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Lunes, 2 de junio de 2003

FúTBOL › OPINION

Los wines de verdad

Por Diego Bonadeo

Aprovechando –fea manera de empezar una frase o un escrito cualquiera con un gerundio, pero para el caso...– aquel River-Boca del ‘97, el último que jugó Maradona, el del saludo de reconciliación con Ramón Díaz que no fue, el del gol de Palermo con discusión por aparente infracción al Mono Burgos, el relator oficial de la televisión del régimen metía el chivo de campaña en plena veda electoral y a horas de la apertura de los comicios, con el recordado presagio incumplido: “Mañana a la noche vamos a festejar tomándonos un ‘champucito’ con Chiche”. Como Hilda Duhalde perdió con Graciela Fernández Meijide, no hubo festejo ni “champucito”, quizá solamente un fernet berreta en el exclusivo reducto de barrio privado de Berazategui del decidor futbolístico, que en los últimos tiempos no anticipó festejos ni con la Chechu, ni con la Chiche, ni con la ganadora, Cristina.
Pero otra vez como anticipo del clásico Boca-River, no se privó, escudado por sus monaguillos periodísticos, aunque esta vez sin veda mediante, de manijear electoralmente con excusas futbolísticas al deudor del canon del correo y presidente de Boca, Mauricio Macri, ante las próximas elecciones para elegir jefe de Gobierno porteño.
“Acción psicológica” decían de estas prácticas quienes manejaban vidas, haciendas y medios de comunicación de los argentinos a su antojo. Claro, como pese a la impresionante convocatoria del clásico, el fútbol vernáculo, salvo excepciones ofrece poco, adornemos la previa del partido con alguna cuestión periférica y de paso juguemos bien con los del palo. Total, cómo se juegue, es otra cosa. Además, si se trata de hacer lobby para colocar directores técnicos amigos, tenemos el otro programa de tele de la corporación Avila-Grondona que regentea el socio del relator y vocero y anunciador de indultos que no incidentalmente presume de “la última palabra”.
Llovieron "papelitos blancos de todos colores", como relataba Muñoz, y el juego se hizo esperar. Pero apareció. Y bien por parte de River, para un partido que fue mucho más de lo que el escepticismo esperaba. Ya a los diez, en una gran jugada de conjunto, D’Alessandro puso el 1-0. A los treinta y cinco se fue expulsado Demichelis y enseguida, de penal, Cavenaghi aumentó. Estévez y el Equi González entraron por Tevez y Cagna en el arranque del segundo tiempo. Y Boca lo dio vuelta, quizá sin la belleza del fútbol de River del primer tiempo, pero tampoco a los ponchazos. De a ratos, lo del Mellizo Guillermo fue deslumbrante, en complicidad con González y Clemente Rodríguez. Barros Schelotto, las dos veces con la zurda, llevó a Boca al empate. Típico desequilibrio de los wines de verdad.

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