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Domingo, 8 de enero de 2006

Nizan por él mismo

(Fragmentos de Aden Arabia)

• Yo tenía veinte años. No permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de la vida. Todo amenaza con la ruina a un hombre joven: el amor, las ideas, la pérdida de la familia, la entrada al mundo de los adultos. Le es duro aprender cuál es su lugar en el mundo.

• Francia, ese país donde hay procesos judiciales por paredes medianeras.

• Como en los regimientos y los seminarios, en la Ecole Normal resulta fácil hacer creer a los jóvenes que su debilidad particular tiende al orgullo colectivo.

• La Ecole Normale, objeto cómico y frecuentemente odioso, presidido por algún vejestorio patriótico, hipócrita y poderoso, que respeta a los militares.

• Los filósofos se convertirán simplemente en los perros guardianes del vocabulario y en los historiadores de esa edad media en que las palabras tenían muchos sentidos. Mientras tanto aprenden a descartar los pensamientos peligrosos para el día en que se evaporen sus venenos: la razón tiene tiempo y los encontrará a su hora, que no coincide con la hora de los hombres.

• La burguesía atiborra a sus intelectuales para que no experimenten la tentación de amar al mundo.

• Los intelectuales no son más malignos que los niños y los joyeros.

• Los profesores, ellos mismos pacientes cómplices de los poetas, hablaban de la decadencia de Occidente. ¿Cómo saber que la decadencia verdadera del mundo se manifestaba en todas partes, en las fábricas norteamericanas, en las guerras coloniales, en las factorías africanas?

• Todo esto marcaba simplemente la pereza y la impotencia de la gente de Europa por hacer algo por sí misma: los demás continentes proporcionaban algunos de los fondos imaginarios que todos los hombres inventaban por la noche para olvidar las verdades de su Purgatorio y decorar con ilusiones su indigencia y aplastamiento.

• Europa se hace presente al viajero por los símbolos más repugnantes de su destino.

• Los acontecimientos no se encuentran a la vuelta de la esquina.

• Cada hombre se divide en los hombres que pudo ser.

• No más obligación de gestos deseados por otros. La libertad es un poder real y una voluntad real de querer ser uno mismo. Huir, ¿huir siempre para no pensar que estáis mutilados? No estoy haciendo literatura. Yo les digo que todos los hombres se aburren.

• Cuando todo lo que hay en el mundo parece prohibido, llega la vida interior.

• En la civilización los dadores de consejos ponían muy en alto a los novelistas de aventuras interiores, los psicólogos de la conversión, se felicitaba a los jóvenes y a los empleaditos por construirse vidas imaginarias: llamaban a esto, por ejemplo, el tiempo recuperado. Hasta se sugería que el budismo era encantador.

• Los dos objetos más repugnantes de la tierra: una iglesia, una prisión. No he faltado el respeto a un virgen que no existe.

• Ha llegado el momento de declarar la guerra a las causas del miedo. Si peleo, el miedo se desvanece. No quiero morir en la degradación de un banquero ni en la decadencia de un peón dócil.

• Cuando cenéis, cuando estéis en un teatro, en un cine, cuando caminéis sobre una acera, cuando estéis en un cama con una mujer, buscad las trampas. Los decorados por donde pasáis son propiedad del enemigo: están construidos contra vosotros. Debéis destruirlos. Desde vuestro despertar hasta vuestro sueño en el fondo de un lecho protector como un vientre, vivid entre ellos, sed como espías, calentad la cólera, no os permitáis ni un descanso. ¿Penetraréis acaso sus secretos sin el odio? Que ni una sola de nuestras acciones esté limpia de cólera. Los momentos en que se respira, las vacaciones nocturnas, son horas perdidas, atrasos en el combate. El amor único es también un acto de rebelión, porque ellos aplastan el amor. Si encontráis que vuestros padres o vuestras mujeres están de parte del enemigo, los abandonaréis.

Aden Arabia es un libro prácticamente inhallable, excepto en mesas de saldo. Lo editó Daniel Divinsky (Ediciones de la Flor), en 1967, en una época donde los libros buenos no venían de España y estaban notablemente traducidos sin ecos de castañuelas ni panderetas. (G. S.)

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