Viernes, 10 de enero de 2014 | Hoy
EL MEGáFONO
Por Remo Carlotto *
Hace ya unos años compré un GPS, considerándolo un instrumento importante para mi acción política, viniendo a reemplazar a la mítica guía Filcar, infaltable en la guantera de quien recorría la Capital y el Gran Buenos Aires.
Con mi nuevo GPS realicé todo lo que un usuario realiza, ver sus alcances, su fidelidad, su conectividad y todas las prestaciones que tiene. Me sucedió algo que no deseaba, que era escuchar la voz con acento español que me indicaba cada giro a la izquierda permitido, cada lomo de burro, cada detalle de la vía publica, que saturaba mi oído, y decidí definitivamente bajar el volumen para nunca más subirlo.
Hace unos meses fui invitado por los compañeros del Movimiento Evita a una actividad en el Barrio Mitre, donde no sólo padecen las consecuencias de las esclusas del shopping DOT y son periódicamente inundados, sino también las acciones policiales y del (ahora suspendido) fiscal (José María) Campagnoli, de hostigamiento, persecución y muerte por ser un barrio popular.
Por un hecho fortuito, para ir al barrio Mitre, puse en mi GPS la dirección indicada por los compañeros y sin quererlo subí el volumen del aparato. Comenzó nuevamente el relato con acento español que me indicaba que podía girar a la izquierda, que estaba próximo a una escuela, que había un badén, velocidades máximas, radares móviles, hasta lugares de comidas rápidas en mi camino o zona de posibles accidentes. Hasta allí todo bien, pero llegando al Barrio Mitre escuché que mi GPS me decía una frase no escuchada: “entrando en zona peligrosa”.
Comencé a mirar hacia todos lados pensando en maquinarias trabajando, calles en mal estado, esquinas concurridas sin semáforos, una autopista en mi camino, algo que tuviera que ver con mi rol de conductor y el GPS como guía para eso, pero no... el GPS, o sea el mapa cargado en el aparato, me estaba dando una información distinta, difusa, compleja, extraña, prejuiciosa y en sí peligrosa. La voz que decía “entrando en zona peligrosa” indicaba que ingresaba en una barriada pobre.
¿Quién determina la peligrosidad? ¿Qué es peligrosidad? ¿Qué valor para el conductor tiene ese mensaje? ¿Quién es responsable y con qué criterios alguien consideró que ese lugar era peligroso? ¿A qué llamamos peligro? Parece un tema menor, pero no lo es.
Hace un tiempo, (Diego) Capusotto hacía una parodia de un GPS que ayudaba al conductor a evitar pobres en su camino. Nuevamente la genialidad del humor refleja una realidad a la que no podemos ni debemos acostumbrarnos.
Pareciera que quienes en un acto de discriminación y estigmatización social planifican un mapa urbano fueran los mismos que asesoran a algunos políticos, periodistas y comunicadores que identifican a la pobreza con el delito.
¿Existirá el GPS que señale que estamos próximos a una cueva financiera, a la confabulación destituyente, a la acción antidemocrática? Creo que no.
* Diputado nacional por el Frente para la Victoria
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