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Viernes, 13 de agosto de 2004

TALK SHOW

La maldición de la estrella

 Por Moira Soto

En estos días se nos están apareciendo, reapareciendo en la pantalla del televisor, varias chicas del Hollywood que presumía de fábrica de sueños mientras sometía a sus estrellas a una servidumbre, a veces una degradación, que algunas no pudieron soportar y se quebraron en pedazos que no siempre pudieron volver a juntar (las que sobrevivieron). Chicas de vidas familiares complicadas en algunos casos, como el de Gene Tierney (Que el cielo la juzgue y Laura, son los films que está pasando Cinecanal Classics), Marilyn Monroe (muerta a los 36 de sobredosis de somníferos después de tanto maltrato e incomprensión, brilla en la misma señal a través de una antología de sus comedias) y Natalie Wood, que es evocada por un inteligente director que ha sufrido en carne propia las crueldades de Hollywood, Peter Bogdanovich, además un especialista que ha afinado, agudizado su mirada sobre el planeta cine (El maullido del gato, sobre el affaire Randolph Hearst-Marion Davies-Charles Chaplin-Thomas Ince-Heda Hopper, también se está viendo estos días por el cable). El misterio de Natalie Wood se titula esta miniserie protagonizada por Justine Waddell y Alice Krige que Hallmark Channel está emitiendo durante este mes. Para mirar la primera parte quedan las siguientes fechas y horarios: el 19 a las 15 y a las 24; el 24 a las 20 y el 25 a las 10; para la segunda: el 19 a las 17, el 24 a las 22 y el 25 a las 12. El guión de esta producción pertenece a Elizabeth Egloff y se basa mayormente en el riguroso trabajo de Suzanne Finstad –también productora ejecutiva– Natasha: la biografía de Natalie Wood. El misterio... también se inspira en Natalie & R.J., de Warren J. Harris.
Niñita prodigio compelida por su madre y el estudio a rendir siempre más, a llorar mejor (para lo cual mamá Gurdin no vacilaba, por ejemplo, en arrancarles las alas a algunas mariposas), Natasha Nikolaieva Zakharenko, rebautizada Natalie Wood, pudo, a pesar de las presiones –y en buena medida gracias a Rebelde sin causa, 1955, del gran Nicholas Ray– hacer el pasaje a la adolescencia y hasta obtener una candidatura al Oscar. Cosa que no lograron, por más empeño que pusieran los productores, otras chicuelas desenvueltas como Shirley Temple o Margaret O’Brien. La que sí sobrevivió a todo –a Lassie, a otra típica madre de estrellita, a enfermedades graves, a los zares de la industria, a ocho matrimonios– fue la incombustible Elizabeth Taylor, la de los ojos violeta, que terminó haciendo lo que se le cantaba: desde pedir (cifra disparatada para la época) un palo verde por Cleopatra (1963), interesante fracaso comercial, hasta avejentarse y ponerse muy grosera a los 34 en Quién le teme a Virginia Woolf (1966). Epoca en que prosperan sus amores tormentosos y discontinuos con Richard Burton, con quien al año siguiente haría una chillona Fierecilla domada.
¿Qué habría sido de la carrera de Natalie Wood, que se aprestaba a debutar en teatro a los 43, de no haberse ahogado en las aguas del Pacífico, el domingo 29 de noviembre de 1981, después de celebrar en su casa el Día de Acción de Gracias? Porque quizás Hollywood, que la había explotado como niña prodigio desde los 5 y luego como imagen juvenil entre dulce y picante, ya no la quería entre sus filas. Y por otra parte, referencias confiables que la miniserie toma en cuenta dan por seguro que Robert Wagner, actor mediocre y guapo de plástico con el que había vuelto a casarse, prefería que Natalie trabajara de esposa y madre exclusivamente. El misterio que en verdad queda sin despejar en esta producción no es tanto la forma en que se ahogó la protagonista de West Side Story –el telefilm apuesta a una caída accidental en el agua oscura y helada– sino el motivo de los roces y disputas de esa noche de alcohol junto a Wagner,Christopher Walken y un amigo en la costa y a bordo del yate “Splendour”, nombre que recordaba uno de los grandes títulos de la bonita y sensible morena clara: Esplendor en la hierba (1961), film de Elia Kazan en que ella recitaba aquellos versos de Wordsworth que –El misterio... registra la escena– volvió a decir, ya mujer adulta, durante el entierro de su padre: “Pues aunque el resplandor tan radiante de antaño se aparte para siempre de mi vista, aunque ya nada pudiera restituir a la hierba su esplendor y su gloria a las flores, no debemos apenarnos sino hallar fuerzas en lo que aún perdura”.

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