos derechos ciudadanos de todo el mundo: "En tanto no tengamos el derecho de tener pareja, hijos, de vivir como queremos, vamos a seguir siendo una sub-identidad, un grupo marginado". Y agregan que lo que hagan después es otra cosa: quizá tengan hijos en una pareja de dos o de tres, porque ellos siempre lucharon por lo que llaman "otras formas de familia", centrada en los amigos, más ampliadas. Y se preguntan por qué centrar la transgresión en la familia; como que pueden transgredir en otros aspectos de la vida.
–Usted se refiere en sus trabajos a un vínculo entre los mitos y lo religioso en términos espirituales, no desde la Iglesia como institución.
–Muchos estudios antropológicos muestran que, en varias culturas del mundo, los religiosos, los chamanes, las personas que tenían acceso al mundo sobrenatural, eran individuos de un sexo que se comportaban con actitudes del género opuesto, que circulaban entre múltiples identidades de género. Eso llevó a los antropólogos a reflexionar sobre el hecho de que pasar de un género a otro habilita a otras instancias del conocimiento, que en los grupos tribales era el conocimiento de los espíritus.
–¿Cuáles serían estos personajes en la cultura moderna?
–Muchos artistas en nuestra cultura cumplen el papel de alguien que puede hablar de un mundo que se divide en géneros. Y el género es una estructura simbólica fundamental para referirse a toda la construcción social. También los científicos ocupan a veces este rol. Lo cierto es que en nuestra cultura este personaje que circula entre múltiples géneros no está acotado a un grupo. Hoy no existe la división entre lo real y lo espiritual que había en otras sociedades, lo espiritual está mucho más presente en lo cotidiano.

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