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Lunes, 24 de marzo de 2008

CONTRATAPA › EL EX ARQUERO CLAUDIO TAMBURRINI REGRESA AL ARCO

Un gran picado por la memoria

A 30 años de su fuga de la Mansión Seré, el ex guardavallas de Almagro vuelve al lugar para disputar un partido simbólico, y de eso habló con Líbero. “A los represores les gané por goleada”, asegura.

 Por Leonardo Castillo

Durante 120 días permaneció cautivo en una habitación fría y oscura de la Mansión Seré, el centro clandestino de detención que la Fuerza Aérea instaló en la localidad de Castelar, en los primeros años del proceso militar, hasta que el 24 de marzo de 1978 –hace de eso, hoy, 30 años– logró fugarse junto con otros tres compañeros. Y al evocar aquella temporada que pasó en el infierno, Claudio Tamburrini no logra despegarse de su pasado como futbolista. “Fue el partido más importante de mi vida, y a los represores se los gané por goleada”, le señaló a Líbero este ex arquero de Almagro, el club donde jugaba al momento de ser secuestrado, que hoy volverá al predio donde funcionó aquel campo de concentración con el propósito de participar de “Fútbol por la Vida”, un encuentro deportivo organizado por la Municipalidad de Morón en el cual se conmemorarán los 30 años de su evasión, al cumplirse un nuevo aniversario del golpe de Estado. “Va ser un gran picado por la memoria”, anticipó Tamburrini, doctorado en Filosofía y radicado desde 1981 en Suecia.

–¿Qué significado tiene para usted volver a jugar al fútbol tan cerca del lugar donde estuvo secuestrado?

–Para mí es una gran satisfacción. Disfrutar de volver a ponerme el buzo de arquero en ese predio es una forma de reafirmar la vida y los sueños. Revivir el ritual del vestuario, salir a la cancha, ser parte de un equipo, significa algo fantástico para mí después de todas las cosas que pasé en la Mansión Seré.

–¿Se trata de una revancha con sus captores?

–No, para nada. El partido que jugué contra la patota que me tuvo secuestrado lo gané junto con mis compañeros hace 30 años y por goleada. Ya está, se acabó. Después de eso jugué varios partidos, como por ejemplo declarar en el Juicio a las Juntas, cuando volví en 1984, y brindar mi testimonio a favor de la memoria y por la justicia.

–Y ahora, ¿cuál es el partido que está jugando?

–Me interesaría plantear un debate sobre la manera de juzgar los crímenes del terrorismo de Estado. Creo que después de tantos años es necesario producir una evolución. Hay que centrarse más en la búsqueda de la verdad que en la punición. Debemos averiguar el destino que corrieron los detenidos-desaparecidos. No hablo de perdón ni de amnistías, sino de establecer negociaciones con los imputados a cambio de datos concretos. Muchos de los represores enjuiciados tienen en la actualidad más de sesenta, setenta años o incluso más, y van a recibir condenas de treinta o cuarenta años. Mi propuesta es plantear posibles conmutaciones de penas si dicen la verdad. Considero indispensable discutir esta cuestión, sobre todo cuando todavía existen más de 400 nietos secuestrados que no conocen su verdadera identidad. Nuestra obligación ahora es trabajar por la verdad.

–Después de fugarse, permaneció nueve meses en la clandestinidad hasta que dejó la Argentina a principios de 1979 para radicarse en Suecia. ¿Cómo vivió el desarrollo del Mundial ’78?

–La primera vez que salí a la calle después de escaparme de la Mansión Seré fue cuando la Selección le ganó 6-0 a Perú. Me fui a festejar y sentí un gran desahogo, era como una pausa, un respiro que el terror le daba a la sociedad. Años después me cuestioné haber tenido esa actitud, pero hoy no. Acontecimientos deportivos como los Mundiales y los Juegos Olímpicos pueden servir a veces para dar a conocer realidades. En esos días, las organizaciones de derechos humanos pudieron contactar a los enviados de la prensa internacional y mostrarles el verdadero estado de las cosas que se vivían en el país. Y lo mismo puede hacer la oposición política en China, cuando comiencen los Juegos. Por eso creo que para una dictadura, la difusión siempre resulta más perjudicial que un boicot.

–¿Cuál es su visión del fútbol argentino?

–Desde lo técnico está bien, como siempre. Siguen saliendo jugadores y son cada vez más requeridos por los clubes de Europa. Pero desde lo organizativo estamos mal. Esto se nota en el manejo que se hace de la Selección, donde desde hace años se eligen conductores que son muy permeables a las presiones de los dirigentes. La AFA debería tener un manejo más participativo, donde se contemplen los intereses de todos los clubes, algo que hoy no se verifica y que parece una utopía.

–Narró sus vivencias en la Mansión Seré en un libro (Pase libre) que después fue llevado al cine en la película Crónica de una fuga. ¿Qué lo motivó a brindar este testimonio?

–Desde que me fugué tuve la necesidad de contar lo que viví. Fue mi contribución a la historia de esos años.

–¿Le interesa encontrarse con sus captores?

–Sí, a lo largo de esos años lo intenté. Sobre todos con los guardias, que en la Mansión cumplieron una función muy distinta a la tuvo la patota que nos secuestró. Aunque tenían que ver con la estructura represiva del lugar, ellos no eran los que torturaban. Siempre me interesó conocer su visión; además no creo que tengan el mismo grado de responsabilidad que los militares que operaban en los grupos de tareas. Tener su versión de los hechos es para mí una asignatura pendiente.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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