“Yo lo vivo como un servicio. Le doy seguridad a una mujer que si no correría riesgo y que ha pasado por distintos lugares y ha salido espantada”, reveló, el viernes pasado, en Las/12, el médico Germán Pablo Cardoso –que fue detenido el año pasado por la Policía Metropolitana en un consultorio del sur de la Ciudad de Buenos Aires– y contó en primera persona los riesgos y traumas que genera la clandestinidad. Su colega tocoginecólogo Bernardo Oscar Acuña quiso respaldarlo para que no sea sólo Cardoso quien se anime a hablar de lo que nadie habla: “Esta persona lo que relata simplemente es que lleva a cabo actividades profesionales, técnicas que solucionan un problema de salud. Su actividad podrá ser puesta en duda por un sistema judicial o radicalismos, pero lleva a cabo una práctica médica en pos del beneficio de la salud del individuo/a”, defendió.

“Queda clara la hipocresía de lxs políticxs, de la sociedad irracional, de los conservadores colegios y gremios médicos –apuntó Acuña–. Muchxs políticxs y/o personajes de alta alcurnia o nivel social han acudido y siguen acudiendo en busca del aborto cuando lo necesitan sus circunstancias y porque pueden cubrir-comprar económicamente el secreto suyo y hacia el profesional que se los practica. Si se calcula que se realizan 500.000 abortos al año en Argentina, hay alguien que los solicita, los necesita y lo realizan profesionales y no profesionales. Muchos de ellos viven de forma hipócrita pero reciben el lucro de hacer un aborto.”

Y, en referencia a Cardoso, valorizó: “Por lo tanto, el relato y la transparencia del Dr. Germán no puede alarmar ni extrañar a nadie que no comparta la hipócrita realidad que existe en la Argentina. Porque el aborto clandestino existe, porque no se puede condenar a ninguna mujer violada a que siga ese embarazo y mucho menos sugerirle que lo dé en adopción, porque la ilegalidad del aborto no lo elimina de la realidad”.