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Domingo, 8 de febrero de 2004

HOMENAJES

REALMENTE amor

El 3 de febrero se cumplieron quince años de la muerte de John Cassavetes. Pionero absoluto de una nueva concepción del cine –la de un film como exploración personal–; obsesionado por el amor como única forma de felicidad plena; idolatrado por la generación de Coppola, Scorsese y Spielberg; merecedor por sobre cualquiera de ser llamado un cineasta independiente, filmó en su propia casa, con su familia y sus amigos, mientras luchaba por conseguir presupuestos magros y salas donde exhibir. A manera de homenaje, Radar reproduce fragmentos de la biografía inédita en castellano Cassavetes por Cassavetes de Ray Carney.

Por John Cassavetes

LO QUE SÉ ¡Amo mis films! Son todo lo que hay en mis niños; son todo lo que es mi familia, son todo lo que soy yo, son todo lo que es mi mujer, todo lo que son mis amigos. Sí, amo las películas. Y son películas honestas. Si son buenas o malas es otra cosa. Pero al menos son películas que dicen lo que yo sé. Y si yo no sé nada, ¡entonces sí estamos en problemas! ¡Entonces quizás no te gusten las películas! Pero son expresiones. Ojo, no las comparo con la elegancia de una película política, porque las odio; y no las puedo comparar con las películas artísticas, porque yo detesto las películas artísticas. Son películas simples; películas simples que tratan temas desconocidos. Sin embargo, hay preguntas que, creo, la gente se hace todo el tiempo.

TORRENTES DE AMOR Yo había advertido que la gente que era amada o que se sentía amada parecía llevar vidas más plenas y felices. Toda mi propia obra en el teatro y en el cine se ha ocupado de temas que varían en torno de este amor. A Woman of Mystery se refiere a un segmento inexplorado de nuestra sociedad, el referido a los sin techo, a las vagabundas que tienen todo en una sola bolsa, a los borrachos, a los linyeras –etiquetas que niegan al individuo y que al público le resultan fáciles de usar–. Nuestra heroína no sólo carece de hogar (si es que esto significa que le falta todo aquello que hace reconfortante al amor) sino que no tiene siquiera un nombre, con todos los beneficios prácticos de la seguridad social u otra identidad. Sola, carga sus pertenencias por las calles. Se introduce en una serie de encuentros que desafían su aislamiento, su incapacidad para comunicarse. Pero, al final, resulta que es muy difícil retornar a los sentimientos normales del afecto. La mujer parece permanentemente discapacitada debido a la larga interrupción de sentimientos de amor.

NO SABEN LO QUE DICEN Todo el mundo dice que quiere trabajar del modo en que yo lo hago, o trabajar conmigo; pero en realidad no quieren hacerlo. No quieren hacer todo lo que implica trabajar de ese modo. En definitiva, quieren protegerse a sí mismos. Tienen miedo. No quieren realmente una oportunidad.

EL MEJOR Sean Penn es el mejor actor de su generación. Lo vi en Fast Times at Ridgemont High y en The Falcon and The Snowman. Se preocupa por su arte. No soy aficionado a las drogas, en realidad soy antidrogas, pero puedo apreciar el hecho de que incluso él haya tomado drogas que lo ayudaran. El quiere llegar a algún lado. Y es capaz de hacer lo que sea para conseguirlo.

LA VIDA Y NADA MAS Gena y yo somos unos freaks. Estamos absolutamente idiotizados con querer convencer a alguien de que, para nosotros, es muy difícil expresarnos en nuestras vidas. Cavar en la profundidad de cómo son las cosas, a través de la gente, es lo que me gusta y lo que también le gusta a la gente que trabaja conmigo. Descubrir el delicado equilibrio entre vivir y morir. Quiero decir, pienso que éste es el único tema que hay.

HAY QUE SER COMO LOS BEATLES Los directores de cine deben darse cuenta de que tienen que convertirse en algo así como Los Beatles: deben escribir sus propios materiales. Es realmente increíble que los directores puedan permitirle a otra persona que escriba sus guiones. Puedo entender que eso ocurra cuando uno está empezando, supongo, pero hacerse una carrera dirigiendo la obra de otros está realmente mal. Un director debería crear sus propios films.

BIENVENIDOS AL TREN La gente está loca, ¿saben? Realmente. Porque creen que está bien hacer un film que no les gusta siempre y cuando les dé dinero. Es mucho más interesante descubrir si uno va a vivir o morir. Si uno va a pasarla bien o no. Si los niños van a estar contentos con sus vidas –no contentos sino con sus vidas, ¿entienden?–. Que no sientan que tienen que ser como todos los demás. Si uno encuentra algo que le gusta hacer, piensa que es hermoso. A mí me gusta actuar en films. Me gusta filmarlos. Dirigirlos. Me gusta andar por ahí cuando hay films. Me gusta lo que se siente, y es algo que respeto. Mucho. No importa si es un film de mierda o uno bueno. A cualquiera que puede hacer un film, yo inmediatamente lo amo –pero me dan pena si no piensan lo que hacen–. Porque se perdieron el tren.

ESAS PERSONAS EN LAS BUTACAS Lo que a la gente le gusta es distinto de lo que quiere. Ven insinceridad y la odian –pero no dicen lo que realmente sienten. ¿Por qué la gente echa por la borda toda su manera de ver el mundo, todo lo que realmente siente, en nombre de una promesa –falsa– que les hizo la sociedad sobre cómo se supone que todos tienen que vivir? Hay algo que se percibe en una audiencia cuando realmente entienden la película. Quiero decir, puede no gustarles, pero la entienden. No quiero hacer una película que sea como una comida que se evapora rápidamente. Pero siempre es difícil encontrar un lenguaje cuando la gente no quiere oír lo que uno está diciendo. Es lo que se llama un público duro. Pero una vez que uno penetra ahí, se lo ganó.

LA FILOSOFIA DEL POBRE Como artista siento que debemos intentar cosas diferentes –pero sobre todo tenemos que atrevernos a fracasar. En los films uno puede fracasar porque no tiene talento, o porque es demasiado humilde o porque le falta ferocidad. ¡Yo soy un gangster! Si quiero algo, lo agarro. Pienso que probablemente tengo la filosofía del pobre. Ya saben, como que le robaría los centavos a un muerto. Los que consiguen hacer algo no son los que se paran a un costado y piden permiso sino los que se sumergen en las cosas. Lo único que puede hacer un joven cineasta es conseguir dinero y filmar. Sea como sea.

LA GENTE ALREDEDOR Más adelante en mi vida me volví más exitoso con otra gente porque me importaba un carajo la ambición personal. A mi edad, es estéril. No busco el reconocimiento. El reconocimiento es un grano en el culo. Pero pasarla bien no es estéril. O pasarla mal no es estéril. Lo que yo quiero es hacer algo indeleble. Algo concreto. No hay reglas. Sólo encontrarme con gente buena, decente, artística y valorarlos –porque ellos son los únicos que te van a ayudar.

HELP Yo perdí mi vida. No sé nada sobre la vida. Si hago una película, ni siquiera entiendo por qué estoy haciendo la película. Solamente sé que ahí hay algo. Después llegamos a saber de qué se trata gracias a las opiniones de los otros. Si uno hace un film, el film puede ser importante o un disparate. Uno no puede apostar por diez centavos y esperar una ganancia como si uno hubiera apostado un millón. Uno se tiene que jugar el todo por el todo. Fracasemos o no, tenemos que jugarnos por lo que nos va a hacer mejores cuando hayamos terminado. Me gusta trabajar con amigos y para amigos en algo que puede ayudar a alguien. Algo con humor, tristeza; cosas simples.

LA LOCURA DEL ARTE El artista es realmente una figura mágica a la que todos querríamos parecernos, pero que no tenemos el coraje de ser, porque no tenemos la fuerza de ser obsesivos. El cine es un arte, un arte hermoso. Es una locura que se apodera de todos nosotros. Estamos enamorados de él. El dinero en realidad no nos importa tanto. Podemos trabajar 36 o 48 horas sin parar, y sentirnos eufóricos al final. Pienso que el cine es mágico. Con las herramientas que tenemos a mano, intentamos transformar la vida. La idea de hacer un film consiste en encapsular una vida de emociones e ideas en dos horas, dos horas durante las cuales algunas imágenes centellean sobre la pantalla y en esas dos horas la esperanza es que el público se va a olvidar de todo y el celuloide va a cambiar vidas. Claro que esto es loco, que es una presunción ridículamente jactanciosa, y sin embargo ésa es la esperanza.

NEGOCIOS SUCIOS Son realmente los jóvenes los que tienen que hacer películas. La única razón por la que no las hacen es que hay una estructura económica, ni siquiera una estructura política, que les prohíbe este hobby que es muy fascinante e importante. Es el respeto equivocado y el culto equivocado que se rinde a los negocios antes que a un arte.

NO, NO, NO ¿Creen que yo quiero ser popular? ¿Creen que quiero mis películas en video? ¿Que quiero que millones de personas vean mis películas? ¿Por qué querría eso?

EL SECRETO DE MI ÉXITO Es estar en un territorio muy peligroso si uno puede hacer films sólo si los ingresos brutos de uno reflejan que uno tiene verdaderos ingresos. Hice películas durante veinticinco años y ninguna de ellas me hizo ganar mucho dinero. Pero no hay nadie en el mundo que pueda explicar por qué no fueron exitosas. Y ése es el sentimiento más fuerte que siempre sentí en mi vida.

HOGAR, DULCE HOGAR Cuando compré esta casa, debía 50 mil dólares. Ahora, después de 30 años, sigo debiendo 50 mil dólares. ¿Qué les dice esto sobre mi carrera?

IN MEMORIAM Creo que seré recordado como actor. No como director. Aunque creo que mi obra influenció un par de comerciales en tevé.

P.D. Lo importante es darse cuenta de que hay distintas maneras de hacer películas y distintos métodos de hacerlas de acuerdo con lo que uno es. Es decir, ¡no quiero que nadie me imite!

Traducción: Sergio Di Nucci

El amante perfecto


POR MARIA MORENO

Hay seres a quienes es mejor leer que encontrar. Hay otros a quienes es mejor encontrar que leer. Hay autores muertos que parecen tan vivos como nuestros amigos y hay autores vivos que parecen tan muertos como el que “escribió” con pinturas en las cavernas de Lascaux.Pero cuando el autor es realizador cinematográfico siempre puede hacerse presente.
Entre mi escueta colección de admirables, John Cassavetes es el único hombre al que me hubiera gustado conocer. Alguien que, habitante inaccesible de un país lejano, y cuya lengua desconozco, me hizo amarlo en ausencia y esfinge. Pero amarlo es un sentido más preciso que el de erotizar su rostro estilo El Cerebro Mágico –una imagen que decoraba un juego de ingenio de los años cincuenta–, sus cejas en forma de acento circunflejo y sus labios cuya carne parece oponerse al ascetismo de un esqueleto que simula estar a flor de piel. Quizá lo que amo de él es su forma de amar a una mujer –haciéndome identificar con ella–, a la suya propia, Gena Rowlands, a quien dirigió en varias de sus películas (Gloria, Torrentes de amor, Minnie y Moscowitz, Una mujer bajo influencia, por citar las que más se sostuvieron en la carteleras de Buenos Aires). Sobre todo en Torrentes de amor, adonde él la acompaña como actor en un vínculo lo suficientemente ambiguo como para que el espectador ignore si los protagonistas son dos hermanos o dos ex amantes. ¿Un chiste privado entre los integrantes de un matrimonio de larga data? En esa película, John parece decir: el enamorado es animista a su modo; el dolor de amar se materializa allí, en el interior del cuerpo, en el océano de la sangre, de sus ríos adonde –según la filosofía hematológica– cada ser es único a pesar de sentirse intoxicado totalmente por el otro. El amor no podría alojarse en las vísceras (continentes bajos), ni siquiera en el cerebro y en el corazón, que deben estar regados por la sangre para conservar su función mítica. El amor es un torrente... sanguíneo. Las metáforas son precisas y vienen de lejos: “lo escribiré con sangre”, “me has herido”, “quisiera abrir lentamente mis venas”, “El torrente para”, le dice el psiquiatra a Sarah Lawson (Torrentes de amor). Ella le dice que no, que no es posible. Si el torrente pasa, ya no queda aire en los pulmones, ni pensamiento en la mente, el cauce está seco. John suele filmar a Gena como una loca de amor, pero no desde el lugar de la ilegítima o de la amante sino de la esposa, de alguien que sostiene el amor al extremo, el derecho a vivir como desollada viva o enhebrando uno tras otro momentos supremos en el interior de la familia: Sarah Lawson y Mabel Longhetti (Una mujer bajo influencia) oscilan entre el hogar y el manicomio. John sugiere que la pasión no se opone a la familia, y además filma con parientes propios y de su esposa. Gena a veces trabaja en compañía de su madre Lady Rowlands y de su hermano David. Lady Rowlands es la madre de Minnie en Minnie y Moscowitz y de la de Mabel Longhetti en Una mujer bajo influencia; su hijo, el psiquiatra de Sarah interpretado por Gena en Torrentes de amor, donde Alejandra Cassavetes es la corista del bar nocturno. Otros nombres familiares insisten en los créditos de las películas de Cassavetes, sus primos (los Papamichael), Diana y Margaret Abbot, los Gazzara, los Cassel. Katherine Cassavetes es la madre de Nick (Peter Falk) en Una mujer bajo influencia. John trabaja con los de su sangre en una mezcla de tragedia griega y magia italiana. También ha dicho a menudo –y sus personajes– que toda mujer tiene un secreto y que lo interesante es que ella lo entregue voluntariamente.
“Yo no dirijo a los actores”, se jactaba. Es cierto: era un amo más feroz, quería enfrentarlos con quienes son, hacer emerger sus deseos más ocultos. Quizá porque difícilmente las mujeres reales entreguen su secreto o mientan, esto le sirvió para seguir filmando. Para el común de la gente, la mujer con más secretos es la que pasea por la ciudad con todos sus despojos hogareños en un changuito, envuelta en una frazada, sin lugar a donde volver. Poco antes de morir, John Cassavetes escribió una obra de teatro titulada A Woman of Mistery. Es sobre una de esas mujeres sin techo. Lleva dos valijas con sus cosas, camina. Le dio el papel a Gena como si le anticipara: “Muerto el jefe de familia y con una casa inestable, ¿qué te queda sino la calle?”. Una muchacha llamada Georgi conoce a la mujer misteriosa y afirma que ésta es su madre, quien la habría abandonado al nacer. La ama y como si el amor fuera contagioso (y lo es): un hombre y luego otro se enamoran de la homeless. Al igual que en los cuentos de hadas, ésta pasa de la calle y los andrajos a una velada de gala en donde luce un vestido de satén negro. A la larga, Georgi probará que su certeza no es una ilusión. Pero esta mujer, la mujer misteriosa, no puede retribuirle su amor. En la última escena vuelve a estar sola con sus valijas. En la calle, John le ofrece así a Gena la profecía de una resurrección, a la manera de la familia, por el reencuentro con un lazo de sangre. También le profetiza que, muerto él, ya no sabrá amar. Pero, mediante una transacción, la libera: en realidad, la última escena no prescribe la soledad sino la continuidad del misterio. Como si dijera: “Si se nos ha amado, se nos volverá a amar”.
Ése es mi tipo.

 

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