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Domingo, 27 de febrero de 2005

PLáSTICA

En concreto

Presentados por Sonia Henríquez Ureña, viuda del pintor, 18 cuadros de Alfredo Hlito desembarcan en Uruguay y despliegan cinco décadas consagradas a una pasión artística radical: la pasión de la abstracción.

Por Felisa Pinto

Hace unos días, Jorge Castillo inauguró una muestra de significativas e irresistibles obras del pintor Alfredo Hlito, uno de los fundadores de la corriente de arte concreto en los años ‘40 en Buenos Aires. La exhibición tuvo lugar en la flamante Galería Sur, en la Barra, mirando el mar de Montoya. La trastienda de Castillo es famosa por atesorar obras ineludibles de Figari y de Torres García, de Blanes y Barradas. A ellas se agregan ahora 18 cuadros de Hlito de las décadas del 50, 60, 70, 80 y 90, y que su viuda, Sonia Henríquez Ureña, acercó a las costas uruguayas para presentar. Nadie mejor que ella para guiar una visita de la muestra.

Allí está Sonia, ostentando su savoir faire y su pedigree de intelectual refinada, digna hija de su padre –el célebre filólogo Pedro Henríquez Ureña– y nieta de su abuela, Salomé Ureña de Henríquez, poetisa legendaria cuya efigie aparece junto a la de su hijo, grabada en esos billetes uruguayos que “hoy circulan en las calles dominicanas a un valor equivalente a unos 50 dólares”, precisa, divertida. Mujer de letras, Sonia escribió hace algunos años Apuntes para una biografía de Pedro Henríquez Ureña, cuya edición mexicana (Siglo XXI) nunca llegó a Buenos Aires, y años después recopiló, en un volumen autorizado por su marido, textos que Hlito había publicado a lo largo de 50 años: prólogos, entrevistas, ensayos y artículos que publicó posmortem la Academia Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, de la que Alfredo Hlito fue académico de número.

Uno de ellos, publicado en 1953 en la revista Nueva Visión que dirigía Tomás Maldonado, se llama “Significado y arte concreto”, y más de un pasaje del texto sirve para iluminar la muestra de la Galería Sur. Allí escribía Hlito: “El observador ha debido conformarse, a menudo, con una noción negativa del arte concreto. (...) Se ha creído, por ejemplo, que bastaba con señalar qué es lo que no se debe buscar en el arte concreto y, en efecto, el observador sabe ya qué es lo que no ha de encontrar en él: representación, anécdota literaria, símbolo. Estas nociones, desprendidas del contexto que les confiere un significado preciso y restringido, son puramente negativas. Sirven como advertencias (...) pero no [como] un programa, Porque sería tan absurdo suponer que el esfuerzo creador del artista concreto se agota en no representar las formas de la naturaleza como creer que el esfuerzo del artista figurativo termina cuando ha logrado no hacer arte concreto”.

Entre las obras que integran la muestra de la Galería Sur hay una pintura de la serie “Espectros”, expuesta originalmente en 1961 en la galería Bonino: una obra “casi puntillista”, comenta Sonia, “de la serie que Alfredo hizo en homenaje a Seurat”. Es un óleo sin título, como todos los de la muestra. Costumbre del pintor. Sus colores vivos y su ritmo escapan al arte concreto. Siguiendo el recorrido llama la atención un paisaje abstracto que orilla casi la figuración: “A principios de los ‘60 vivíamos en Callao y Melo y Alfredo, quizá cansado de la geometría, descubrió la copa de los árboles de un corazón de manzana. La visión lo relajó un poco y decidió pintar ese paisaje”.

Otro óleo, del año 49, es arte concreto puro y esconde una anécdota curiosa. “En los ‘50, convocado por Ignacio Pirovano, alto funcionario cultural de la época, el cuadro viajó a la India, a Nueva Delhi, para integrar una muestra colectiva. Nunca más se supo más de él; Alfredo jamás lo recuperó. Hasta que hace poco Bellucci, director del Museo de Arte Decorativo, mandó hacer un inventario del museo y el cuadro apareció inesperadamente”.

Del 63, en cambio, es una pintura en acrílico sobre tela que hizo en México, donde vivió con toda su familia durante diez años. “Es increíble que durante todo ese período pintara nada más que en tonalidades marrones y negros”, dice Sonia. “Para Hlito eran representativos de la profundidad y la tierra mexicana. Esa influencia no pasó inadvertida para algunoscríticos, que también se asombraban de que durante esos diez años Alfredo hiciera una sola muestra en México, la del Palacio Nacional de Bellas Artes del distrito federal”.

Viendo y apreciando la muestra de la Galería Sur, recobra una notable pertinencia el texto que Hlito publicara en el 53 en Nueva Visión: “Se ha dicho que las líneas no llevan otra significación que la de los objetos de la que son partes”, escribía el artista. “Pero se olvida que es con líneas puras que el hombre ha elaborado un orden de percepciones –el geométrico– que, sin duda, es susceptible de desplazar significaciones nuevas. Por lo tanto es inútil tratar de repetir la serie de operaciones prácticamente infinitas que condujeron a imaginar una figura geométrica, ya que el sentido de esta última no hay que buscarlo en su génesis sino en su función”.

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