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Viernes, 18 de enero de 2002

María Nieves: vivita y bailando

“Al aplaudirme con tanto afecto, el público me da justo lo que necesito en este momento, es como una vitamina. Y aunque tenga algún dolor en el cuerpo o esté con problemas, voy para adelante, me voy calentando hasta entrar como en un trance, creo que es mi falopa esa respuesta de la gente”, dice con voz sugestivamente ronca María Nieves, leyenda viva del tango bailado, el pucho entre los dedos, sus estupendas piernas en ristre enfundadas en medias de red mientras va posando con mucha cancha para las fotos. La artista encuentra en Tanguera toda una reivindicación personal porque la espontánea aclamación de la gente le llega a pesar de su ausencia durante los últimos años: “Me estoy poniendo rápidamente al día. Claro que todo lo que he vivido, bailado el tango, nadie me lo va a quitar... Al principio pensé que el aplauso venía de los veteranos conocedores de mis 50 años con el tango, pero después me di cuenta de que llega también de la gente joven. Ya antes de estrenar, me conmovió el cariño, la estima con que me trataban las nenas, las pibas jóvenes, también los muchachos que bailan aquí”.
“Cuando me llamaron, me puse loca de alegría: ya me consideraba retirada. También me dio un poquito de miedo... Pero a mí por las venas me corre tango y no pude resistirme. Pensé que la gente tenía que saber que todavía estoy viva, y eso que ando con problemitas de ‘bobo’: tengo insuficiencia coronaria desde que dejé de bailar; siempre he sido muy fuerte, pero me enfermé porque me faltaba el tango. Entonces me dije: o me da un patatús o me curo. Y ahora estoy perfecta, dichosa sobre el escenario, recibiendo como un sueño lo que pasa con el público.”
De su personaje non sancto en Tanguera dice María Nieves: “Soy la madama que lleva a la Francesita a todas las jodas, hablando mal y pronto. La que junto a Gaudencio la inicia en el tango y en la prostitución. Estoy con los malos, la verdad. Pero me gusta este personaje fuerte, no me veo haciendo de dulce ingenua. Además representa una realidad de la época. Esta es una propuesta diferente, hay otro estilo de baile, los jóvenes vienen innovando, como yo cuando barrí con el canyengue”.
María recuerda que su locura tanguera empezó de niña, “ocho años tendría”, llevada por su hermana, que era una gran milonguera. A los 14, María se colaba en los bailes del club Atlanta, tratando de escapar al control de su hermana. “Así empecé, nadie me enseñó nunca, yo ya había observado todas las figuras, las combinaciones... Pensar que después le di al tango tantos años de mi vida, le di mi corazón, lo mejor de mí. Creo que eso es lo que la gente sabe reconocer. Estoy disfrutando muchísimo, feliz con el éxito de este espectáculo de puro tango, de calidad, que me procuró el reencuentro con los que me conocían, el encuentro con los jóvenes.”

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