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Domingo, 4 de junio de 2006

NOTICIAS DEL MUNDO

Segundas partes buenas

Charles Webb, el sexagenario autor de la novela que inspiró la película El graduado (1967) con Dustin Hoffman y Anne Bancroft, no la estaba pasando muy bien. El escritor, que había tomado elementos de su propia vida junto a su compañera para crear la historia de la celebrada pareja, corría últimamente peligro de perder el departamento en el que vive con ella en Hove, una pequeña localidad del condado inglés de East Sussex, por no pagar el alquiler; lo cual se explica en parte porque el escritor sólo recibió aquella vez 20.500 euros de los 88 millones que generó la adaptación al celuloide. Pero siempre que llovió paró y ahora acaba de firmar un contrato de casi 44.000 euros con la editorial Random House para escribir la segunda parte de la novela, y contarnos qué fue de Mrs. Robinson, la mujer experimentada que le hacía la cabeza al joven hijo de un socio de su marido. Gracias al contrato, Webb podrá ahora pagar sus deudas y cuidar de su esposa, que sufre una enfermedad mental, según informó el diario The Times. Y si bien una cláusula del contrato original lo obligaba a renunciar a los derechos cinematográficos de una hipotética segunda parte, el mes pasado un abogado le aseguró a Webb que, de acuerdo con la ley francesa sobre derechos de autor, podría recuperarlos. La continuación de El graduado, titulada en inglés Home School se publicará en Gran Bretaña el próximo junio y es muy probable entonces que tenga película. Veremos si a Nacha Guevara le interesa la idea.

El camino del encuentro

El escritor brasileño Paulo Coelho terminó hace unos días el viaje ferroviario de dos semanas por Rusia, durante el cual ha promocionado El peregrino de Compostela, su último libro traducido en ruso: “He hecho realidad mi sueño, viajar en el Transiberiano y encontrarme con mis lectores”, dijo Coelho al llegar a Vladivostok, en el Extremo Oriente ruso. El viaje, de 9288 km, lo llevó a la ciudades de Ekaterinburgo, Novossibirsk, Krasnoyarsk e Irkusk. Y tuvo una dedicatoria especial por parte del autor: “Dedico mi viaje a Alexander Solzhenitsin y a su libro Archipiélago Gulag. Espero que la época horrible que describió no se repita nunca”. Solzhenitsin pasó 16 años preso por criticar a Stalin en su correspondencia privada, por lo que fue expulsado de la Unión Soviética. Regresó a Rusia en 1994 y atravesó el país a bordo del Transiberiano desde el Extremo Oriente hasta Moscú, tal como en el siglo XXI lo hizo su fan aunque acompañado por guardaespaldas, cocineros y sus editores rusos en dos vagones especialmente preparados y equipados con duchas para este viaje.

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