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Domingo, 23 de marzo de 2003

UNA CHARLA CON NEAL STEPHENSON

El hacker y el criptogramático

Neal Stephenson voló desde Seattle, donde vive, para cumplir con dos días de entrevistas. El motivo fue el lanzamiento en paperback de su novela Criptonomicón, infaltable desde hace meses en las listas de best-sellers del New York Times. Lo encontramos en la suite del Hotel Omni, sentado en un sillón tipo loveseat tapizado en oro y ya a punto de terminar su segunda taza de café. Neal revoleó los ojos cuando le preguntamos si alguna de sus novelas iba a ser llevada al cine: evidentemente, todavía no había nada al respecto. De naturaleza introspectiva, Neal piensa con cuidado antes de hablar, y cuando habla lo hace con conocimiento y con pinceladas de un ingenio que busca ser cáustico.
Criptonomicón habla de la importancia de la criptografía tanto en la Segunda Guerra Mundial como en la actualidad. ¿Qué tiene la criptografía como para que sea tan importante en su vida?
–Si pudiera dar una respuesta rápida, no tendría que escribir las largas, enormes novelas que escribí sobre el tema. Uno podría decir que escribirlas es un modo de intentar explorar por qué pienso que es un tema importante –o si es, de hecho, importante–. No hay duda de que las computadoras son un gran tema. Durante los años 80 hubo una tendencia en gran parte de la ciencia ficción por desprenderse de los tópicos de cohetes y armas láser para arrimarse más a las computadoras. Pienso que todavía estamos viviendo esa tendencia: procuramos entender qué son las computadoras, de qué modo nos modifican cuando las utilizamos. Me parece evidente, al remontarme en la Historia, que las computadoras tienen una relación íntima con la criptografía. Uno podría decir que el hecho de escribir los libros que escribí fue un modo de explorar esta relación.
Su próxima novela, Quicksilver (Mercurio), va más allá de la historia de la criptografía y de su rol social. ¿Qué pueden esperar los lectores de ella?
–La acción de Quicksilver se desarrolla hace 300 años y es una obra en la que estoy trabajando, por eso soy un poco renuente a hablar de ella de modo específico. Es un esfuerzo constante por explorar la historia de estas tecnologías y de pensar cómo fueron conformando el mundo tecnológico tal como hoy está estructurado.
¿Existe relación entre los protagonistas de Criptonomicón y los de Quicksilver?
–Sí, existen conexiones entre los dos libros.
¿Este es el libro que está escribiendo con pluma estilográfica?
–He escrito cada palabra de esta novela usando papel y pluma estilográfica. Parte de la teoría era que así sería menos palabrero, pero no funcionó. Lo que sí creo es que de algún modo mejoró la calidad de la escritura, porque realmente es más fácil corregir y editar sobre papel que en la pantalla. Cada página del manuscrito original ha pasado por dos o tres correcciones antes de ir a la computadora. Y entonces continúo haciendo cambios.
¿Qué hay del futuro de la criptografía?
–En un cierto nivel, cada persona que utiliza Internet es consciente de que el sistema es débil en cuanto a seguridad. Si uno se pone a hablar con la mayoría de la gente que usa el correo electrónico, dirán que saben que un mensaje electrónico no es algo realmente privado. Y todos escuchamos que los hackers violan sistemas. Cada persona que utiliza un teléfono celular entiende que es una especie de radio, de walkie-talkie, y que cada palabra que dice está siendo difundida de un modo que cualquier persona con un scanner puede rastrear y escuchar. La gente sabe estas cosas, pero nadie actúa y esto lo encuentro interesante. Históricamente, no hay tanto espionaje del correo electrónico privado. Es algo que ocurre, pero para mucha gente esto no parece causar problemas serios. Lo mismo sucede con los teléfonos celulares. Si un ingeniero mirara nuestros sistemas de comunicaciones –e-mail, teléfonos celulares– quedaría horrorizado por su falta de seguridad. Y anticiparía que no faltará quien explote esas fallas a escala masiva y con propósitos perversos, lo que dará lugar a un mercado enorme para la criptografía. Pero esto no ha ocurrido. Quizás ocurra en el futuro. La mayoría de la gente que vive en una sociedad parece poner ciertos límites sobre qué cosas hará y qué cosas no. Esto es algo que les cuesta entender a los científicos y a los ingenieros, pero es muy cierto. Así que el mercado que teóricamente debería existir para la criptografía todavía no se ha materializado. Yo creo que la criptografía se infiltrará lenta, progresivamente, y la gente la adoptará de modo gradual cuando haya instrumentos de uso fácil, baratos y al alcance de todos.
Debe ser por la gran fe de los norteamericanos en la privacidad.
–Existe un producto que se llama Freedom que trabaja a nivel del servidor y que brinda toda la privacidad mientras uno navega. Y tiene la ventaja de que es transparente. Uno no tiene que hacer nada. Me gustaría saber hasta qué punto el público en general muestra una necesidad real por esto.
El hecho de que las compañías rastreen a sus consumidores a través de las páginas que visitan, ¿no es la invasión más acabada?
–Di una conferencia hace una semana sobre la libertad y la privacidad en relación con las computadoras. Para los criptogramáticos, para la gente con afán de privacidad, el modelo de amenaza ha sido siempre el Big Brother, el Gran Hermano, y la sensación de que la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) accedería a toda esa información para instalar un sistema totalitario. Pero en la práctica este Gran Hermano no es una amenaza. Existen, potencialmente, amenazas por todas partes. Si salimos y hacemos un censo con cada una de las personas que ha sido arruinada, violada, dañada en una forma u otra, encontraremos que el chico malo es diferente en cada caso. Puede ser la comisaría, la compañía que nos está explotando, un organismo del gobierno, una pésima familia, una institución comercial. Hay toda clase de esferas potencialmente dañinas, con la capacidad de enviar chicos malos para que nos presionen, pero nunca vemos todo esto complotado en un Gran Hermano Global. Las cosas son mucho más oscuras, engañosas, complicadas.
¿Tiene alguna relación con sus protagonistas?
–No particularmente. Y no hay muchos puntos en común entre nosotros. Se trata de intentar ver el mundo desde el punto de vista de alguien que podría ser muy distinto de uno. Ése es un rasgo común de todo autor de ficción: tener esa capacidad de ver las cosas desde puntos de vista dispares. Por eso muy a menudo algunos novelistas son considerados algo así como pusilánimes. Los novelistas no tendemos fácilmente a tomar partido en las discusiones, porque para ganarnos la vida es necesario que no lo hagamos, y así escuchamos todos las posturas y convenimos con todas. Es lo que hacemos y la gente se sorprende con frecuencia de que yo no tenga mucho en común con mis protagonistas.
¿Cómo es su proceso de escritura?
–Mucho del trabajo que hago ocurre en un segundo plano, en el sentido computacional. Es un proceso que funciona a nivel inconsciente mientras hago otras cosas y que está encendido las veinticuatro horas. Escribir las palabras en el papel puede emerger en dos o tres horas al día. Me di cuenta por mi larga experiencia de que la mejor manera de facilitar el proceso de escritura es trabajar durante dos o tres horas y luego parar y hacer algo absolutamente diferente, mientras más diferente, mejor. Específicamente, retirarme de mi conciencia. Esto puede ser cualquier cosa. A mí me sirve todo lo que es de una naturaleza práctica. Jugar con la tecnología es una opción conveniente porque me gusta y consigo lo que busco de modo bastante fácil. En fin, lo que sea para mantener las manos ocupadas y estar lejos del proceso de escritura. 5

Trad. Sergio Di Nucci

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