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Domingo, 30 de enero de 2011

NI IDEA

Como todos los años, el sitio Edge.org, en el que se reúnen gratuitamente los científicos y pensadores más agudos dedicados a los cambios que dan forma al futuro, les pide a sus integrantes que respondan una pregunta iluminadora. Este año, no les pidió sólo que pensaran, sino que pensaran en pensar: “¿Qué idea nos ayudaría a pensar mejor?”, les preguntó. Estas son apenas algunas de las casi doscientas respuestas en busca de herramientas mentales que nos ayuden a construir un futuro mejor.

 Por Federico Kukso

Desde que un peludo, algo encorvado y olvidado ser humano-en-potencia estrelló toda su furia contra el suelo de Etiopía y luego alzó al cielo un hueso o una piedra pacientemente afilada (anticipándose casi en 3,4 millones de años a la escena más antropológica del cine), las herramientas nos dominan. Creemos que, como las diseñamos y las fabricamos en masa, como las manipulamos con gusto, somos nosotros –los siete mil millones de Homo Sapiens que momentáneamente habitamos la Tierra– quienes tenemos el mando. Pero no. Vivimos engañados y con los ojos aún tapados por el velo del antropocentrismo y el ego inflado que sigue haciéndonos pensar que somos el centro del universo.

Desde un lápiz a un iPad, de un martillo a incluso un consolador, estos artefactos y extensiones de nuestros cuerpos instalan hábitos mentales, reorganizan los espacios y nuestra idea del tiempo. O como repite con agudeza el sociólogo Christian Ferrer en Mal de ojo: el drama de la mirada –un libro fundamental de la filosofía de la técnica–, imponen una visión del mundo, una sensibilidad particular. La invención de la imprenta a mediados del siglo XV animó a la gente a pensar siguiendo líneas rectas y a ordenar sus percepciones del mundo en forma compatible con el orden visual de la página impresa. El automóvil fue internalizado como símbolo de poder e independencia y esculpe a diario la ciudad. La televisión, en cambio, impulsa el “pensamiento zapping” y la web enseña a sus usuarios-adictos a reordenar sus flujos mentales en formas compatibles con los protocolos del ciberespacio (el hipertexto infinito, la mentalidad de colmena, la sociabilidad y ansiedad exacerbada y la falta de memoria).

O sea, además de tener en nuestras casas una caja de herramientas lista para sacar de la oscuridad en caso de que se rompa un caño o se caiga un cuadro, contamos también con una caja de herramientas mental o cognitiva: un conjunto de conceptos-herramientas (o ideas-martillo) con los que vemos y nos movemos por el mundo. Cada época tiene las suyas. Y el siglo XXI, también. Pero, ¿cuáles?

Para saberlo, el agente literario John Brockman les hizo una sola pregunta acorde con esas dudas a 164 físicos, biólogos, filósofos –¿Qué concepto científico mejoraría nuestras herramientas cognitivas?–, institucionalizando aún más aquel ritual que desde 1998 radiografía con un sólo interrogante el heterogéneo mundo de la llamada “tercera cultura”: la pregunta anual del sitio Edge.org.

Los físicos Carlo Rovelli y Lawrence Krauss, por ejemplo, afirmaron que todos nos beneficiaríamos si manejásemos mejor el concepto de incertidumbre. El matemático Rudy Rucker sugirió la idea de impredictibilidad del mundo y el emprendedor Vinod Khosla hizo lo mismo pero con la noción de la impredictibilidad de la tecnología (o principio del cisne negro). Deberíamos pensarnos como un superorganismo, sugirió el psicólogo Jonathan Haidt. El físico Gino Segre incitó a hacer Gedankenexperiments (o experimentos mentales) y el físico teórico Sean Carroll lo recordó: el universo no tiene sentido.

Como se hizo costumbre (o un hábito mental impuesto por la tecnología, tal vez), Radar leyó cada una de las 164 propuestas y eligió las diez más deslumbrantes.

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