libros

Sábado, 20 de julio de 2002

Hotel universal

Servicio
de habitación


Leo Maslíah

Ediciones de la Flor

Buenos Aires, 2002

269 págs.

Por Martín De Ambrosio
“El universo, que otros llaman el Hotel.” Así podría empezar, parafraseando a Borges, la nueva novela del uruguayo Leo Maslíah, si le importaran los argumentos y no sólo los gags: El Hotel es todo, no hay ningún afuera del Hotel, en el que se desenvuelve lo que podría llamarse “trama”, pero que es difícil de identificar en el vertiginoso andar de situaciones (ridículas a veces, desopilantes otras). En cambio, Maslíah recurre siempre, una y otra vez, sin descanso, a los juegos de palabras. Porque las palabras de Maslíah adquieren otros significados en medio de conversaciones que no rondan el ridículo, sino que se introducen de lleno en él, haciendo explotar cualquier sentido común posible, con irritante lógica.
Y por eso, porque no tienen ninguna posibilidad de dialogar con entendimiento, es que los personajes de Maslíah están desquiciados, locos desde el punto de vista psiquiátrico; son obsesivos, esquizofrénicos, paranoicos. Y, por si fuera poco, exhiben cierta predilección por las metamorfosis. A una mujer le crece enormemente la nariz, un hombre es pato durante varios capítulos, y vuela y hace cosas de pato (cuando habla dice “cuac”); pero no hay ciencia ficción porque no hay explicación alguna de estos fenómenos. Sólo suceden, y son narrados con la misma naturalidad que se emplea para describir situaciones “normales”. En cierto modo, estamos ante una fantasía naïf, que descree de los cerrojos del género. En ese contexto, la descripción de escenas sexuales brutales, inesperadas y sin ningún tipo de preámbulos, ayudan a darle un tono infernal al hotel (que más parece un hospicio).
Como no podía ser de otra manera, el síntoma del desajuste son las palabras: sentidos deformados, brutales apartamientos de la literalidad, desprecio por la metáfora y, al mismo tiempo, endiosamiento de la metáfora por la metáfora misma, de modo tal que indica que no hay nada detrás, que hasta la misma referencia es en definitiva una metáfora.
En Servicio de habitación no hay historias al servicio de una trama: cada suceso es una excusa para que los personajes se confundan en diálogos irrisorios. Sin embargo, es interesante ver cómo Maslíah se las arregla para escribir una novela sin tener historia alguna que vaya desarrollando metódicamente, con acciones inconexas que no van a parar a ningún lado. Los mejores momentos de la narración se disfrutan cuando se siente la voz del autor, cuando se siente que es esa voz —entrecortada, que respira agitada, de tono y volumen bajo— la que está narrando y que encarna los ilógicos personajes del Hotel. Un hotel del que no se puede egresar simplemente porque no tiene puerta de salida. Así es Maslíah. 5

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