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Domingo, 25 de abril de 2010

Al este de la realidad

En su último libro de relatos, Antonio Tabucchi se juega más por la sugerencia y el estilo que por la contundencia de las historias. Un deslizamiento inquietante y onírico por los avatares históricos de Europa del Este en la segunda mitad del siglo XX y lo que va del nuevo siglo.

 Por Omar Ramos

El Tiempo Envejece Deprisa
Antonio Tabucchi
Anagrama
174 páginas

Estos nueve relatos de Antonio Tabucchi ahondan en la ficción pero su anclaje en lo real omite toda explicación, dejando al lector en libertad para que interprete el sentido de estas historias. La primera inquietud que plantea la lectura de estas nueve historias de El tiempo envejece deprisa, es preguntarse si se trata de cuentos o relatos. Porque el relato, a diferencia del cuento, admite elementos de no ficción, bordea lo rigurosamente literario y por otro lado lo periodístico o lo ensayístico. La particularidad del relato consiste en contar una historia sin mostrarla en toda su extensión, espesándola y haciendo hincapié en determinados momentos de esa trama que suelen ser decisivos para el desarrollo de la misma, y otros fragmentos menos relevantes los deja a la libre interpretación del lector. En cambio, en el cuento, todas las secuencias deben conducir al nudo y luego al final, una flecha que se debe impulsar hacia el blanco, según Horacio Quiroga. En El tiempo envejece de prisa se prioriza más el desarrollo que la historia, la diversidad del discurso, la atmósfera, la idea al argumento, interesa más el conflicto que la resolución, siempre abierta.

La segunda inquietud que se puede formular es la referida a si estos relatos cuentan con una unidad que derive de los temas, el espacio y la época común o la repetición de los mismos personajes. Hoy es frecuente que el mercado exija relatos y cuentos que aborden un mismo tópico: los años ‘70, la postmodernidad, el espacio urbano, historias de amor, mujeres asesinas y otras cuestiones, lo que seguramente creará en el lector la idea de que está leyendo una novela, pero otros se harán la pregunta del protagonista de Clof, clop, clofete, clopete (“¿Y esa novela? ¿Cuándo nos escribes una auténtica novela, esa que todo el mundo quiere de ti?”).

Los relatos de El tiempo envejece deprisa se alejan de la monotonía de la temática única si bien hay varios en que la memoria de los protagonistas remite a la historia del siglo XX en Europa del Este. En Los muertos a la mesa, un espía de la ex República Democrática Alemana añora los tiempos pasados cuando investigaba a Bertolt Brecht; en Entre generales la memoria logra un encuentro entre un ex general soviético y un oficial húngaro que protagonizó el levantamiento de 1956; en Festival el recuerdo de los procesos estalinistas en Varsovia sigue presente, como los del protagonista de Bucarest no ha cambiado en absoluto. También está presente el fascismo de Mussolini en Clof, clop, clofete, clopete y el nazismo alemán en Nubes, donde un oficial italiano que sufrió las reacciones de uranio empobrecido en Kosovo y una adolescente entablan un diálogo que desnuda el absurdo de lo que algunos denominan la guerra justa y los daños colaterales.

Lo que en verdad une a estos relatos es el estilo singular de Tabucchi, su escritura de esmerada profundidad, compleja no sólo por los saltos de la trama (“¿ y si me fuera a Honduras? ¿Y si bailara un vals vienés? ¿Y si me fuera a la luna a comerme los buñuelos de Caín?”, se pregunta el narrador de Clof, clop, clofete, clopete) sino también por las distintas voces narrativas en una misma historia, las visiones, los sueños, los monólogos interiores, la memoria que rastrea recuerdos que no son del personaje sino de un relato o de una infancia que no es la suya. En ese sentido el lenguaje y la estructura de estos relatos se contraponen con el estilo directo, casi coloquial de Sostiene Pereira, recordada novela de Tabucchi, ambientada en Lisboa en 1938, en plena dictadura fascista de Salazar, potenciada por la película de Roberto Faenza, con Marcelo Mastroianni en el papel principal de Pereira.

Estos relatos son inventados pero también podrían ser reales y llevan a preguntarse por el objetivo de la literatura, si bien algunos analistas y escritores reniegan de la función de ella. Tanto en Sostiene Pereira como en los relatos de la Europa del Este de El tiempo envejece deprisa, Tabucchi muestra cómo un sistema político puede modificar los sentimientos y la vida cotidiana de la gente y cómo algunos hombres son capaces de resistir y luchar incluso a riesgo de perder su vida. Es allí donde la literatura inviste el testimonio, la denuncia alejadísima del panfleto, y en otras obras, como Los tres últimos días de Fernando Pessoa, además de ser un homenaje al poeta portugués es una reflexión sobre el amor, la muerte y la escritura.

En suma, este texto se presenta como un plexo de intensas y profundas ficciones, insertas en un punto de la realidad –Berlín, Ginebra, Varsovia, Bucarest– del siglo XX y principios del XXI, muchas veces de difícil acceso, donde lo implícito y sugerido omite toda explicación, dejando al lector en libertad para que interprete una historia que muchas veces deliberadamente no está desarrollada en toda su extensión.

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