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Viernes, 8 de abril de 2011

PANTALLA PLANA

Acumulando basura blanca

Con acidez e incorrección, una nueva tira de I-Sat vuelve sobre la familia norteamericana para mostrar –desde el humor– cómo la clase media baja se las ingenia para criar a una beba cuando se anda corto de dinero... y de sentido común.

 Por Guadalupe Treibel

Las hay para todos los gustos: variopinta y simpatiquísima (Modern Family), sosa con superpoderes (No Ordinary Family), calurosa y comprometida (Brothers & Sisters), cínica y disfuncional (Shameless). Porque no hay nada más lindo que la familia unida, el primer hogar –con todas sus ramificaciones y variantes– nunca se agota en la pantalla chica. Quizá por eso, la cadena FOX, en EE.UU., se haya largado con una serie que bate la formulita en ácido sulfúrico, entregando –sin más– la quintaesencia del white trash norteamericano: Raising Hope, una sitcom que desmitifica que toda crianza debe ser solemne y deja en claro que madre (o, en este caso, padre) no se nace: se hace.

En el caso de los Chance y la bebita Hope (leáse Esperanza... y, por ahí, se cuela el mensaje optimista), los escenarios imposibles (y francamente hilarantes) llevan las máximas al borde. Tan al borde que sólo les falta saltar al precipicio. ¿No hay mamadera? ¡A improvisar con un guante de cocina! ¿Falta cochecito? Pues tuneemos un changuito de supermercado. Y ni hablar de cambiar pañales, que papá Jimmy (Lucas Neff) terminará vomitando sobre la niñita, corriendo y pidiendo perdón.

En la tradición de films como Educando a Arizona o una Pequeña Miss Sunshine (más) caída en desgracia, la tira –que en la Argentina emite I-Sat todos los martes a las 21– conjuga humor negrísimo con algunos brotes de dulzura e inocencia (no vaya a ser cosa de desequilibrar la balanza) y pone toda la carne políticamente incorrecta sobre el asador. Sin más, Hope (que al principio responde al nombre Princesa Beyoncé) es fruto del one-night-stand de Jimmy (típico pibito loser de 23 años que limpia piscinas con su papá de 38) y una asesina serial que termina frita en los primeros 30 minutos de la serie.

Y aunque el clan Chance quiera dejar a la nena en la estación de bomberos, Jimmy convence a su papá (Garret Dillahunt), mamá (Martha Plimpton) y bisabuela senil –Maw Maw, en la piel de Cloris Leachman– de quedarse con la criatura. A regañadientes, aceptan y se larga una trama que, con el timing envidiable que manejan las sitcoms norteamericanas, hace de la disfuncionalidad moneda frecuente. ¿Qué puede pasar? Pues que una Maw Maw delirante amamante a la beba, que el papá de J. le limpie la colita con una manguera a presión o quiera asustarla a toda costa en Halloween, que la nena aprenda a gatear y se pierda en un garaje repletísimo de porquerías o que el propio Jimmy no sepa si un puré de manzana con un bebé oriental en la etiqueta sirve para todas las razas...

Al elenco de inadaptados se suma Sabrina, la cínica cajera del supermercado que escribe cuentos, a la que Jimmy ama en silencio; un primo que no duda en sumarse a una secta con tal de conseguir novia; dos amigos que gustan explotar cuanta cosa se cruce por su camino o simular tirarse de un puente para generar accidentes viales; una baby-sitter que cuida perros, abuelos y bebés, todos juntos y revueltos, y les canta canciones bien explícitas y explicativas. ¡Ah!, y está Dancing Dan, un hombre que se pasea en rollers con un grabador y música pero nunca, nunca, dice o hace nada.

El creador de la tira y ganador de un Emmy, Greg García, conoce la fauna que transita. Ducho en la cultura white trash norteamericana, ya había creado personajes “caídos en desgracia” en Mi nombre es Earl, su comedia anterior, donde un timador nato decidía remendar los errores del pasado para balancear su karma y, en el ínterin, se topaba con más y más timadores. Pero, ojo, de buen corazón. Porque algo es seguro: con guiones aceitados y excelentes actuaciones, García esquiva –con éxito– la caricaturización de sus criaturas; muy por el contrario, las llena de contradicciones, les da tridimensionalidad, las vuelve queribles, reconocibles, objetables. En el caso de Raising Hope, no hay pillos pero sí casos perdidos. O supuestos casos perdidos. Porque, como el título de la tira indica, la esperanza no sólo es lo último que se pierde: también se puede lograr que crezca. Para ello, sólo es necesario mantener a la protagonista viva 20 minutos, todas las semanas. No por nada, el título original de la serie era “Keep Hope Alive”...

Los martes a las 21 por I-Sat.

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