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Viernes, 8 de febrero de 2013

PERFILES

La dirigenta

Rocío Marengo

 Por Flor Monfort

“Evita era actriz”, dice frunciendo todo lo que puede para mostrar que está enojada por las burlas, aunque no la desaniman, mientras escribe un tuit lleno de emoticones y mira a cámara con esos ojos transparentes, el colmillo que le asoma por los labios finitos y su voz chirriante, al borde de la frenada en asfalto mojado.

Rochi Marengo fue la primera novia de Marley, esa que el conductor se puso al lado para desmentir las fotos que, en la madrugada de El Cielo, lo mostraban rodeado de jóvenes cansados de los anabólicos y sus caras pegoteadas. La imagen familiar y libre de gérmenes que empezó a construir la “artista” posando con el más bueno y más boludo de la tele rodeados de golden retrievers terminó pronto pero la dejó en la escalera mecánica a la fama mediática. Siguió con viajes a Chile, donde nunca se sabe bien qué hacen estas chicas que cruzan la cordillera, pero ella se ganó un par de novios famosos (tenista-futbolista) y estiró los parabienes: fama de bardera, escándalo en reality incluido y un proceso judicial que casi termina con la diosa en la página de las más buscadas. “Puta vos”, “no, vos”, se pegaba latigazos de lengua con Kenita Larraín, hasta que la Keni la acorraló con citaciones y el peligro de fregar tras las rejas la hizo llorar con lágrimas de verdad, aguando más sus pálidas pupilas libres de drogas (porque ella le hace fush fush a perder el control, como declaró hace poco).

“Yo te votaría”, le dice uno de los 447.848 seguidores que tiene en Twitter. Faltaría saber qué partido la convocó para ser su candidata o mascota. Por las dudas, ella ya se peinó como su ídola, la mujer que eligió primero los reflectores y de ahí a la lucha social, eso entre lo que parece haber un solo pasito. Lookeada como Evita por la revista Noticias, agita la cabeza fuerte para olvidar el paso de comedia tan desafortunado que algunos “mala onda” le sacaron de contexto y que ahora le podría traer un alto costo político: el día en que le dijo a Amalia Granata que era una negra y que a las negras hay que matarlas de chiquitas. “Es que ella me estaba acusando de prostituta”, se defiende con garras de purpurina mientras mira el horizonte donde se dibuja su familia, su papá subiéndola a cococha y hablándole del general, el referente que hoy la inspira a “trabajar por la gente” sin importar el bando. A pesar de que la chica parecería más PRO que PO, del partido amarillo aseguran que jamás la llamaron, y ella vuelve a fruncirse como esos perros chinos listos para planchar y dice que en realidad fue La Cámpora, “los chicos de ahí” los que la quieren en sus filas por su alto perfil popular, su determinación y el cero miedo que tiene Rochi cuando tiene que sostener una pregunta dura en el panel de Desayuno Americano.

Algo habrá aprendido de su ex suegra, Grace Alfano de Menem, ahora que confiesa la botoxeadora de la primera hora su relación con el patilludo y ay, el asco amenaza con derretir estas palabras, pero Rocío nos salva del sentimiento, porque le arranca una sonrisa a cualquiera, ella que fue eliminada primera del Bailando por un sueño el año pasado, que casi se queda sin trabajo for ever and ever, pero que hoy le agradece a América (el continente, no el canal de Vila, que en pocos días sepultó en el olvido la noticia que indicaba que su hijo atropelló a otro joven en la playa de Pinamar y huyó como un cobarde) y agita la causa del taxista asesino por un falso pico de glucemia pidiendo justicia y reivindicando el derecho de “cualquiera” a hacer política.

Ahora se nos fue al país trasandino pero promete volver y trabajar por todos y todas, porque está segura de que eso que vio ayer en el súper era un precio y al día siguiente era un precio más alto y mañana será uno más, y eso no puede ser. Lo anota en la agenda con resaltador, mira por la ventana del avión de Lan y sonríe por sus 447.848, que prometen ser millones.

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