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Domingo, 15 de septiembre de 2013

LIBROS > LA HISTORIA DEL ALAMBRE DE PúAS, DE REVIEL NETZ

La carne y el hierro

Desde las grandes llanuras de los Estados Unidos hasta los campos de concentración, pasando por las trincheras de la Primera Guerra Mundial, el alambre de púas acompañó el proceso de la modernidad casi en el sentido contrario al de expansión: como una forma de sujeción, de control y de marcar territorio. El alambre de púas fue así señal de propiedad, cárcel y fronteras. El historiador y filósofo Reviel Netz, nacido en Israel y actualmente profesor de la Universidad de Stanford, recorre esta historia inesperada de la modernidad.

 Por Carla del Cueto

Hay quienes destacan de la modernidad las crecientes posibilidades de movilidad. Sin dudas, la difusión de los distintos medios de transporte terrestres como el tren o el automóvil, en reemplazo de la tracción a sangre, justifican esta idea. En efecto, sobre todo el automóvil permite una libertad de movimiento, autonomía y libertad que explica en gran medida la fascinación que produce desde que fue creado hasta la actualidad. En este sentido, la modernidad puede ser explicada, y muchos han escrito sobre ello, como una era de aceleración y de movilidad crecientes. Y sin embargo, el historiador y filósofo Reviel Netz analiza la modernidad de manera inversa, justamente a través de los intentos por impedir el movimiento. Se concentra en la contracara de ese proceso, es decir, en el desarrollo de una tecnología que permite controlar amplias superficies. Esta tecnología tuvo la virtud de ser tan versátil que pudo ser aplicada a distintas situaciones.

Nietz plantea la siguiente cuestión: si en la superficie de la Tierra se establecen líneas que impiden el movimiento tenemos tres situaciones diferentes. La primera se define por una línea cerrada en una curva que impide el movimiento desde el exterior hacia el interior; a partir de ella se obtiene la idea de propiedad. La segunda: cuando esta línea impide el movimiento del interior al exterior, se llega a la idea de cárcel. Finalmente, si la línea es abierta (una curva que no encierra ninguna figura) e impide el movimiento en ambas direcciones se obtiene la idea de frontera. En todos los casos se trata de mantener el control sobre la superficie cercada por la línea. La tecnología que lo permitió con un éxito rotundo fue el alambre de púas.

Desde la geografía hay quienes definen la territorialidad como el intento por parte de un grupo de controlar, afectar o influir sobre personas, fenómenos y relaciones a partir de la delimitación de un área geográfica y limitar así el acceso. En gran medida, Alambre de púas puede leerse en esa clave: las distintas estrategias en la modernidad por construir territorios, por controlar impidiendo el movimiento.

También hubo sociólogos que reflexionaron sobre la relación entre espacio y relaciones sociales. Georg Simmel establecía que el espacio por sí mismo no tenía efecto en las relaciones sociales. Las formas de proximidad o distancia espacial no intervienen en los fenómenos de vecindad o extranjería. Son los vínculos sociales, las conexiones entre las partes, las interacciones las que imprimen su marca en el espacio y lo llenan de sentido. Norbert Elias, en su análisis de la sociedad cortesana, ponía de relieve la aparente paradoja de la relación entre proximidad física y distancia social que existía entre el sirviente y el noble. Pero Elias se ocupó de algo más. De las marcas que dejan las relaciones sociales en el espacio y de cómo las diferentes sociedades organizan el espacio de maneras específicas, y de cómo la estructura de sus viviendas da cuenta de sus formas de vida. Gracias a esas marcas en las formas de modelar el espacio es que se pueden reconstruir estilos de vida de épocas diferentes. A través del alambre de púas, Reviel Netz muestra que la violencia en el control del espacio fue una de las marcas ineludibles de la modernidad. El dolor producido sobre la piel y la carne de animales y personas durante los ochenta años que van desde la invención del alambre de púas, en 1874, hasta 1954 con la declinación del Gulag soviético. De modo que esta historia es una historia sombría sobre la violencia y el dolor infligido a animales y a personas.

Si Karl Marx sostuvo la máxima de que lo concreto es síntesis de múltiples determinaciones, es decir que recién se puede llegar a lo concreto una vez que se han podido reconstruir las relaciones que le dieron origen y lo contienen, Reviel Netz reconstruye toda una red de intereses económicos, bélicos y represivos detrás de esta tecnología.

VACAS Y PASTOS

El recorrido que propone Netz parte de las Grandes Llanuras de los Estados Unidos. Luego del exterminio de los búfalos y de la erradicación de los indios quedaron las vacas. Una especie particular, la vaca cornilarga, acostumbrada a pastar en grandes superficies, no se sometía fácilmente a los alambrados comunes. La historia de cómo se inventó el alambre de púas en sus distintas versiones está narrada exquisitamente. Enlaza en esa reconstrucción las distintas necesidades que confluyen en el alambre de púas: la producción ganadera, la de mejorar costos, y la del hierro en la búsqueda por encontrar nuevas aplicaciones. La historia del alambre de púas que propone Netz no está desligada tampoco de otras tecnologías muy propias de la época: el ferrocarril y el telégrafo. En los tres casos se trata de bases de madera colocadas perpendicularmente para sostener largas líneas de metal. “Los pequeños postes de madera colocados a intervalos regulares proporcionan a estos sistemas técnicos una sólida sujeción a la superficie de la Tierra, mientras que las líneas de metal les permiten extenderse indefinidamente.” Todavía hoy puede verse, junto a las vías del tren, el alambrado que termina en la violencia del alambre de púas y de forma paralela, más alejados, los postes de madera que sostienen cables de luz. Por su efectividad para el control del ganado, el alambre de púas se exportó a todo el mundo. Uno de los primeros destinos fueron nuestras pampas. La semejanza con las Grandes Llanuras hizo muy simple la difusión del uso del alambre de púas para delimitar los campos. Para 1917 se calculaba que la cantidad de alambre de púas en la Argentina era tal que podía rodear 140 veces el perímetro de la república. Desde allí pronto se expandió a otros territorios.

TRINCHERAS Y MARAÑAS

El segundo uso que analiza Netz es el militar. Describe distintas experiencias bélicas que muestran la aplicación estratégica del alambre de púas, la aplicación táctica y su consecuencia ecológica que desembocan en la utilización sistemática de esta tecnología en la Primera Guerra Mundial. Cómo las trincheras evolucionaron desde las guerras coloniales (por ejemplo desde los “blocaos” que eran guarniciones diseñadas para proteger el ferrocarril en la Guerra de los Bóers en Sudáfrica) hasta formar líneas continuas en el frente de batalla de la Primera Guerra Mundial. También nos muestra cómo ocurrió la declinación de la caballería en el campo de batalla, porque el espacio, antes abierto para el desplazamiento y la carrera, ahora estaba compartimentado por alambre de púas. Netz señala que la mayoría de los análisis sobre la declinación del combate ecuestre ha prestado especial atención al desarrollo de las armas de fuego y casi ninguna a la evolución del territorio. “La vieja tropa de actores de caballería se había quedado sin teatro.” Por otra parte, el alambre de púas fue una pieza fundamental de la estructura clave de la guerra como lo fue la trinchera. Este espacio está compuesto por una canaleta con una estructura ondulada que se eleva por detrás, se hunde en la trinchera propiamente dicha y se eleva por adelante. Esta elevación permite controlar el campo enfrente de la trinchera. El segundo componente es la ametralladora emplazada en la trinchera misma, que permite un dominio del espacio con un alcance destructivo efectivo. El tercer componente, ubicado en el campo dominado por la trinchera, es la maraña de alambre de púas a unos 55 metros de la trinchera dispuesto en tres líneas. Cuando eran destruidas, esas marañas podían ser repuestas en pocas horas, eran baratas y fáciles de desplegar, en eso el alambre de púas era imbatible. Los tanques respondían a la necesidad de acomodar el movimiento humano al nuevo entorno definido por el alambre de púas y la ametralladora. Un efecto negativo de las marañas en los soldados de ambos bandos eran las imágenes de los cuerpos colgados del alambre.

VIOLENCIA AL CUADRADO

Alambre de púas Una ecología de la modernidad. Reviel Netz Eudeba 258 páginas

Pero con estas imágenes horrorosas el alambre de púas todavía no había llegado a su punto culminante: los campos de concentración. Allí, a la violencia de las púas se sumó la electrificación. Los alambres no sólo definían el perímetro de los campos, sino que también los dividían internamente. Para los internos de los campos, era el alambre el único rasgo definitorio del paisaje. Netz afirma, polémico, que “sin los ranchos, podría no haber existido Auschwitz”. Es decir, si el Holocausto fue producto de un largo y complejo proceso histórico relacionado con ideologías europeas y alemana en particular y con el fracaso de la sociedad alemana moderna, la forma del Holocausto, es decir los campos de exterminio, fue producto de la historia tecnológica y ambiental examinada en su libro. “Sin alambre de púas, los campos hubiesen sido demasiado caros de construir en un primer momento, por lo que no se habrían convertido en la técnica habitual que llegaron a ser a mediados del siglo XX. Los regímenes se habrían apoyado en otras herramientas de control.” Por otro lado afirma que hay un error intrínseco en afirmaciones como que los nazis trataron a los judíos como animales. “Esto nos hace pensar en términos de una imagen falsa. Por un lado, los judíos europeos, quienes en el curso normal de las cosas se ocupaban tranquilamente de su vida (...), y por otro lado ciertos animales como las vacas, que en el curso normal de las cosas viven encerrados en alambre de púas y luego son concentrados para ser sacrificados. Entonces llegó la Solución Final, y los judíos fueron tratados como lo son normalmente las vacas. Pero esto es falso, porque en el curso normal de las cosas, las vacas buscan comida por un espacio abierto de extensos pastizales, pastan, crían, forman rebaños, se desplazan, intentan evitar los depredadores lo mejor que pueden y, si lo consiguen, mueren a una edad avanzada. Esta es la vida natural de la vaca, y el rancho –su opuesto– es en cada detalle tan artificial como el campo de exterminio.”

El efecto de la lectura del libro es, como señala Bruno Latour en la contratapa de este fascinante libro, que “nunca volveremos a mirar un cercado de la misma manera”. Allí se muestra hasta qué punto el alambre de púas contiene en su historia la historia de la violencia del hierro descargada sobre la carne en tiempos de la modernidad.

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