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Viernes, 29 de agosto de 2003

El fin de la inocencia

Susana Checa *

Mientras viví en Castelar fui a un colegio mixto del Estado; el gran cambio se produjo al venir a la Capital, porque me mandaron a la Anunziata. En mí coincidió la adolescencia con una etapa muy mística, lo que me permitió canalizar una serie de represiones: sublimaba por el lado de la religión, del amor a Dios. De los 13 a los 17, yo fui una chica bien católica. Ahí es cuando interfiere mi hermana mayor, que era muy moderna –ella había entrado a Filosofía y Letras– y yo me embalé con la lectura de Sartre, Simone de Beauvoir. Coexistieron por un tiempo la cosa católica y esta apertura mental. En el colegio, las órdenes de las monjas españolas seguían siendo: ‘Checa, arrodíllate’, ‘Checa, reza’. Mi misticismo no me impidió tener una lucha muy fuerte contra el Index, esa lista de libros prohibidos por la Iglesia. En el colegio la práctica de la religión era absolutamente compulsiva, rezar, ir a misa, rezar. Pero yo me resistí a la confirmación porque te daban un cachetazo y yo estaba segura de que no me lo merecía. Creía que mi fe trascendía toda esa formalidad obligatoria. Les tomé bronca a las monjas por su estilo represivo, no podía aceptar que hubiera libros que no podía leer. Había bastante obsesión con lo sexual, la noción de pecado era terriblemente fuerte, te controlaban mucho. Para mí fue benéfica la influencia del confesor, un sacerdote jesuita muy inteligente. Pero no soportaba la manipulación. Por ejemplo, nos llevaban como ovejitas a pelear por la enseñanza libre. Yo me resistí, claro. Cuando no hace mucho luchábamos por la Ley de Salud Reproductiva, me acordaba de esa época en que nos llevaban como ganado y pensaba que esos grupitos que venían a oponerse actuaban de la misma manera. En este tipo de educación te introducen la culpa a veces para toda la vida. Si bien yo era de comunión diaria, mi relación con Dios era muy personal. Un día, a los 18, decidí con mucho sufrimiento que ya no era más católica. Aunque siempre tuve otra visión diferente a la de las monjas, me costó romper con la religión”.

* socióloga, titular del seminario de Salud Reproductiva de la UBA

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