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Domingo, 27 de febrero de 2005

VISITAS > CECIL BEATON EN ARGENTINA (Y SUS LAPIDARIAS APRECIACIONES)

Las aventuras de un fotógrafo en el Plata

En 1971, la revista Vogue mandó a cubrir el Carnaval de Río al legendario Cecil Beaton, fotógrafo de ricos, famosos y aristócratas, frente a cuya lente ya habían pasado Greta Garbo, Marlene Dietrich, Elizabeth Taylor, Jean Cocteau, Pablo Picasso y Audrey Hepburn. Ya que estaba, Beaton bajó hasta Buenos Aires, donde fue presa de la misma falsa aristocracia argentina que cuarenta años antes había conocido en París, cuando su opulencia y desenfado dieron lugar a la expresión “rico como un argentino”. Pero ya nada (ni nadie) era lo que había sido.

Por Andrew Graham-Yooll

Cecil Beaton, el fotógrafo de la moda de los ricos y aristócratas del siglo XX, entusiasta de lo exquisito, hizo dos descubrimientos desconcertantes durante unas vacaciones en la Argentina. Eso fue hace más de treinta años y el mes aniversario de la visita, en 1971, invita a observar ese mundo de fortunas de la alta sociedad en vías de extinción que fue el entorno de Beaton. Era un circuito donde los títulos nobiliarios tenían exagerada importancia, donde las anacrónicas cortes europeas elegían favoritos. Beaton era uno de ellos, privilegiado y explotado. Era una época, también, de afectación y ostentación, y mucha falsedad si el dinero o la nobleza no eran heredables.

Uno de los descubrimientos de Beaton, de gestos notoriamente afeminados, fue “cómo me he transformado completamente en un homosexual, sin osadía ni conocimiento de las costumbres del mundo”, definición que surgió luego de un esfuerzo por evitar un encuentro social. El otro, al que llegó en un llanto torrencial, era la realidad del avance de la vejez. “Lloraba por una época totalmente perdida, ésa era de principios de siglo de grandes, cariñosas fiestas familiares, de vacaciones, y de regalos, y de atardeceres frente al hogar... Mi repentino ataque de vejez, mi presencia física, el sentirme mal, el sin sentido de todo, me chocaron con mucha fuerza.”

Ambos comentarios están en sus diarios, que incluyen apuntes sobre su paso por Buenos Aires donde dos valiosas cámaras, incluyendo su querida Rolleiflex, su billetera con su dinero y cheques, fueron robados de la habitación de su hotel.

El descubrimiento del paso de los años y la llegada de la vejez probablemente contribuyeron a la necesidad de ver amigos en Buenos Aires, gente que no había visto desde hacía casi cuarenta años.

Beaton (1904-1980) tenía 67 años cuando visitó Buenos Aires y Córdoba en febrero y marzo de 1971, y tenía aún casi una década de vida por delante. Pero sentía que una vida de ostentación y de glamour, de elegantes viajes y de mesas abundantes se estaba terminando.

Fue conocido y es aún recordado por sus excelentes retratos fotográficos de Greta Garbo, Marlene Dietrich, Elizabeth Taylor, Jean Cocteau, Pablo Picasso, Audrey Hepburn, y todos los ricos y famosos de una era. Sus fotos fueron coleccionadas en libros tales como Retratos Reales y El libro de apuntes de Cecil Beaton, y sus creaciones quedaron como símbolos, como fue el vestuario de los musicales Mi bella dama y Gigi y para la obra teatral Escuela para el escándalo. En tiempos más recientes, dos libros de diarios y memorias han resucitado a Beaton, y en 2004, la Galería Nacional de Retratos, en Londres, montó una gran exposición de sus fotos.

Uno de los libros de memorias, El diario sin censura de Beaton, recopilado y presentado por el autor de biografías Hugo Vickers, publicado en 2002 y ahora reeditado, contiene las citadas reflexiones sobre su homosexualidad y el arribo a la vejez, junto con sus observaciones sobre Buenos Aires. La visita fue una extensión de un viaje a Río de Janeiro, donde había ido a fotografiar el Carnaval, un trabajo por encargo de su principal mentora en Nueva York, la legendaria editora de la revista Vogue Diana Vreeland.

En Buenos Aires, las amistades hechas en Londres y París más de treinta años antes incluían a la familia Cárcano, y a dos mujeres que Beaton había incluido en su Libro de la belleza (1930). Eran Dulce Liberal Martínez de Hoz, a quien describía como “una gran estrella del mundo de la moda en París durante muchos años”, y Clara Uriburu, hija de José Evaristo Uriburu, embajador en Londres en la década del 20, de quien Beaton decía en su libro que “era una muñeca exquisita, de un metro cincuenta y cinco y delicadas proporciones”.

El viaje a la Argentina fue, también, la continuación de uno llevado a cabo el año anterior para conocer a la familia de su adorada Tía Jessie, casada con un millonario boliviano, Pedro Suárez, conocido en Londres comoel Tío Percy. Las dos sobrevivientes de su niñez en Londres eran las sobrinas de Jessie, Beatriz Gausbeck y Carmen Knight-Searles, residentes en Buenos Aires. Al reunirse con ellas en su hotel se deprimió al ver que el paso de tres décadas lo había cambiado a él y, según sus apuntes nada discretos, había deformado a las dos mujeres.

El otro amigo –así lo llamaba– que tenía en Buenos Aires era Miguel Angel Cárcano (1889-1978), quien había sido embajador en el Reino Unido durante la Segunda Guerra y después también, y fue el anfitrión de Beaton en su estancia en Ascochinga, Córdoba. Cárcano era el padre de Ana Inés, más conocida en los círculos de la nobleza británica como “Chiquita” Lady Astor. Otros conocidos incluían a Eugenia Errázuriz, cuya familia era propietaria del “palacio” que es hoy el Museo de Arte Decorativo. En la ciudad fotografió las esculturas de Rodin, y particularmente se entusiasmó por el busto de Sarmiento del escultor francés.

Miguel Angel Cárcano lo invitó a cenar en el Jockey Club, para conocer “a los principales miembros de ese club de ricos que, incendiado por Perón en un intento por destruir la flor de la aristocracia argentina, fue reconstruido en la casa de una vieja dama de gran fortuna”. Un miembro de la partida, un brasileño amigo de Beaton, no fue admitido al Jockey Club, en la calle Arroyo, por no usar corbata. El hombre vestía, según el fotógrafo, “un traje medio sport y parecía mucho más elegante que la mayoría de la gente vestida en trajes oscuros y mal hechos. En realidad, los socios parecían un grupo bastante sarnoso, sin distinción alguna, y el mal gusto del pastiche victoriano es realmente horroroso. ¿Cómo pueden recrear ahora lo más desagradable de los años 1880?”.

Los Cárcano y los Martínez de Hoz eran apellidos que habían sido prominentes en la alta sociedad parisina de grandes fortunas en los años ‘20, y probablemente habían contribuido a que los franceses llegaran a la exagerada frase “rico como un argentino” para describir dinero en serio.

Hace 34 años, el 4 de marzo de 1971, Cecil Beaton dio una conferencia de prensa en el Strangers’ Club (Club de Residentes Extranjeros), fundado en 1841. Era un club residencial de estancieros y forasteros en la cuadra del 400 de Bartolomé Mitre, en el corazón del centro bancario de la ciudad. El huésped era guiado por el estadounidense Robert Lindley, corresponsal en Buenos Aires del Financial Times, de Londres, presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera, una figura legendaria tanto por su periodismo como por su contenido alcohólico. Beaton posó para las fotografías, vistiendo un traje oscuro, corbata de seda y camisa blanca con gemelos, y un sombrero de ala ancha estilo Planter. Visitó las instalaciones vetustas del club, y salió al balcón para mirar las calles de la ciudad, desde donde subía el ruido del tráfico que llenaba el aire de la tarde. Cuando se sentó en un antiguo sillón, la gata del club, Luisa, saltó y se instaló en la falda del visitante.

El domingo siguiente, 7 de marzo, La Prensa y La Nación incluían crónicas admiradoras del encuentro en el club. Beaton había sido fulminante: “La elegancia ha muerto”, anunció a la cronista, y no importaba el precio del traje o el largo del vestido. París seguía siendo el centro de calidad y buen gusto, pero el horizonte de la moda se había expandido. Y fue diplomático. Preguntado si le parecía que vestía bien la reina de Inglaterra, su lealtad y amistad con ese ropero de altillo lo obligó a responder que “es tan elegante como necesita ser”. Un cronista hizo la pregunta inevitable: ¿Quién fue la mujer más hermosa que había fotografiado? Beaton nuevamente fue diplomático. Había sido la Sra. Dulce Martínez de Hoz. Si bien aclaró que las fotos que él le había sacado no habían sido buenas.

En El diario sin censura de Beaton, el fotógrafo recuerda su reencuentro con esta dama, durante un almuerzo el 28 de febrero de 1971. “Me decepcionó, porque si bien tenía unos sorprendentes 71 años, y parecíatener 50, su cabello gris estaba demasiado peinado, su vestimenta parecía demasiado trabajada en sastrería. Pero después del impacto inicial me di cuenta de que estaba ante una de las grandes bellezas de nuestro tiempo, cuya atracción, encanto y alegría natural no habían disminuido. Es una historia interesante. La niña fabulosamente bella se casó con un viejo fabulosamente rico, un periodista, luego con un importante criador de caballos, que mantenía a (Gabrielle ‘Coco’) Chanel (1883-1971) y a (la actriz francesa Gabrielle) Dorziat (1881-1979) entre sus muchas mujeres, y se convirtió en la mujer mejor vestida de París.” Antes de la Segunda Guerra Mundial, “Madame De Hoz era aclamada y celebrada por su belleza y la gente la aplaudía cuando caminaba hacia el paddock” del hipódromo.

Beaton recuerda en sus diarios que, “cuando llegué a París para tomar fotografías para la revista Vogue de Francia iba mal equipado... Frente a la cámara Madame De H. parecía simplona. Ella sabía que yo estaba disgustado porque no era fotogénica... Las pocas fotos que le tomé eran terribles”.

Beaton regresó a Río de Janeiro, donde su anfitrión era el ministro de finanzas del presidente Goulart, el millonario Walter Moreira Salles (1912-2000), y luego siguió a Nueva York para mostrar sus fotos a Vreeland en la revista Vogue. Un comentario peyorativo de despedida de Buenos Aires y Río figura en su diario del 12 de marzo de 1971: “Algunos sudamericanos exudan un sudor de olor extraño. No tiene parecido con nada que haya conocido anteriormente. Da la sensación de que sale del cuero, fuerte, penetrante, y en una o dos ocasiones Stella Cárcano y hasta Miguel Angel Cárcano emanaban ese olor. Varias veces, en reuniones, me encontré con eso. Debe ser algo que pertenece a este continente”.

Cecil Beaton nació en Inglaterra el 14 de enero de 1904, y murió en Londres en 1980. Sus primeros retratos son de su hermana Baba, en 1922, y fueron publicados en la revista The Tatler, de Londres, a partir de 1925. Su primera gran exposición de retratos fotográficos la hizo en 1927. A partir de entonces, se convirtió en algo así como una leyenda en vida.

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Miguel Angel Cárcano lo invitó a cenar en el Jockey Club. De esa noche, el fotógrafo anotó en su diario: “Los socios parecían un grupo bastante sarnoso, sin distinción alguna, y el mal gusto del pastiche victoriano es realmente horroroso. ¿Cómo pueden recrear ahora lo más desagradable de los años 1880?”
 
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